Dra. Ana Cristina Morales
Por mi parte considero que vinimos al mundo para ser felices, que ese es el objetivo primordial de la existencia. Que si bien es cierto, la vida no es fácil, también puede serlo, que nos la complicamos un tanto más. Que hablarla, sentirla, vivirla y compartirla nunca está demás.
Se ha comparado a la vida con los cuentos y, quizás, esta comparación resulte un tanto real. Este silogismo lo escuché alguna vez en una plática muy amena de un psicólogo guatemalteco, de tal manera decía, que todos ellos comienzan con un futuro incierto, con la descripción de personajes, de lugares y de acontecimientos y luego el nudo en donde existe amargura, tristeza, zozobra, desesperación, traición, desengaño y desencanto y luego con la solución de la trama viene la felicidad. Así que cada final nos conduce con una ilación invisible al inicio de otro cuento, por lo cual los momentos de trama y desenlaces se expresan de manera circular.
Me pareció muy exacto en al momento de escuchar la charla, sin embargo, una lectura, una plática, un conocimiento de ayer, no necesariamente tiene el mismo grado de aceptación y discernimiento en el hoy. Porque en la vida hay cuentos que no tienen desenlaces, al llegar al nudo pareciera ser que una fuerza poderosa lo suspendiera por la eternidad, así que razones externas que nos lleven a vivir en paz y en felicidad se encuentran ausentes. Pero pese a no existir finales felices, la gente puede optar por ser feliz aunque sus experiencias de vida le puedan contradecir su ánimo. Además, no es exactamente el final o la solución de las contrariedades vitales lo que otorga la felicidad. Si no que cada paso, cada intento dirigido al logro es lo que nos otorga la capacidad de saber quiénes somos y las capacidades que contamos para enfrentar la adversidad.
Ser feliz, de manera usual, es una decisión y actitud ante la vida. Recalco en ello, porque hay quienes no entienden que cuando la depresión como enfermedad psiquiátrica surge, esta opción desaparece. Ante la depresión la visión estrecha de la vida, no permite ver más que sombras y sufrimiento. La vida pierde sentido, así como todo lo que le concierne, el suicidio surge como una alternativa para dar fin a una trama de dolor suspenso e intenso. Y quien se atreve a expresar la posible idea de felicidad, es visto como alguien incapaz de comprender y que observa las cosas con una superficialidad desmedida.
Al conversar acerca de la felicidad se considera que no es necesariamente un estado de regocijo y de risa constante, sino que, un estado de plenitud en donde puedo sentir la vida y también integrarme con ella. Hay momentos en extremo obvios de felicidad, por ejemplo, al enamorarse, apasionarse, al sentirse parte de, al perseverar y de repente observar la epifanía de nuestros sueños, entre otras cosas.
Respecto al tema quisiera citar a Mario Benedetti, fragmento de la defensa de la alegría: “Defender la alegría como una trinchera defenderla del escándalo y la rutina de la miseria y los miserables de las ausencias transitorias y las definitivas…”.