Era un olor que invocaba un recuerdo. Tanto para Emily Kuchlbauer en Carolina del Norte como para Ryan Bomba en Chicago. Era el humo de los incendios forestales, el olor de un mundo cada vez más caliente y ocasionalmente en llamas.
Kuchlbauer recordó una escena de la sorpresa que sintió por el hollín que cubrió su automóvil hace tres años poco después de graduarse de la universidad, en San Diego. Bomba tuvo un déjà vu de San Francisco, donde el aire era tan denso por el humo que la gente tuvo que usar mascarillas. Pensaron que habían dejado atrás las preocupaciones por los incendios forestales en California, pero un Canadá que está ardiendo de mar a mar llevó uno de los efectos más viscerales del cambio climático a lugares que antes parecían inmunes.
“Ha sido un sentimiento muy apocalíptico, porque en California la conversación es como: ‘Oh, es normal. Esto es exactamente lo que sucede en la costa oeste’, pero no es muy normal aquí”, dijo Kuchlbauer.
A medida que el clima de la Tierra continúa cambiando debido a los gases emitidos al aire y que atrapan el calor, cada vez menos personas están fuera del alcance de las nubes expansivas y mortales del humo de los incendios forestales, dicen los científicos. Los incendios forestales ya consumen tres veces más de Estados Unidos y Canadá cada año que en la década de 1980, y los estudios predicen que los incendios y el humo empeorarán.
Si bien muchas personas expuestas a la mala calidad del aire pueden preguntarse si esta es una “nueva normalidad”, varios científicos dijeron a The Associated Press que rechazan específicamente esa idea porque la frase hace que parezca que el mundo ha cambiado a un patrón nuevo y constante de eventos extremos.
“¿Es esto una nueva normalidad? No, es una nueva anormalidad”, dijo Michael Mann, climatólogo de la Universidad de Pensilvania. “Continúa empeorando. Si seguimos calentando el planeta, no nos instalaremos en un nuevo estado. Es una línea de base en constante movimiento de lo peor a lo peor”.
Es tan malo que tal vez el término “incendio forestal” también deba repensarse, sugirió Jennifer Francis, científica del Centro de Investigación Climática Woodwell.
“En realidad ya no podemos llamarlos ‘incendios forestales’”, dijo Francis. “Hasta cierto punto, simplemente ya no lo son, no son silvestres. Ya no son naturales. Los estamos haciendo más probables. Los estamos haciendo más intensos”.
Varios científicos dijeron a la AP que el problema del humo y de los incendios forestales empeorará progresivamente hasta que el mundo reduzca de manera significativa las emisiones de gases de efecto invernadero, lo que no ha sucedido a pesar de años de negociaciones internacionales y metas idealistas.
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En general, los incendios en América del Norte empeoran y queman más tierra. Incluso antes de julio, tradicionalmente el mes con más incendios en el país, Canadá estableció un récord de mayor área quemada con 81.409 kilómetros cuadrados (31.432 millas cuadradas), que es casi un 15% más que el récord anterior.
“Un año como este podría ocurrir con o sin cambio climático, pero el aumento de las temperaturas lo hizo mucho más probable”, dijo A. Park Williams, un bioclimatólogo que estudia el fuego y el agua en la Universidad de California en Los Ángeles (UCLA). “Estamos viendo, especialmente en todo el oeste, grandes aumentos en la exposición al humo y una reducción en la calidad del aire que se atribuyen al aumento de la actividad de los incendios”.
Numerosos estudios han vinculado el cambio climático con el incremento de incendios en América del Norte porque el calentamiento global multiplica los fenómenos meteorológicos extremos, especialmente la sequía, y sobre todo en Occidente.
A medida que la atmósfera se seca, esta absorbe la humedad de las plantas creando más combustible que se quema más fácilmente, más rápido y con mayor intensidad. A esto hay que sumarle más rayos de más tormentas eléctricas, algunos de los cuales son rayos secos, explicó el científico canadiense de incendios, Mike Flannigan, de la Universidad Thompson Rivers, en Columbia Británica. Las temporadas de incendios se están alargando, comenzando antes y durando hasta después debido al clima más cálido, dijo.
“Tenemos que aprender a vivir con fuego y humo, esa es la nueva realidad”, agregó Flannigan.
Ronak Bhatia, quien se mudó de California a Illinois para asistir a la universidad en 2018 y ahora vive en Chicago, dijo que al principio parecía una broma: el humo de los incendios forestales lo seguía a él y a sus amigos desde la costa oeste. Pero si esto continúa, ya no será tan gracioso.
“Te hace pensar en el cambio climático y también en cómo podría afectar esencialmente en cualquier lugar”, dijo Bhatia. “No es solo el problema de California o el problema de Australia. Es un problema de todas partes”.
Los incendios forestales en Estados Unidos ahora queman en promedio unos 31.000 kilómetros cuadrados (12.000 millas cuadradas) al año, un área de aproximadamente el tamaño de Maryland.
