Por DAVID CRARY
NUEVA YORK
Agencia/AP

Cada vez que una enfermedad mental es mencionada como posible factor en una matanza, hay un suspiro colectivo de lamentación entre los profesionales de la salud mental. Aunque lo ven como una oportunidad para iniciar una discusión seria sobre los problemas y remedios, también se preocupan de los reveses que reciben sus esfuerzos para quitar el estigma que pesa sobre estos padecimientos.

«La mayoría de personas que tiene enfermedades mentales no son violentas y la mayoría de los actos violentos los comete gente sin enfermedades mentales», dice la doctora Renee Binder, presidenta de la American Psychiatric Association (Asociación Estadounidense de Psiquiatría).

Si, hipotéticamente, todos los enfermos mentales fueran encerrados, «uno pensaría que estamos a salvo, pero no», agregó.

De acuerdo con el cálculo más reciente del Instituto Nacional de Salud Mental de Estados Unidos, de 2012, unos 9,6 millones de adultos en el país (4,1% de la población total) experimentaron una enfermedad mental grave en el año anterior.

«Si uno ve esta gran cantidad de personas, vemos que sólo una proporción diminuta eventualmente cometerá actos de violencia», agregó Binder. «¿Cómo identificarlos? Es como hallar una aguja en un pajar».

Sin embargo, la percepción pública es difícil de cambiar. De los peores tiroteos en los últimos 10 años, los problemas mentales del perpetrador se volvieron parte central de la narrativa en varios casos y destacan en particular las matanzas en Virginia Tech en 2007; la primaria Sandy Hook en Newtown, Connecticut; un cine de Aurora, Colorado, en 2012 y cerca de la Universidad de California en Santa Bárbara en 2014.

Justamente este mes, un jurado sentenció a James Holmes por la muerte de 12 personas en Aurora, después de un juicio que hurgó en sus problemas mentales.

Aunque estos incidentes capturan la atención pública, existe un foco mucho menor en los problemas serios y sistémicos que aquejan al sistema de salud mental del país, dice Jeffrey Swanson, profesor de psiquiatría en la Facultad de Medicina de la Universidad Duke.

«Cuarenta por cierto de las personas con enfermedades mentales serias no reciben tratamiento, nuestros sistemas están fragmentados y sobrecargados», señaló Swanson. «¿Cuándo ponemos atención a esto? Cuando hay un tiroteo masivo terrible. Entonces las personas dicen ‘arreglemos el sistema»’, agregó.

Otro tema que preocupa se refiere a compartir información. Después de algunos asesinatos masivos, hubo relatos de profesionales de la salud que se estaban percatando de que una persona podría representar una amenaza y dudas sobre si esta información debe compartirse más efectivamente.

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