Luego de que el Ministerio de Educación (Mineduc) anuncia el regreso a clases presenciales después de dos años de enseñanza a distancia, el escenario no pinta de lo mejor: Hay 181 municipios en alerta roja, 85 en naranja; alrededor de 9 mil escuelas con problemas de agua y saneamiento; la vacunación lenta en adolescentes y sin miras a cubrir a niños de 5 a 11 años. A esto añade el comienzo del ciclo escolar sin libros de texto y más lejano aún, el proyecto de contar con un plan de conectividad para los estudiantes.
El atraso ha sido enorme en Guatemala y en Latinoamérica. La Organización de Estados Iberoamericanos para la Educación, la Ciencia y la Cultura (OEI), estimó que recuperar los aprendizajes perdidos durante la pandemia tomaría alrededor de 12 años, comenta el consultor independiente en temas de educación Francisco Cabrera Romero.
Sin embargo, la falta de datos de la administración actual no permite conocer cuál es la dimensión del problema en Guatemala, en cuanto a deserción escolar y días efectivos de clase.
Cabrera Romero integró el equipo de la Unidad Nacional de la Esperanza en 2019 que diseñó el plan educativo de gobierno, aunque aclara que no tiene afiliación con este ni otro partido político. En esta ocasión, ofrece un panorama amplio en donde explica cómo las autoridades educativas han terminado por degradar el sistema, perder la brújula en sus prioridades y sobre todo, han cerrado las puertas a los organismos internacionales para recibir cualquier tipo de asesoría. Esta es parte de la conversación.
¿Cómo califica el próximo regreso a clases?
En el sector público el escenario es bastante incierto debido a múltiples factores. Primero porque no hay una directriz precisa que informe a los directores, maestros y padres cómo o dónde va a funcionar de una manera u otra el regreso a clases. Esta incertidumbre afecta el funcionamiento del sistema educativo, falta un plan de acción municipal; mientras en el sector privado hay múltiples realidades.
Hay polémica puesto que algunos salubristas no lo consideran conveniente, mientras en los organismos internacionales se considera que se ha perdido demasiado tiempo y es urgente el regreso ¿cuál es su postura?
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Hay que regresar a clases presenciales tan pronto sea posible, siempre y cuando se cumplan con las condiciones mínimas de bioseguridad para evitar contagios masivos. El problema es que se siguen presentando muchos casos.
Hay que volver a la presencialidad en donde puedan darse las condiciones de distanciamiento y agua. Ciertamente la pérdida de aprendizaje ha sido muy alta, temo que este año seguirá la misma tendencia que los dos anteriores.
¿Cuál es su diagnóstico del sistema educativo después de dos años?
El problema es que llegamos al tercer año de la pandemia en condiciones muy parecidas a las del primer año; es decir, sin prever las condiciones necesarias para que se dé un proceso de aprendizaje, que es la razón de ser del sistema educativo.
En dos años parece que se ha avanzado muy poco para enseñar a distancia; un sistema que no es nada nuevo, sino que tiene décadas de historia. El asunto es aprender si se tienen las mínimas condiciones; primero, orientaciones claras; segundo, los recursos para aprender: ¿virtuales?, sabemos que no es posible, por lo tanto, tienen que proveerse en tiempo los libros de texto y las guías de trabajo, pero hasta ahora empiezan a publicarse nuevos y en general los materiales son muy deficientes.
Después de 2 años del cierre de escuelas ¿cuántos estudiantes se quedaron fuera del sistema educativo y cuáles son las consecuencias?
Uno de los problemas grandes de esta administración es la falta de datos y de transparencia para presentarlos. El sitio de estadística, que era una de las joyas en los últimos 20 años está caído, no hay acceso; se generan estadísticas, pero no las publican. Hay una estrategia de no dar información.
¿A qué lo atribuye?
Creo que los resultados no son buenos, por lo que prefieren aportar datos sin respaldo. En el 2020, la ministra Claudia Ruiz dijo que hubo 200 días efectivos de clase. (Jaja) El truco es que se dio Alimentación Escolar por 200 días, pero no hubo proceso de aprendizaje.
Se podía anticipar que con la pandemia del COVID-19 habría un problema de deserción; nadie da fe de cuántos niños estudian y cuántos cumplen con las tareas; a esto añada que en el 2020 hubo una aprobación por decreto, como no sucedía en 35 años.
