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¿CÓMO EMPEZAR?

En el artículo anterior y usando la definición de David Kaplan, director del Centro de Agricultura Celular de la Universidad de Tufts (Estados Unidos), decíamos que la carne cultivada consiste en «tomar células de animales que normalmente producen carne para nosotros y utilizar esas células como fuente de energía para hacer crecer la carne fuera del animal».

El debate socialmente al respecto, se puede trabajar a través de dos constructos ideológicos que son enfoques diferentes: 1º Con los que se apegan a la carne o “carnismo” y 2º Los imaginarios sociotécnicos.

Los académicos utilizan el concepto de carnismo para explicar bajo un contexto alimentario, cómo los humanos viven su relación con otros animales, definiendo el carnismo como un sistema de creencias dominante en el que comer ciertos animales se convierte en una norma social mayoritariamente aceptable. Las personas tienen diferente apego al carnismo: las hay con fuerte apego, que afirman que comer alimentos de origen animal es una parte natural, normal y necesaria de la vida contemporánea; mientras que aquellos con bajos niveles de carnismo, cuestionan estas suposiciones y a menudo siguen una dieta vegetariana o vegana.

El concepto de estudio de imaginarios sociotécnicos se refiere a cómo los individuos y grupos conceptualizan las relaciones ideales entre tecnología y sociedad. Los académicos utilizan el término para explorar cómo las percepciones públicas de las nuevas tecnologías trabajan favorable o desfavorablemente dentro de los supuestos políticos y culturales existentes, los recuerdos históricos y las visiones futuras de los riesgos y beneficios de la innovación tecnológica. En este contexto, algunos individuos y grupos son muy tecnooptimistas y enfatizan las posibilidades de progreso que la tecnología aporta a la sociedad, mientras que otros son más tecnoescépticos y plantean preocupaciones sobre las consecuencias no deseadas de la tecnología y las formas en que la innovación podría marginar las prácticas culturales tradicionales o exacerbar las relaciones sociales desiguales [1].

Con este marco conceptual las personas de acuerdo a predilecciones y costumbres, pueden caer dentro de varios grupos: los “veganos de alta tecnología” (tecnooptimistas con bajos niveles de carnismo), los “ecomodernistas” (tecnooptimistas con altos niveles de carnismo), los “buenos amantes de la comida” (tecnoescépticos con bajos niveles de carnismo) y los “carnívoros tradicionalistas” (tecnoescépticos con altos niveles de carnismo).

Para los estudiosos, discutir estos cuatro grupos de partes interesadas, es útil y desempeña un papel enorme en la configuración del debate público sobre el tema de las proteínas alternativas y la carne sintética.

[1] Jasanoff S. Future imperfect: science, technology, and the imaginations of modernity. In: Jasanoff S, Kim SH, eds. Dreamscapes of Modernity: Sociotechnical Imaginaries and the Fabrication of Power. Chicago, IL: University of Chicago Press; 2015:1–33.

ALIMENTOS DE ORIGEN ANIMAL Y SOCIEDAD

¿Qué hay detrás de los alimentos animales que tanto se codicia? Proteínas, aminoácidos –dirían muchos. Pero los alimentos de origen animal, en general, y la carne, en particular, en la mente y el desear de las personas, son más que simples fuentes de nutrición humana; son objetos profundamente simbólicos, con significados tanto universales como culturalmente contingentes. A lo largo del tiempo y el espacio, los alimentos animales se han vuelto para muchos símbolos de tradición, estatus, fuerza, salud, masculinidad, placer y otros valores culturales. En general, comer alimentos de origen animal, rara vez se considera una elección ideológica y generalmente se trata como un comportamiento normal que opera fuera de cualquier sistema de creencias. Pero no todos están conformes con eso.

Dra. Melanie JoyDra. Melanie Joy

La psicóloga Melanie Joy sostiene que, debido a que la mayoría de las personas que viven en el mundo industrializado, no necesariamente necesitan comer productos animales para sobrevivir (o al menos, no necesitan comer tanto como se consume en promedio), comerlos es ciertamente ideológico. Ella denominó a esto la ideología del carnismo; un sistema de creencias en el que comer ciertos animales (pero no otros) se considera ético y apropiado e incluso ideó las “3 N de la justificación” de comer alimentos de origen animal: normal, natural y necesario. Ella describe el carnismo dentro de una variedad de normas, costumbres y tradiciones sociales; y por consiguiente nuestros motivos son naturales dados por la forma en que enseñamos y practicamos la historia, la religión y la ciencia, y los individuos y las instituciones lo consideran necesario sobre la base de afirmaciones sobre la salud humana y el funcionamiento de las economías globales y locales[1].

Estudios recientes en ciencias sociales han sometido el carnismo y conceptos relacionados a pruebas empíricas y han descubierto que las personas que comen carne, tienen más probabilidades de respaldar sus afirmaciones en las “3 N”. Incluso se ha agregado una cuarta N, (NICE) agradable, que se centró en la justificación del consumo de carne, sobre la base del sabor y la satisfacción y que también resultó ser un fuerte predictor del consumo de carne.

Existen otras formas de estudiar y explorar el concepto de “apego a la carne” y esos trabajos han demostrado que los consumidores con niveles más altos de apego a la carne (basados en medidas de hedonismo, afinidad, derecho y dependencia) tenían más probabilidades de comerla más frecuentemente y actitudes más positivas hacia ella y padecían de una mayor presión social para comerla y respaldan valores que hablan del dominio humano sobre los animales y están menos inclinados a considerar cambiar sus hábitos alimentarios, para adoptar dietas más basadas en plantas.=

Entonces, en su conjunto, la literatura sobre el tema, establece que una persona puede tener una ideología que refleje niveles altos, bajos o moderados de carnismo o apego a la carne y que estos compromisos ideológicos, tienen implicaciones para las prácticas dietéticas tanto individuales como grupales.

