Juan Antonio Canel Cabrera
Escritor

Hace algunos años, mientras comía chicharrón con yuca en la casa de Elías Valdés, se me ocurrió cucarlo con la siguiente pregunta:
—Elías: pasado tanto tiempo de publicada su novela Tizubín ¿está satisfecho con su oficio de escritor?

Se quedó pensativo un momento; luego respondió.
—Pues sí, estoy satisfecho con mi oficio de escritor. Aunque, «Ser escritor en un pueblo en el cual la gente casi no lee es, me parece, la primera gran desventaja de nuestro oficio. No es como el panadero, cuyo producto tiene demanda diaria y cobra por lo que vende, sea en el pueblo, en la ciudad o en la aldea. Aquí, no solo pocos son los que leen y, encima, uno tiene que regalar los libros. ¿Qué ventaja va a ser esa para un escritor? El trabajo del escritor se admira, pero no se remunera. Además, el oficio de escritor es uno de los que más constancia requiere. El panadero hace su pan, y ya; queda satisfecho y remunerado con la venta. En cambio, el escritor, para poder hacerlo, a la par que debe prepararse, leer bastante, ejercitarse y ser disciplinado, tiene necesidades básicas que satisfacer. Peor si uno es casado y tiene hijos; no se puede dedicar de lleno solo a la literatura; ¿de dónde saldría para que comieran los ischocos?

»Escribir es un oficio que se debe compartir con actividades y tiempo que le provean medios para poder subsistir. En mi caso, ya casado pasé unas pobrezas de la gran diabla. Yo me matrimonié con Zoila el 4 de julio de 1955; tenía 24 años de edad. Y ya viviendo con ella, hubo veces en que me las vi a palitos. Hubo una vez que no teníamos ni para el desayuno, no tenía para comprar un pan, estábamos muy pobres; ese día, Zoilita me dijo:
»—Elías, ¿qué vamos a desayunar? »—¿Por qué? —le respondí.
»—No tengo ni un centavo, ni para comprar un huevo.
»Antes un huevo costaba un centavo; la docena de huevos valía diez; cinco el litro de leche. Por suerte, una vecina me prestó dos quetzales para salir del apuro. No fue la única vez que me prestaron dinero para aliviar la pobreza, pero esa vez era tanta la angustia que sentí, que se me volvió inolvidable.

»Por esos días, para colmo, me cortaron la energía eléctrica por falta de pago. Claro que, después, todos esos momentos, emociones, penurias y demás situaciones de la vida son insumos para el escritor pero, mientras tanto, ¿de qué jodidos vive?

»Un escritor, no solo se nutre de las vivencias propias y ajenas; es un oficio en el cual, primero, se debe aprender la técnica. No es así nomás. Y, sobre todo, leer mucho. Como usted refiere que dijo Faulkner: el novelista debe tener «99% de talento, 99% de disciplina, 99% de trabajo». Es decir, tener el tiempo completo para pensar y escribir. Eso desalienta a muchos escritores. A esos tres elementos que menciona Faulkner, yo le añadiría pasión. Ese es un factor muy importante cuando un escritor no se puede dedicar a tiempo completo a escribir, crear y pensar. Es como la palanca que lo ayuda a uno a buscar todos los resquicios de la vida para sacarles tiempo para escribir. La consigna debe ser: escribir a como dé lugar. Por eso, el escritor que no tiene pasión por la literatura se desalienta ante las dificultades y pocos estímulos que la sociedad le muestra».1
—Elías, ¿usted podría vivir sin escribir?
—Mire, Juan Antonio, en lo personal, no podría vivir sin escribir. Lo jodido es que, después de terminar cada libro, uno se hace la pregunta: ¿para qué se escribe en un país donde la gente no lee? Fíjese usté, una vez en el parque me encontré a un maestro que, luego de su saludo, me preguntó que dónde podría conseguir mis libros. Emocionado, le dije que llegara a mi casa, que allí se los obsequiaría. Al presentarse en mi hogar, le obsequié un libro y le dije que, cuando lo leyera, regresara y le obsequiaría otro.
—Con tal de conseguir el otro, me imagino que lo leyó pronto.
—Qué esperanzas. Todavía lo estoy esperando.
Antes, a los dos gobiernos revolucionarios sí les interesó la educación y la cultura de nuestro pueblo y propiciaron las mejores condiciones para que esos dos factores se potenciaran.