Era previsible el impacto, pues se agudizaron las condiciones de vida y falta de trabajo de las familias; más un flujo de migración, y cuando un niño o niña se queda en su comunidad, si los padres no ven continuidad en el sistema educativo, lo ponen a trabajar.
El estudiante aparece como inscrito, pero nadie sabe si está aprendiendo; estudios preliminares en el occidente dan cuenta que hay niños en tercero primaria que no saben leer ni escribir. La lectoescritura es un fenómeno que hasta hoy requiere ser presencial, con un acompañamiento directo y constante. No se puede aprender a distancia.
A esto añada la variable del idioma materno y el maestro que desconoce su idioma. Por tanto, resulta imposible la enseñanza, de allí que la mayoría de los niños tendrá un déficit de lectura y escritura que les afectará en el resto de su carrera educativa.
Usted ha dicho que el Mineduc tiene alteradas sus prioridades. ¿Si eso es cierto, en qué momento se perdió la brújula?
Así es, se ha priorizado la alimentación escolar, el seguro médico, el sindicato, por lo que cada vez más el proceso de aprendizaje queda más rezagado.
Pero ha sido un proceso que ha atravesado por varias etapas: Podría retroceder a las reformas del Mineduc en un contexto neoliberal a partir del gobierno de Álvaro Arzú en 1996, donde se pierde buena parte de su potencial técnico y la creación del modelo educativo de Pronade.
Estas medidas neoliberales desestructuran al sindicato, de manera que comienzan a jugar un papel en esta ecuación. Durante los gobiernos de Alfonso Portillo y Óscar Berger todavía vemos un sindicato confrontativo con el Estado, pero a partir de ese periodo comienza a negociarse el primer pacto colectivo.
El sindicato descubre que la lógica ya no es de choque frontal con el Gobierno, sino de hacerse un aliado para vender su fuerza política, de manera que el movimiento sindical empieza a jugar con la presión de apoyar o no. Esto se convierte en un peso fuerte a la hora de provocar estabilidad del Gobierno, y en adelante los gobernantes han entendido la lógica y han comprado el apoyo de este gremio.
En cifras, el magisterio del sector oficial lo conforman alrededor de 150 mil maestros, pero el poder del sindicato se limita quizás a un 20%.
La pandemia del COVID-19 provocó un salto en la educación en donde ya no hay marcha atrás; sin embargo, en Guatemala el rezago persiste ¿qué implica esto?
Hay múltiples estimaciones, una de estas es de la OEI que calculó que en la región latinoamericana tomaría cerca de 12 años recuperar los aprendizajes perdidos en estos dos años. En Guatemala, serían tres años.
Parte de mi trabajo es que estudio sistemas educativos en América Latina, observé la respuesta de países como Chile en donde de inmediato entró en la era de la conectividad, pero en Guatemala los hogares conectados si mucho llegan al 20%, los cuales son urbanos y de estudiantes de colegios privados. La mayoría, del sector oficial, unos 3 millones (de estudiantes) no puede pensar en un modelo híbrido cuando ni siquiera hay conectividad.
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En México, por ejemplo, existe una tradición de entrega de libros de texto desde hace 40 años; el mismo proveedor entrega alrededor de 160 millones de libros de texto cada inicio de ciclo escolar. No es lo perfecto, pero es una salida.
Pero aquí no estamos ni cerca de la conectividad, y nuestro mecanismo de producir y entregar libros de texto es caótico: llegan tarde, se entregan incompletos, pero no pasa nada, nadie se entera, y a nadie le preocupa. Esto implica una pérdida de aprendizaje aún mayor que el resto de los países de la región.
¿La apuesta por los niños se perdió?
Considero la alimentación escolar un paso bueno y necesario. Mi discusión es por qué lo hace el Mineduc, no es su labor. Lo mismo opino con el seguro, debería hacerlo el Ministerio de Salud. De nuevo, las prioridades no están ordenadas, tenemos los peores resultados de calidad educativa en la región y no hay perspectivas para esperar un cambio.
¿Los docentes son un rol de cambio o como usted dice, son como la generación de la letra “h”?
Los maestros son el primer elemento clave de incidencia en el sistema educativo que el Mineduc sí puede modificar. Factores como el contexto socioeconómico no es posible incidir, el problema es que hemos dado tumbos en la formación docente, no tenemos un modelo que forme en esta especialidad con seriedad técnica.
