José Roberto Alejos Cámbara

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Vino y se fue el 20 de agosto, y con él las elecciones. Los resultados fueron muy aproximados a los de las encuestas. Bernardo Arévalo de (Movimiento Semilla) alcanzó el triunfo con 2.4 millones (el 58%) dejando a Sandra Torres de (Unidad Nacional de la Esperanza) en un segundo lugar con 1.5 millones  (37%). Estas cifras convirtieron a Arévalo en el próximo presidente de Guatemala (2024 2028). 

En estos momentos vivimos la calma típica devenida de esa tormenta política y no sabemos cuánto durará; básicamente porque quienes siguen sin creer lo que está sucediendo se cuestionan esa “velocidad” con la que se obtuvieron los resultados; la inmediatez con la que las Misiones de Observadores respaldaron el proceso, o la explicación adyacente de la Misión de Observación Electoral respecto de que sus resultados coincidían con los del Tribunal Supremo Electoral (TSE). Surgieron los pronunciamientos nacionales e internacionales reconociendo la victoria de Arévalo, iniciando por Andrés Manuel López Obrador, el vecino presidente mexicano. 

Esta calma, es una calma temporal porque la Fiscalía Especial Contra la Impunidad (FECI) y la Fiscalía de Delitos Electorales continúan accionando contra actores eleccionarios haciendo eco a la Corte Suprema de Justicia (CSJ), que afirmó que los procesos iniciados deben continuar, entiéndase aquí, los procesos encaminados contra Semilla. 

En cualquier momento detonará la “bomba” (ahorita podría ya estar la mecha encendida), trayendo consigo antejuicios y denuncias. Algunas de esas acciones tendrán razón de ser, porque es deber de esas fiscalías esclarecer los señalamientos que circundan; pero otras seguramente resonarán con el ánimo de escandalizar o bien serán antesala de acciones más contundentes y mal intencionadas. 

Semilla tiene por delante dos frentes abiertos y debe prepararse para una embestida como parte de la judicialización de la política y la venganza eleccionaria, que incluye a una callada Sandra Torres que guarda su grito de “fraude electoral” negándose a reconocer la derrota y, que envuelta en ese silencio sepulcral espera, al igual que alguien más interesado que ella, que se anulen las elecciones basándose en la interpretación antojadiza de la ley. 

Semilla y Arévalo tendrán que prepararse para enfrentar ese proceso, aunque, a decir verdad, todos los guatemaltecos debemos hacerlo y defender el sistema y la democracia. Tendremos que aceptar sentencias que sean justas y con pruebas; tendremos que velar por la defensa de la voluntad popular y defender a las Juntas Receptoras de Votos cuyo papel transparente y limpio termina en el momento en que entra el trabajo informático. Esa embestida ha empezado contra digitalizadores, magistrados y seguramente seguirá hasta llegar a Semilla.

Por otro lado, Arévalo debe prepararse y revisar su plan de gobierno, porque no es lo mismo un plan de campaña, que un plan para ejecutar que permita definir perfiles. No es lo mismo convocar a un diálogo que dialogar con sectores con incidencia nacional. Hay muchas expectativas. Es momento de acercarse a los sectores y frenar la confrontación ridícula vivida en campaña y que nos retornó a los años de la Guerra Fría. No cesar esa confrontación podría llegar a ser la piedra en el zapato del nuevo gobierno. 

Es necesario buscar los temas que nos unan; no es necesario llegar a acuerdos en un 100%, pero sí alcanzar criterios coincidentes, ya que eso evitará futuros problemas. El nuevo presidente debe de aceptar el proceso de transición propuesto por Giammattei, aunque sea sólo para escuchar mentiras y para focalizar los errores cometidos en cuatro años de gestión y evitar incurrir en ellos para no continuar afectando la economía nacional, la inversión extranjera y la local. 

NO SE VALE que la población que votó, no por ser precisamente semilleros, tenga más de lo mismo. Votó porque ya no quiere más confrontación, que nada bueno ha dejado. En serio, no podemos seguir con esos índices de desnutrición, hambre, inseguridad, falta de empleo, pobreza extrema y más. Ya no estamos dispuestos tenemos que dejar de lado nuestras diferencias y como mínimo dialogar, empezando con aquellos grupos o sectores, incluyendo el político, que piensa diferente a nosotros, porque dialogar entre los mismos es sólo seguir celebrando la victoria. Aprendamos a ser tolerantes, porque muchos de los que no piensan de igual manera no quieren que la democracia retroceda a los años de la tiranía. 

YA ES HORA que la calma sea permanente, que CAMINEMOS hacia la democracia y participemos, porque la responsabilidad no es sólo del nuevo gobierno. Son muchas las expectativas y más los espectadores que esperan -esperamos- realmente un cambio.

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