Pero ahora, sin lectores y sin una política gubernamental para apoyar a los escritores y estimular a los lectores, la tarea para nosotros la debemos librar, prácticamente, solos. Uno tiene que escribir los libros, conseguir el pisto para pagar la impresión; luego, como la gente no compra libros, uno termina regalándolos. Lo peor es que ni regalado lee la gente. Y viene otra pregunta: Si la gente no lee ni compra libros, ¿de qué fregados vive el escritor?

—Entonces, ¿usted cómo le ha hecho?
—Pues cuando dejé el periodismo, me puse a trabajar duro. Fue así como hice unos centavos. Cuando ya tuve asegurados mis ingresos, entonces sí, me dediqué a escribir y a leer casi a tiempo completo. Cuando trabajaba, fíjese usté, tenía que robarle tiempo al sueño y escribir de madrugada.
—En un país de «neo analfabetos», ¿para qué o para quién escribe Elías Valdés?
—En primer lugar, no podría vivir sin escribir. Es mi pasión. En segundo, yo escribo para todos; por eso lo hago con un lenguaje sencillo. Más de alguno me leerá. Es mi pequeño aporte a la cultura.

Lo de escribir en un país donde no se lee, me quedó muy ejemplificado, en diciembre de 2015 cuando, Carlos René García Escobar, Dennis Escobar Galicia, Guillermo Paz Cárcamo y yo, asistimos al convivio anual que celebraba Elías. Se suponía que allí llegaba buena parte de los escritores y periodistas chiquimultecos; con Elías dispusimos que ese día presentaría mi libro Realidad y fantasía de Elías Valdés. Se reunieron más de cien personas. Dijimos que se vendería a Q. 35.oo cada libro. Y supusimos que los cincuenta libros que llevé se agotarían en un suspiro.
Craso error. Solo tres personas lo compraron.

Yo estaba encamchimbado. Al día siguiente, domingo, a eso de las 10:30, en el desayuno-quitagoma, le comenté a Elías lo de los libros. Él me dijo, con su paternal sonrisa y toda tranquilidad del mundo:
—Ay, Juan Antonio, ya le hablé de eso; acá la gente todo lo quiere regalado. No se preocupe; ahorita disfrute la comida y el traguito. Después tendrá tiempo para preocuparse de lo demás. ¡Salud!

1 Juan Antonio Canel, Realidad y fantasía de Elías Valdés, 2016, Guatemala, Págs. 89-90.

PRESENTACIÓN

Escribir sobre Elías Valdés, dedicarle un número de nuestra edición, constituye un acto de justicia.  Su vida ejemplar, su trabajo apasionado por las letras, su calidez humana y su sabiduría son algunos de los rasgos recordados por sus amigos, especialmente por los que llenan las páginas del Suplemento Cultural en fechas de su reciente desaparición física.
El escritor chiquimulteco asumió la literatura como compromiso e hizo de ella su vida.  Por ello publicó abundantemente y testimonió su importancia a través de los conceptos vertidos (ahora expuestos) en este número.  Sus colegas, los colaboradores de este semanario, valoran al ser humano, pero sobre todo estiman el significado de la obra de un escritor juzgado fundamental para las letras nacionales.
La monografía que presentamos sobre don Elías no habría sido posible sin el esfuerzo fundamental de Juan Antonio Canel Cabrera.  El escritor hizo fecunda la idea de otro gran colaborador de nuestras páginas, Guillermo Paz Cárcamo, quienes no dudaron en agradecer la amistad del homenajeado en un acto considerado de justicia.  Desde estas líneas damos gracias a su empeño, cercanía y ejemplaridad en materia de calidad humana y moral.
Para cerrar la presentación, dejo a usted las estimulantes palabras del Padre Milton Jordán Chigua, apropiadas para introducirnos en la lectura de nuestro material.
“Hay temáticas que vale la pena estudiar y profundizar en la obra de don Elías: Las fuentes de su inspiración. La flora y la fauna. La dimensión religiosa. El machismo. La dimensión sexual y erótica. La denuncia. El papel de la mujer. La familia. Los valores morales. Los antivalores. Su obra permite un análisis variopinto sobre diversos temas. Escribe en diversos géneros literarios, siendo los más frecuentes: la novela de tipo testimonial e histórica. En la dimensión existencial, autobiográfica, don Elías ejercita, el Cuento, las estampas urbanas y rurales, las vivencias, anécdotas, etc”.

Eduardo Blandón

 

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