Todas las industrias de nuestra Nación, tienen o mejor dicho se dan la gran reputación de ser empresas responsables y respetuosas con el medio ambiente. Foto La Hora: AP.

 

Todas las industrias de nuestra Nación, tienen o mejor dicho se dan la gran reputación de ser empresas responsables y respetuosas con el medio ambiente y de luchar contra la contaminación. Lo sabemos porque sus incesantes anuncios en medios de comunicación lo dicen, pero no hay nada de comprobación de que eso sea verdad. Los que flanquean las noticias nacionales sobre este tema y su horrendo historial de seguridad de explosiones y muertes, prácticamente es pobre y no merece la atención debida. Son mínimas, incompletas y poco concisas, las informaciones del IGGS sobre la salud de los trabajadores o sus catastróficos estados debido a inseguridad laboral. En general la prensa, solo cuando sucede algo horrendo y de dimensiones no ocultables, enciende su máquina de ruido y, aun así, casi siempre sale a relucir la parte inocente decepcionada de los causantes o se silencia la culpa o ninguna se reconoce o muy pobre. Usemos un ejemplo, el caso del plomo.

El plomo está prohibido en la gasolina, el tetra etilo de plomo en los EE. UU. y Europa desde las décadas de 1970 y 1980, Guatemala lo prohibió hasta hace poco y es muy posible que los vendedores de este producto estaban muy felices de hacerlo en nuestra gasolina y en otros países. El caso de Indonesia es el mejor documentado y en el mismo, se hablaba de sobornos sistemáticos a funcionarios por parte de las grandes empresas petroleras. Un nuestro medio, un estudio en el 2020 realizado por una Universidad privada, determinó que en el diésel y la gasolina que se expende, podía encontrarse una cantidad mayor de lo permitido de esa sustancia en países desarrollados. El tetraetilo de plomo es un tóxico que pude dañar la salud humana y lo hace de manera silenciosa, entrando en contacto el metal por las vías respiratorios o simplemente a través de los suelos, alimentos, cultivos y aguas potables. La exposición a este metal de manera frecuente, se ha asociado enfermedades cardíacas, accidentes cerebrovasculares, cáncer y con la reducción del coeficiente intelectual, además de que degrada el medio ambiente. Pero no solo la gasolina resulta culpable en el mal uso de este compuesto, los expertos consideran que aún se necesitan acciones urgentes para detener la proveniente de otras fuentes, como las pinturas, baterías y los artículos domésticos que contienen este tóxico.

A pesar de la presión ambiental y de salud en todo el mundo para cambiar a combustible sin plomo, en los países tercermundistas, tuvieron que pasar varias décadas para que su pudiera dar. Este no es el único contaminante proveniente de los combustibles para automóviles, sin embargo y a pesar de existir medidas de control sencillas, estas no se implementan. De acuerdo con la ONU, en estos momentos, los combustibles mundiales ya no usan este producto. Sin embargo, otras industrias si lo hacen. Benfeldt, I., en su estudio de Tesis Ad Gradum de la Facultad de Ciencias Químicas y Farmacia de la Universidad de San Carlos de Guatemala, -Incidencias de Saturnismo y sus causas en la población de Jalapa, demostró que las personas dedicadas a la elaboración de utensilios de cerámica con barniz a base de óxido de plomo, se encontraban altamente expuesta a intoxicación por plomo; asimismo, la concentración de plomo en sangre en el grupo ocupacionalmente expuesto a plomo, fue significativamente mayor que las concentraciones encontradas en el grupo vecino a las alfarerías y en el grupo control.

Lo mismo se podría ejemplificar al hablar de agroquímicos, colorantes y otros químicos utilizados en la industria, ya sea para extracción o adición: los controles nacionales de su uso y desecho, son pobremente realizados y de forma poco estandarizada controlados por las industrias y los gobiernos.

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El mayor enemigo que se tiene para lograr un ambiente sano, además de la ignorancia de las poblaciones -basta para ello, ver la contaminación del río Motagua- es y son los sobornos de parte de las empresas industriales que utilizan o producen TÓXICOS y la forma de controlar su adecuado proceso. Sobornos de todo tipo por las industrias, a funcionarios de gobierno, son comidilla de noticias acá y en todo el mundo y se escuchan a diario. Incluso algunos empresarios, han llegado a asegurar que lo que se invierte en sobornos y en pago de multas, suele representar alrededor del 10% de lo que les reporta el negocio. Esa condición hunde cualquier iniciativa que se tenga, de controlar la contaminación ambiental, pues limpiar y reformar la ambición de las empresas es tarea imposible si únicamente se involucra a los gobiernos y sus funcionarios de turno, ya que es la estructura y organización de los estados, lo que facilita esos fraudes.

La historia del plomo y de todos los contaminantes ambientales se sigue escribiendo, el problema es hasta cuándo. La intensificación y expansión geográfica de procesos industriales y la urbanización a nivel mundial bajo la globalización y el neoliberalismo, carentes de ética y adecuados controles, continuará siendo y teniendo incidencia mayor, en los países más pobres. Y lo trágico de este desorden es que, a nivel mundial, no ha existido ni nunca se ha cumplido con realizar e implementar un estudio epidemiológico universal. “Pesan mucho las monedas” es la eterna excusa. La injusticia ambiental a través de la contaminación tóxica, se une a otro tipo de injusticias e inequidades, muchas de ellas producto de privilegios sin control, creando un tipo de incertidumbre, a la que no se le ve fin, contribuyendo poco los «estallidos» mediáticos y sociales a poner fin. Las víctimas seguirán surgiendo, sin que se registren y atienda como debería ser, aunque sea solo a los grupos moralmente más a riesgo, entiéndase: infantes, niños, la maternidad, la familia y el barrio marginal, amenazados por un veneno invisible y silencioso que no se detecta y que, por lo tanto, no se le pone atención. La justicia ambiental como tema de lucha, aun esta por instituirse. Vivimos aun inciertos dentro de políticas fallidas de protección del ambiente, de trabajadores y pobladores a riesgo y con daños; desconocemos cuántas enfermedades crónicas pueden ser debidas a exposiciones indebidas. Lamentablemente aún existen mentiras y ocultamientos al respecto y sobretodo, falta de información veraz y científica. De no actuar, nuestro historial ambiental, claro ejemplo de divorcio de principios y sus prácticas, dentro de poco nos mostrará un ambiente absolutamente atroz y casi irrecuperable.

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