De 1983 a 1987, cuando el Centro Nacional Interinstitucional Contra Incendios comenzó a llevar estadísticas, solo se quemaban alrededor de 8.546 kilómetros cuadrados (3.300 millas cuadradas) al año.
Durante los últimos cinco años, incluido un mínimo histórico en 2020, en Canadá se han quemado un promedio de 31.803 kilómetros cuadrados (12.279 millas cuadradas), que es tres veces y media más que el promedio de 1983 a 1987.
El tipo de incendios observados este año en el oeste de Canadá se encuentra en cantidades que científicos y modelos computacionales pronosticaron para las décadas de 2030 y 2040. Y no se suponía que el este de Canadá, donde llueve con más frecuencia, vería años de incendios ocasionales como este hasta mediados del siglo XXI, explicó Flannigan.
Si el este de Canadá está ardiendo, eso significa que eventualmente, y tal vez antes de lo que pensaban los investigadores, los estados del este de Estados Unidos también lo harán, dijo Flannigan. Él y Williams señalaron los devastadores incendios en Gatlinburg, Tennessee, que mataron a 14 personas en 2016 durante una breve sequía en el Este.
Estados Unidos se incendió mucho más en el pasado, pero eso es porque la gente no trataba de detener los incendios y eran una amenaza menor. El oeste solía tener incendios más grandes y regulares hasta mediados del siglo XIX, con más asentamientos en las tierras, y luego el gobierno intentó apagar todos los incendios después del gran incendio de Yellowstone en 1910, explicó Williams.
Desde alrededor de la década de 1950, Estados Unidos casi redujo los incendios forestales al mínimo, pero ese no ha sido el caso desde aproximadamente el año 2000. “Pensábamos que lo teníamos bajo control, pero no es así”, puntualizó Williams. “El clima cambió tanto que perdimos el control de él”.
Entre más cálido se vuelve el Ártico y más nieve y hielo se derriten allí —el Ártico se está calentando tres veces más rápido que el resto de la Tierra_, las diferencias del verano en el Ártico y las latitudes medias se hacen más pequeñas. Eso permite que la corriente de aire a gran altura sobre el suelo serpentee y se atasque, prolongando los episodios de mal tiempo, dijeron Mann y Francis. Otros científicos esperan más evidencia sobre el impacto de episodios meteorológicos atascados (bloqueos atmosféricos).
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Un nuevo estudio publicado el 23 de junio vincula un patrón de bloqueo atmosférico con la reducción de la capa de nieve en América del Norte en la primavera.
Para las personas expuestas al aire nocivo del humo de los incendios forestales, las crecientes amenazas para la salud son parte de la nueva realidad.
Los incendios forestales exponen a unas 44 millones de personas por año a aire insalubre en todo el mundo, lo que causa alrededor de 677.000 muertes al año, de las que casi el 39% son niños, según un estudio de 2021 realizado en Gran Bretaña.
Un estudio que analizó una docena de años de exposición al humo de incendios forestales en el estado de Washington mostró un aumento del 1% en todas las edades en las probabilidades de muerte no traumática el mismo día en que el humo golpeó el área y del 2% el día siguiente. El riesgo de muertes respiratorias aumentó un 14%, y para adultos de 45 a 64 años fue incluso mayor: un 35%.
Con base en estudios revisados por pares, el Instituto de Efectos en la Salud estimó que el principal contaminante del humo causó 4 millones de muertes en todo el mundo y casi 48.000 muertes en Estados Unidos en 2019.
Las diminutas partículas que componen uno de los principales contaminantes del humo de los incendios forestales —llamadas materia particulada 2.5, o PM2.5, por sus siglas en inglés— tienen el tamaño justo para incrustarse en lo profundo de los pulmones y absorberse en la sangre. Pero si bien su tamaño ha llamado la atención, su composición también importa, dijo Kris Ebi, científica del clima y la salud de la Universidad de Washington.
“Hay evidencia emergente de que la toxicidad del humo PM2.5 de los incendios forestales es más tóxica que la que sale de los tubos de escape”, dijo Ebi.
Una cascada de efectos en la salud a raíz de los incendios forestales —incluso en la dirección del viento desde el origen— puede convertirse en un problema creciente, dijo Ed Avol, profesor emérito de la Escuela de Medicina Keck de la Universidad del Sur de California.
Además de los ojos irritados y la garganta áspera, respirar el humo de los incendios forestales también puede causar problemas a largo plazo en todo el organismo. Avol explicó que eso incluye efectos respiratorios como el asma y la enfermedad pulmonar obstructiva crónica (EPOC), así como impactos en la función cardíaca, cerebral y renal.
“En un plazo más largo, el cambio climático y, desafortunadamente, el humo de los incendios forestales no desaparecerá porque realmente no hemos hecho mucho lo suficientemente rápido como para marcar una diferencia”, dijo Avol, quien agregó que, si bien las personas pueden tomar medidas como usar mascarillas o filtros de aire para tratar de protegerse, en última instancia, estamos “retrasados aquí en términos de una respuesta a eso”.