La última reforma a la carrera magisterial se hizo en 2012, la FID (programa de Formación Inicial Docente) está dando resultados, el problema es que los maestros graduados en la Universidad de San Carlos no entran al sistema, y el diseño técnico y curricular de la reforma también fue deficiente, se apresuraron a hacerlo y nadie se preocupó de analizarlo a fondo.
El siguiente dilema es quiénes son los formadores de los futuros formadores se debería tener a lo mejor que ofrece el país, pero hacen falta dedos de la mano para encontrar a los mejores pedagogos; se necesita inversión y un número limitado de escuelas formales. No pueden existir 400 escuelas de magisterio.
Usted califica al sistema educativo en Guatemala que se asemeja a un edificio de cinco niveles (similitud con Edelberto Torres) en donde el acceso a educación de calidad significa oportunidades distintas para cada uno. ¿Qué implican estas desigualdades para la mayoría de la niñez?
Significa que mientras tengamos un sistema educativo que reproduzca la estratificación social, sin condiciones para salir de la pobreza, y que no ayuda a reducir la conflictividad del país, lo que se hace es reproducir o consolidar el esquema de un país desigual.
#LaHoraDeActualizarnos ? Educación confirmó el inicio de las clases presenciales el 21 en el sector público, a pesar de la escalada de casos COVID-19, la baja vacunación en adolescentes y nula en niños. Entérate aquí: https://t.co/sPGeTVEbxd pic.twitter.com/YgiyNH8WpO
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La gran mayoría tiene acceso a un pésimo nivel educativo que no le permite aprender a ganarse el sustento en un nivel cada vez más competitivo, no les dota de capacidades ni habilidades en las que puedan innovar, sino se trata de continuar siendo trabajadores dependientes en actividades económicas que no les generan bienestar.
Esto no permite avanzar, aquí no sucede como en otras sociedades que el hijo del obrero va a la misma escuela que el hijo del dueño de la fábrica; y si el primero es más inteligente tendrá un mejor futuro, de manera que el modelo social de edificio de 5 niveles que propone el sociólogo Torres Rivas se refuerza en la educación: Que los pobres sigan siendo pobres, cuando la utopía es que las competencias de un niño de Ilom, en Quiché, sean las mismas que las de un estudiante del colegio más caro de la ciudad capital.
El sindicato no se percata de que consolida ese sistema estratificado, porque se carece de una filosofía sindical, así que se reduce a un grupo de presión más, como los otros que rodean al Mineduc: iglesia, sector privado organizado y ahora los judíos.
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¿Qué incidencia tiene alguien con su experiencia para modificar las políticas públicas?
Soy un consultor independiente, trabajo con la OEI, UNESCO y otras entidades que me contratan en varios países de la región, lo que me permite observar muchas realidades. Ciertamente, organizaciones como la OEI tienen posibilidades de diálogo, pero en este periodo se tiene una mínima capacidad de incidencia. El consenso general en esta administración es que no se dejan asesorar, les ofende toda propuesta.
Con los cooperantes el Mineduc ha cerrado las puertas para contribuir, de manera que lo que están haciendo es irse a otros países y esperar a que termine este periodo para regresar con el próximo gobierno, para ver si está dispuesto a recibir aportes, les preocupa si traen intenciones ideológicas, lo cual es un espejismo, ni debería de ser un tema de discusión.
Perfil de Francisco Cabrera Romero:
• Consultor en países de América Latina y El Caribe para organismos internacionales, entidades gubernamentales, agencias de cooperación, redes latinoamericanas, oenegés y organizaciones de pueblos originarios.
• Miembro del Consejo Asesor de las Metas Educativas 2021 de la OEI; del Grupo de Coordinación del espacio de ONG sobre Educación para Todos UNESCO París; del Grupo de Expertos en Alfabetización convocado por la Oficina Regional de la UNESCO Chile, miembro del Consejo de Educación Popular de América Latina y el Caribe (CEAAL) y de la Campaña Latinoamericana por el Derecho a la Educación (CLADE).
• Ex viceministro de Educación y asesor del Comité Nacional de Alfabetización (CONALFA).
• Licenciatura en Ciencias de la Educación con Mención en Historia; licenciatura en Innovaciones Educativas y Maestría en Innovaciones para el Aprendizaje.
• Autor de diversas investigaciones en educación.
• Columnista de la revista virtual gazeta.gt