Un par de días atrás, en una breve, pero amena conversación, surgió como uno de los temas de la charla, la importancia que reviste el hecho de agradecer. Quizá sin que nos demos cuenta de ello, dar gracias encierra un mundo de posibilidades que a veces van más allá de nuestra propia comprensión. Dar gracias por lo que se tiene y por lo que tal vez tengamos más adelante.
Esa suerte de ejercicio mediante el cual se reconoce que todos necesitamos de todos en algún momento, y que el equilibrio de la vida humana (por denominarle de alguna manera), depende en gran medida de esa dinámica en la que nos vamos interrelacionando unos con otros, sin que nos demos cuenta, sin que lo percibamos, y a veces quienes menos imaginamos llegan a convertirse en parte fundamental de nuestra propia vida. Bueno es agradecer también por ello. Siempre es bueno (creo), agradecer por los días que hemos vivido y por los días que nos queda por vivir; por la familia; por los amigos; por eso que unos llaman bendición (y otros quizá destino) de poder llevar comida a la mesa y compartirla con quienes queremos, y con quienes de alguna manera están siempre con nosotros tal vez sin que lo percibamos. Por el trabajo y los compañeros; por los momentos de alegría que suelen magnificarse si se comparten y por las tristezas que a lo mejor nos pesan menos si contamos con una mano que nos apoya.
Por los libros que hemos leído y por los que podremos leer; por el café de la mañana; por las charlas interesantes que dan ganas de que no terminen; por los buenos consejos y las decisiones acertadas; por los árboles en las callejuelas; por el vino que llenará la copa con la que brindaremos al final del año y el inicio de uno nuevo. Por los días soleados y por el viento atrevido; por las hojas que persiguen nuestros pasos en otoño cuando va diciendo adiós la tarde; por la risa de los niños y los besos de una madre; por la luna, las estrellas; por la música del tiempo y las distancias que se acortan; por los besos que se dan con la mirada; por los pasos en la arena de una playa solitaria y por las nubes en lo alto de la colina; por los pueblos; las ciudades; por la conciencia que despierta y se da cuenta del camino que aún debemos recorrer por quienes vienen caminando detrás. Antes de que concluya este 2022, muchas gracias por todo. Gracias a tanto amigo y amiga que con su paciencia y gentileza está allí, del otro lado de su dispositivo, distinguiéndome con su lectura y su amistad a distancia. De todo corazón, muchas gracias. Y ojalá que el 2023 les traiga todas esas cosas buenas que tal vez al 2022 ya no le dará tiempo. Desde ya, mis mejores deseos en este fin de año.