Foto: X Bernardo Arévalo

 

Hemos venido diciendo que Guatemala está frente a una oportunidad que quizá solo pueda compararse con la que se vivió en 1944, cuando la unión de casi todos los sectores (en ese tiempo no se dio su lugar a los pueblos originarios) permitió acabar con la dictadura de 14 años de Jorge Ubico y abrió espacios para cambios históricos en la vida nacional. Ahora esa oportunidad se abre gracias a la voluntad popular expresada en las urnas, pero tenemos que entender que es momento de participar y asumir compromisos que permitan la transformación de nuestro sistema político para erradicar la corrupción y la impunidad.

Tenemos la costumbre y la tendencia a pensar que ahora la pacaya le toca a quienes fueron electos por el pueblo y que sobre sus hombros recae toda la responsabilidad. Es cierto que han recibido un mandato, pero el mismo no se podrá ejecutar sin que exista esa fuerte participación de la ciudadanía que, mediante acuerdos sectoriales, haga viable ese magno esfuerzo por terminar con una ya larga historia de gobiernos dedicados fundamentalmente a la corrupción para el beneficio propio.

El desarrollo nacional se estancó porque la inversión pública se dejó de hacer pensando en el bien común ya que cada centavo del erario se ha repartido de manera maliciosa pensando cómo dejaba más ganancia ilícita a los funcionarios y particulares que han pactado ese sucio reparto. Cambiar un modelo tan extendido no será fácil y se requiere de nuestra participación mediante un nuevo tipo de acuerdos, centrados en la promoción del bien común y el desarrollo humano que se ha estancado de forma patética.

El binomio electo está activo buscando ese tipo de acuerdos y, de hecho, se ha visto el interés de mucha gente por aportar sus ideas y, sobre todo, sus compromisos para iniciar la senda de la recuperación de un Estado que promueva aquellos fines esenciales plasmados en la Constitución y que son la razón de ser de la función pública. Hasta algunos alcaldes, que entienden el viraje del electorado, se muestran deseosos de participar en el esfuerzo, pero nos falta ese ingrediente de participación que vimos en 1944 cuando, agobiados por el efecto de la dictadura, hubo ese involucramiento de tanta gente que fue decisiva para alcanzar los logros de la llamada Primavera Democrática.

Es tiempo de propuestas, de acciones positivas y de acuerdos que nos lleven al cambio absolutamente necesario en Guatemala. El desahogo en redes sociales debe dar paso a esa lluvia de ideas capaz de enriquecer el gran compromiso que, como sociedad, debemos trabajar para convertirlo en el cimiento de la construcción de un orden diferente.

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