Las tropas rusas se apoderaron el viernes de la mayor central nuclear de Europa tras un ataque en plena noche que la incendió brevemente, suscitando el temor mundial a una catástrofe. Funcionarios de Naciones Unidas y locales confirmaron luego que no se liberó radiación, pero se trató del giro más escalofriante de la invasión de Moscú a Ucrania hasta el momento.
Los bomberos ucranianos apagaron el viernes el incendio provocado por los cañoneos rusos, mientras Rusia siguió adelante con su campaña desde varios frentes para tratar de paralizar el país. El número de refugiados que huían del país superó los 1,2 millones.
Mientras una enorme columna de vehículos blindados rusos parecía estancada en las afueras de Kiev, amenazando con tomar la capital, el ejército del presidente ruso Vladimir Putin ha lanzado cientos de misiles y ataques de artillería contra ciudades y otros lugares del país, logrando avances significativos en el sur, en un aparente intento de reducir el acceso de Ucrania al mar.
El director de la Agencia Internacional de la Energía Atómica, el argentino Rafael Mariano Grossi, dijo que un «proyectil» ruso hizo impacto en un centro de formación de la planta de Zaporizhzhia, en la ciudad suroriental de Enerhodar, sin afectar alguno de sus seis reactores.
El incendio en la planta nuclear puso de manifiesto los peligros de los combates en las inmediaciones de una central nuclear. Es la segunda vez desde el inicio de la guerra que se plantean preocupaciones por un posible accidente nuclear o por la liberación de radiación, tras una batalla en Chernóbil.
El ataque causó preocupación en todo el mundo, pues evocó el recuerdo del peor desastre nuclear de la historia, ocurrido en la central ucraniana de Chernóbil.
En un emotivo discurso a la mitad de la noche, el presidente ucraniano Volodymyr Zelenskyy dijo que temía una explosión que fuera «el final para todos, el fin de Europa, la evacuación de Europa».
Sin embargo, funcionarios nucleares de varios países, entre ellos Suecia y China, confirmaron que no se reportaron picos de radiación, como sostuvo Grossi.
Según funcionarios ucranianos, las tropas rusas tomaron el control de complejo, pero el personal de la central continúa garantizando su funcionamiento. Solo un reactor estaba en funcionamiento, dijo Grossi después del ataque.
Dos personas resultaron heridas en el incendio, precisó Grossi. El operador nuclear estatal ucraniano, Enerhoatom, dijo que tres soldados ucranianos fallecieron y que otros dos resultaron heridos en el ataque.
La crisis en Zaporizhzhia se desarrolló después de que Grossi expresara a principios de semana su fuerte preocupación de que los combates pudieran causar daños accidentales a los 15 reactores nucleares que Ucrania tiene en cuatro plantas en todo el país.
A raíz del ataque, Zelenskyy apeló nuevamente a Occidente para que imponga una zona de exclusión aérea sobre su país. No obstante, el secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg, descartó el viernes esa posibilidad, advirtiendo que esa medida podría desembocar en una guerra generalizada en Europa. Explicó que para implementar una zona de exclusión aérea, la OTAN tendría que enviar aviones de combate que se verían obligados a derribar aviones rusos.
«Entendemos la desesperación, pero también creemos que, si hiciéramos eso, terminaríamos con algo que podría acabar por volverse una guerra en toda regla en Europa», precisó Stoltenberg.
Los rusos continuaban su ofensiva en la parte sur del país. Cortar el acceso de Ucrania al Mar Negro y al Mar de Azov supondría un golpe duro para su economía y podría empeorar una situación humanitaria que ya es grave.
Una ronda de conversaciones entre Rusia y Ucrania culminó el jueves en un acuerdo tentativo para establecer corredores seguros para evacuar a los civiles y entregar alimentos y medicinas, pero aún quedaban por resolver los detalles necesarios.
La oficina de derechos humanos de la ONU dijo que se había confirmado la muerte de 331 civiles en la invasión, pero que la cifra real probablemente sea mucho mayor.
En Rumania, un refugiado recién llegado, Anton Kostyuchyk, luchó por contener las lágrimas mientras relataba que dejó todo atrás en Kiev y que durante su viaje durmió en iglesias con su esposa y sus tres hijos. «Me voy de mi casa, de mi país. Nací allí y viví allí», afirmó. «¿Y ahora qué?».