Eduardo Blandón

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Fecha de nacimiento: 21 de mayo 1968. Profesor de Filosofía, amante de la literatura, fanático de la tecnología y enamorado del periodismo. Sueño con un país en el que la convivencia sea posible y el desarrollo una realidad que favorezca la felicidad de todos. Tengo la convicción de que este país es hermoso y que los que vivimos en él, con todo, somos afortunados.

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Eduardo Blandón

Las grandes compañías se encuentran en guerra, Amazon, Facebook, Google, Twitter, Apple y muchas más, en su afán por devorarlo y controlarlo todo. Quieren monopolios, no se contentan con menos, su voracidad no tiene límite. Para ello se canibalizan, se meten zancadillas y escamotean impuestos y servicios al consumidor. Son los amos del fraude sin que los sistemas de justicia puedan impedírselos.

Se hacen esfuerzos, cierto. Europa es la más comprometida, Francia y Alemania fundamentalmente. Son países que han comprendido la lógica delincuencial de las empresas digitales cuya guía absoluta es la monetización de sus productos. No tienen escrúpulo, por ello un día saquean los datos (Facebook encabeza a la mafia tecnológica) y otro día hacen quebrar a los pequeños y medianos negocios con artimañas inmorales de todos los colores (Amazon es el rey del dumping, para decir lo menos).

Pero Apple no se queda atrás aunque se presente como niño de primera comunión. Quizá sean menos mañosos que los de Google, pero comparten su codicia. Así, el monstruo no tiene resquemor alguno para garantizarse cuantiosas ganancias con lo que les cobra a los que usan su tienda de aplicaciones. Ha jugado sucio contra Spotify y más recientemente contra Epic Games (Google también comparte la patraña).

Hay que pararlas o cuanto menos ponerles límite. Infortunadamente la tecnología va de prisa y el sistema legal apenas conoce el funcionamiento de los algoritmos y los efectos de las aplicaciones. No hablo de frenar el ingenio, sino del establecimiento de garantías mínimas que nos protejan del abuso y la arbitrariedad de las grandes empresas (las pequeñas, muchas de ellas, también tienen esa vocación anarquista).

Es lo que intenta China, aunque de mal modo. Y es vergonzoso citarlo como ejemplo, como sería referirse al totalitarismo abusivo de Corea del Norte y Rusia. En el fondo, se trataría de regular a las mega compañías tecnológicas para que jueguen dentro de un marco en el que no hagan daño ni lucren indebidamente a costa de los usuarios. Lo que ahora no sucede porque de momento son intocables.

El mejor ejemplo de impunidad es Mark Zuckerberg, un muchacho cuyos actos inmorales -e ilegales- son de antología y que, sin embargo, ha logrado eludir la ley y los tribunales. Sus millones y la influencia de las redes le permiten presentarse como un paladín de las libertades y un modelo del emprendimiento, falso evidentemente, o, cuanto menos, puesto en discusión y en duda.

Es bueno tomar conciencia de la arbitrariedad de esas compañías para distanciarnos de sus consignas y evitar los timos de sus millonarias campañas. Ni el Spatial Audio con Dolby Atmos que dice regalarnos la empresa de la manzana, ni el acceso gratis a la nube de Google, son el resultado de su benevolencia. Esa pseudo caridad es la cara amable de una mercadotecnia que de manera abusiva quiere dominarlo todo. No nos equivoquemos.

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