Por MATILDE CAMPODÓNICO
MONTEVIDEO
Agencia (AP)

En las instalaciones del Ballet Nacional del Sodre (BNS), en Uruguay, unos 70 bailarines profesionales practican sus rutinas. Son jóvenes disciplinados que casi nunca pausan y hablan las más variadas lenguas.

El cuerpo de ballet ensaya en el cuarto piso del edificio ubicado en el centro de Montevideo, donde los artistas se reúnen de lunes a viernes desde las nueve de la mañana. En las dos salas donde practican hay un piano, barras de madera y dos paredes de espejos hasta donde se cuela un rayo de luz natural que los ilumina al bailar.

El BNS se transformó hace siete años tras la llegada de Julio Bocca, una estrella de la danza que aunque ya retirado logró posicionar al ballet en la mira de uruguayos y extranjeros. Después de que el argentino asumiera el liderazgo de la compañía, los boletos para las presentaciones empezaron a agotarse, pero recientemente Bocca anunció que dejaría la dirección del grupo y se ha desatado inquietud sobre quién será su sucesor.

Cuando el BNS se fundó en 1935, el objetivo era impulsar el ballet clásico profesional en el país. En 1971 un incendio destruyó el Estudio Auditorio, sede de la compañía, y la reconstrucción del edificio tomó varias décadas hasta completarse en 2009. El complejo, que ocupa casi una manzana, alberga hoy al ballet, una orquesta sinfónica, la orquesta juvenil y un coro que se presentan habitualmente en la sala principal de mil 800 localidades.

En 2010, el rumbo del BNS dio un giro inesperado con la llegada de Bocca, quien lo impulsó hasta alcanzar un avanzado nivel de organización en tiempo récord con el objetivo de equiparar a este grupo de bailarines con las mejores compañías del mundo.

El ballet empezó a convocar regularmente a audiciones internacionales y atrajo a bailarines de todas partes. Bocca ha declarado en diversos medios de comunicación que su idea es colocar a la compañía entre las diez mejores del globo.

La idea de trabajar con Bocca atrajo también a otros invitados de prestigio: maestros, coreógrafos y grandes figuras de la danza. La uruguaya María Noel Riccetto se incorporó al ballet como primera bailarina tras una destacada carrera en el American Ballet. Este año, Riccetto fue distinguida con el premio Benois de la Danse, que recibió en el Teatro Bolshoi, en Moscú.

El ambiente de trabajo en el BNS se caracteriza por su orden y la variedad de nacionalidades de sus bailarines y equipo. En las carteleras pueden verse todos los horarios de trabajo de las áreas: cada uno sabe qué hacer y cuándo debe hacerlo a lo largo de una jornada laboral.

Diariamente, cuando una de las clases inicia, los cuerpos de los bailarines se mueven con suavidad. Poco a poco, conforme avanza el calentamiento, se despojan de abrigos, botas y otras prendas que los cubren. Hacia el final, su ropa es ligera y su rutina incluye grandes saltos.

Los bailarines trabajan con uno o dos maestros además de Bocca. En algunas ocasiones él da instrucciones pero en otras sólo es un testigo silencioso. Cuando habla, el volumen de su voz es muy bajo; durante algunos ensayos en espacios grandes necesita un micrófono para que puedan oírlo.

El encanto de lo que ocurre tras bambalinas tiene diversas aristas. En el edificio también hay un taller de vestuario, uno de carpintería para las escenografías y uno para confeccionar los enormes telones pintados que cuelgan en el escenario.

Hace pocos días, Bocca dijo que dejaría la dirección pero aclaró que desea continuar viviendo en Uruguay y seguir desarrollando este proyecto como maestro residente, librado ya de las responsabilidades administrativas.

En estos días se especula quién será su sucesor mientras el BNS presenta Romeo y Julieta, que tendrá funciones hasta finales de octubre.

 

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