Roberto Ruano, el secretario de una asociación de propietarios de palcos del Estadio Azteca de la Ciudad de México y su pareja Eve de la Torre, presencian un partido de la Kings League en su palco preferencial, el sábado 4 de mayo de 2024. (AP Foto/Ginnette Riquelme)
Roberto Ruano, el secretario de una asociación de propietarios de palcos del Estadio Azteca de la Ciudad de México y su pareja Eve de la Torre, presencian un partido de la Kings League en su palco preferencial, el sábado 4 de mayo de 2024. (AP Foto/Ginnette Riquelme)

Roberto Ruano es propietario de un lujoso palco en el Estadio Azteca de la Ciudad de México donde él y su familia pueden ver partidos de fútbol y otros eventos con privacidad y comodidad. No planea renunciar a eso para la Copa del Mundo de 2026.

Cuando el estadio sea entregado a la FIFA para el torneo, que tendrá Estados Unidos, Canadá y México como coorganizadores del torneo, espera que el ente rector del fútbol mundial respete un acuerdo que data de la construcción del estadio hace seis décadas y que brinda a los propietarios de palcos acceso ilimitado a sus asientos por 99 años.

“Ya pagamos el derecho a estar allí cuando compramos el título y no puede haber restricciones para nosotros”, afirmó Ruano, de 61 años, que también es portavoz y secretario de una asociación de 134 propietarios de palcos. “Tenemos un título que nos respalda. No es tema de debate”.

Lo que no está claro es si el propietario del estadio y la FIFA lo ven así.

La FIFA quiere el control total de los estadios del Mundial 30 días antes del primer partido y siete días después del último. Pero la peculiar historia de cómo se compraban los palcos en el Azteca complica las cosas.

 

Para ayudar a financiar la construcción del estadio en la década de 1960, el empresario mexicano Emilio Azcárraga Milmo vendió palcos a inversionistas privados por 115.000 pesos, o alrededor de 9.000 dólares en ese momento, otorgando a los propietarios derechos de uso durante 99 años. Eso incluía acceso a partidos de fútbol, conciertos y otros eventos, incluidas las Copas Mundiales de México de 1970 y 1986, relató Ruano.

“No hubo problemas en 1970. Para el Mundial de 1986 nos querían fuera y nos reunimos con funcionarios de la FIFA, y nos permitieron usar nuestro lugar sin pago extra, así que hay un precedente para ello”, dijo.

Los palcos del estadio Azteca son un producto de lujo en la Ciudad de México. El precio actual de venta por un espacio de 20 metros cuadrados oscila entre 15 y 25 millones de pesos (entre 900.000 y 1,5 millones de dólares). Algunos propietarios los alquilan para eventos puntuales.

Ruano, cuyo padre compró el título del palco, dijo que tenía esperanzas de encontrar una solución para la Copa del Mundo de 2026 después de conversaciones con funcionarios del estadio la semana pasada, aunque aún no había ninguna propuesta concreta sobre la mesa.

Emilio Azcárraga Jean, actual propietario del estadio a través de la empresa multimedia Televisa e hijo de Emilio Azcárraga Milmo, dijo que esperaba que el tema se resolviera pronto.

“Para mi padre en ese momento era muy importante vender las cajas para terminar la construcción y hasta el momento no ha habido ningún problema previo con los dueños de las cajas. Intentaremos encontrar una solución”, dijo Azcárraga Jean a W Radio, propiedad de Televisa.

Cuando se le pidió un comentario, la FIFA dijo que estaba colaborando con las 16 ciudades anfitrionas de la Copa Mundial 2026, incluidos los planes de remodelación para el estadio Azteca, que pasará a la historia del fútbol como el primer estadio en albergar partidos en tres Copas Mundiales distintas.

“Los detalles específicos sobre el acceso de los aficionados y otra información sobre los partidos se anunciarán a su debido tiempo”, dijo la FIFA.

Los detalles de los planes de remodelación para la Copa del Mundo aún no están claros, pero Ruano dijo que algunos propietarios de palcos fuera de su asociación acordaron liberar sus asientos para el torneo de 2026 a cambio de mejoras de sus palcos y otros beneficios.

“Cada propietario tiene derecho a buscar lo que sea mejor para él”, dijo. “Pero ese no es mi caso, tengo derecho a estar allí y nadie puede obligarme a salir, sería como si alguien me obligara a salir de mi propia casa”.

 

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