Mientras tanto, la elección de no comer carne (vegetarianismo) o de abstenerse de comer todos los productos animales (veganismo) a menudo se entiende como de naturaleza ideológica, motivada por un compromiso con cualquier combinación de creencias sobre religión, salud, ambientalismo, ética animal o la justicia social.

EL ENCUENTRO CON LA TECNOLOGÍA EN EL TEMA

Una premisa fundamental en los estudios de las tecnologías, es que estas no existen aisladas, separadas, de los mundos sociales y económicos en los que fueron desarrolladas o implementadas. Son moldeadas por la sociedad y llegan a moldear a su vez a ésta y operan dentro de un ecosistema conformado de personas, culturas, normas, leyes, infraestructuras y el mundo natural en general.

Por lo tanto, la forma en que una persona percibe una tecnología particular, rara vez se basa en una evaluación estrecha de la forma o función propia de esa tecnología; en cambio, las percepciones están influenciadas por cómo una persona imagina que la tecnología encajará (o no) en su conceptualización más amplia de cómo funciona la sociedad, de su modo y estilo de vida.

Como dice la profesora en ciencia y tecnología de Harvard, Sheila Jasanoff, los debates sobre tecnologías, reflejan diferencias en los imaginarios sociotécnicos de las personas, definidos como “visiones colectivamente sostenidas, estabilizadas institucionalmente y realizadas públicamente de futuros deseables, animadas por entendimientos compartidos de formas de vida social y orden social alcanzables a través de, y que apoyan, avances en ciencia y tecnología” [2]

[1] Joy M. Why We Love Dogs, Eat Pigs, and Wear Cows: An Introduction to Carnism. San Francisco, CA: Conari Press; 2011.

[2] Jasanoff S. Future imperfect: science, technology, and the imaginations of modernity. In: Jasanoff S, Kim SH, eds. Dreamscapes of Modernity: Sociotechnical Imaginaries and the Fabrication of Power. Chicago, IL: University of Chicago Press; 2015:1–33

Dra. Sheila Jasanoff
Dra. Sheila Jasanoff

Durante siglos, interpretaciones sociotécnicas en competencia, han animado discusiones sobre el futuro de los alimentos y los sistemas sostenibles alimentarios. Y no es entonces de extrañar que a pesar de que existan las tecnologías adecuadas para algo, estas no se apliquen o no las utilice la sociedad.

LOS CAMINOS EN LA VIDA POLÍTICA

En la vida política de cualquier nación, uno se topa en los debates políticos relacionados con los sistemas alimentarios sostenibles, con dos tipos de personas: los “magos” tecnooptimistas y los “profetas” tecnoescépticos. Para la doctora Sheila el prototipo “mago” es Norman Borlaug, considerado el padre de la “revolución verde” que impulsó en la agricultura la productividad a mediados del siglo XX, utilizando una combinación de innovación en semillas de alto rendimiento, agroquímicos, fertilizantes y proyectos de irrigación a gran escala. En las décadas posteriores, los sucesores de Borlaug se han convertido en defensores de enfoques a escala industrial, centralizados y centrados en la tecnología para resolver los desafíos duraderos de la sostenibilidad del sistema alimentario, lo que refleja una visión algo pesimista de la capacidad de la humanidad, para alterar voluntariamente su comportamiento con el fin de proteger el medio ambiente.

Por otro lado, el profeta prototipo tecnoescéptico de Sheila es William Vogt, un ecologista del siglo XX que desarrolló el concepto de “capacidad de carga” es decir un equilibrio entre la disponibilidad de hábitat y la cantidad de animales de una especie en particular que este hábitat puede soportar. Él planteó preocupaciones sobre los peligros ambientales del crecimiento ilimitado del ser humano. Los profetas de hoy son más complejos en sus planteamientos. Tienden a respaldar una combinación de movimientos sociales democráticos, cambios culturales y de comportamiento y soluciones basadas en la naturaleza, como clave para resolver los desafíos de la sostenibilidad alimentaria. En el contexto del sistema alimentario, expresan una fuerte preferencia hacia acciones descentralizadas, locales y de menor escala y son profundamente escépticos respecto de las soluciones tecnológicas y los intereses corporativos que a menudo pregonan el valor de esas tecnologías.

En última instancia, para ambos líderes, la forma en que uno evalúa el riesgo o el potencial de una nueva tecnología, siempre está conectada con sus valores sociales, económicos y culturales más profundos. En otras palabras, nuestras percepciones de las nuevas (y viejas) tecnologías reflejan los imaginarios sociotécnicos que caracterizan nuestras ideologías personales y colectivas.

Lo cierto es que como bien señalan muchos políticos y académicos, las dos dinámicas ideológicas, una el carnismo y la otra sociotécnica, son vitales para comprender la discusión y el debate en curso sobre proteínas alternativas más allá de la carne animal.

 

 

Alfonso Mata
Médico y cirujano, con estudios de maestría en salud publica en Harvard University y de Nutrición y metabolismo en Instituto Nacional de la Nutrición “Salvador Zubirán” México. Docente en universidad: Mesoamericana, Rafael Landívar y profesor invitado en México y Costa Rica. Asesoría en Salud y Nutrición en: Guatemala, México, El Salvador, Nicaragua, Honduras, Costa Rica. Investigador asociado en INCAP, Instituto Nacional de la Nutrición Salvador Zubiran y CONRED. Autor de varios artículos y publicaciones relacionadas con el tema de salud y nutrición.
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