Río de Janeiro
DPA

Guiado por Neymar, Brasil comenzará mañana tal vez una de sus misiones más importantes en los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro: poner fin, de una vez por todas, a su histórica «doble maldición» en el fútbol.

tablaUn día antes de la ceremonia oficial de inauguración de sus Juegos, el equipo conducido por Rogério Micale, el sustituto del despedido Dunga, se medirá a Sudáfrica en el Estadio Mané Garrincha de Brasilia. Será el primer paso de un camino que no tiene otro objetivo más que colgarse el oro el 20 de agosto delante de su público en el legendario Maracaná.

El título olímpico es el único trofeo que falta en las vitrinas del pentacampeón mundial, pese a que estuvo en numerosas ocasiones cerca de lograrlo. Desde su primera vez en una cita olímpica, en Helsinki 1952, Brasil sumó tres medallas de plata (Los Angeles 1984, Seúl 1988 y Londres 2012) y dos de bronce (Atlanta 1996 y Pekín 2008).

«(Los Juegos de Río) son una gran oportunidad para hacer historia, para conseguir una medalla inédita para Brasil, que es la de oro», dijo durante la preparación Neymar, la gran figura de Brasil y uno de los principales rostros de los Juegos.

«Gracias a dios, yo soy medallista olímpico. Fui plata en los Juegos pasados y espero que esta vez pueda conquistar el oro», agregó el artillero del Barcelona, quien optó por disputar los Juegos en vez de la Copa América Centenario de Estados Unidos, donde Brasil sufrió una estrepitosa eliminación en primera ronda.

Pero no sólo el oro es lo que obsesiona al fútbol brasileño. La «Canarinha» intentará quitarse también otro estigma: el de no poder celebrar de local en una competencia importante tras la decepción mundialista de 2014 y el «Maracanazo» de 1950.

Nadie se acuerda ya en Brasil del título de la Copa Confederaciones de 2013, sepultado por el humillante 7-1 que Alemania le propinó a la selección local un año después en las semifinales del Mundial.

La derrota ante los teutones caló muy hondo en la percepción de los «torcedores» locales que, tras el Mundial, las tempranas eliminaciones en las Copas Américas de 2015 y 2016 y la marcha irregular en las eliminatorias sudamericanas, perdieron la confianza -e incluso el interés- en el equipo.

Mañana los locales tendrán su primera oportunidad de comenzar a recuperar el prestigio y encender el interés olímpico en Brasil con un choque aparentemente accesible ante Sudáfrica. El Grupo A lo completan Irak y Dinamarca, que en el mismo escenario darán inicio tres horas antes a las competiciones del fútbol masculino.

La jornada del jueves ofrecerá un programa intenso, ya que los 16 equipos del torneo entrarán en acción. Entre ellos México, que iniciará en Salvador la defensa del título olímpico ante Alemania, la campeona mundial, que regresa a unos Juegos tras 28 años. Por el mismo Grupo C se medirán Corea del Sur y Fiyi.

La convulsionada Argentina, bajo el mando de Julio Olarticoechea, se enfrentará a Portugal en Río de Janeiro por un Grupo D que también integran Honduras y Argelia. En la zona B, Colombia se mide a Suecia y Nigeria a Japón en la amazónica Manaos.

«Este torneo es fuerte», advirtió el volante brasileño Rodrigo Dourado, que ve a «un grupo de seis o siete selecciones que pueden pelear por las medallas», entre las que contó a México, Colombia y Nigeria, Argentina, Alemania y Portugal.

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