Familiares de las víctimas esperan el rescate de sus seres queridos. Foto: Diego España.

La tragedia ocurrida el pasado lunes por la madrugada en el asentamiento “Dios es Fiel” viene a dejar en evidencia el descuido de las autoridades luego de haber emitido una alerta hace varios años sobre el inminente riesgo en ese lugar donde se fueron ubicando, por terrible necesidad, muchas familias carentes de vivienda. El fenómeno se repite a lo largo y ancho del país porque se combina la pobreza extrema que afecta a más de la mitad de la población con el deterioro ecológico existente y que, en cada invierno, se traduce en graves pérdidas y hasta en muerte de seres humanos.

Conred había advertido del alto riesgo existente en ese asentamiento ubicado abajo del puente El Naranjo, pero el aviso no provocó ninguna acción, ni de parte de los afectados ni, mucho menos, de parte de las autoridades que advirtieron el alto riesgo en que se encontraban tantas familias.

Guatemala tiene dos serios problemas porque se ubica en una parte del mundo donde anualmente se concentran disturbios tropicales que generan copiosas lluvias y el desinterés manifiesto de las autoridades ante los graves riesgos que ellas mismas predicen y advierten.

De nada sirve tener una Coordinadora Nacional para prevenir desastres si sus estudios y advertencias no tienen ningún efecto en cuanto a la adopción de medidas para impedir que las mismas se terminen consumando. No disponemos de ninguna política estatal efectiva orientada a incentivar y facilitar vivienda masiva para la población de menores recursos y por ello la proliferación de asentamientos en donde se carece de todos los servicios básicos, pero además, no hay condiciones elementales de seguridad para los habitantes.

Cuando vemos lo que pasa en los asentamientos, así como lo que ocurre con toda nuestra infraestructura, debemos entender que la idea de un Estado que no puede cumplir su plena función no es una exageración, sino una realidad, consecuencia de la forma en que a lo largo de estos años se ha ido perdiendo el norte y el sentido del Estado como promotor del bien común y más enfocado en la corrupción. Y es que en las diferentes instancias lo que hay es autoridad que se concentra en ir haciendo sus jugosos negocios sin preocuparse por las condiciones de vida de los habitantes del país.

Algunas personas de escasos recursos logran escapar de esa realidad gracias a la migración irregular hacia Estados Unidos, pero quienes se quedan en el terruño padeciendo las condiciones de pobreza, no solo tienen que subsistir en medio de grandes carencias, sino que hasta corren riesgo de muerte y esa inversión en capital humano es la que urge que acordemos en esta nueva etapa.

Para ello es necesario que hagamos ajustes que nos permitan generar más y mejor inversión en el país que provea a esas personas de oportunidades para tener una calidad de vida diferente.

Parte del rescate del Estado para arrebatar las instituciones de las garras de la corrupción tiene que ser asumir realmente el compromiso de trabajar e invertir en el desarrollo humano.

Redacción La Hora

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