Marcela Rodríguez Uceda

En su libro Costumbres en Común, el historiador E.P. Thompson, señala que «La costumbre es la segunda naturaleza del hombre». La Semana Santa en Guatemala es comida, olor, sonido, procesiones y películas. El dogma católico en la representación teatral de la pasión y muerte de Cristo, tiene varios elementos, los cuales evolucionaron a partir de la segunda mitad del Siglo XX, años en los que el cine de Hollywood también desarrolló producciones cinematográficas ostentosas y de calidad en respuesta a la moda de la televisión. De estas producciones, surge en 1959 la tercera versión de Ben-Hur, un Relato del Cristo. Para la Guatemala de las décadas siguientes, la televisión comenzaba su expansión en los hogares o los cines rodantes llegaban a las diferentes zonas en época de Semana Santa a proyectar estas películas americanas con temas bíblicos y épicos. Una forma de catequesis en medio de la guerra, una tregua al conflicto durante unos días, una forma de distracción.

Dentro del imaginario cristiano de nuestra sociedad, tanto Ben-Hur como Los Diez Mandamientos (1956), son las películas por excelencia de Semana Santa, por lo que ya se ha vuelto una costumbre esperar la permanencia voluntaria. La naturaleza del jueves y viernes santo es de guardar el duelo del señor. Esos días no se escucha música mundana, no se ve televisión e incluso todavía se guardan la tradición de no bañarse para ‘no volverse pescado’. La comida, por supuesto, es otro aspecto invariable y así mismo se han vuelto los filmes sobre temas de Dios. En más de algún día, antes del Domingo de Resurrección, se debe tener un tiempo familiar para ver estas dos o las que estén en cartelera. Lo único que quedaba por hacer -antes de la era digital y aparte de ir a las procesiones-, era leer, escuchar la Radio Ciros o ver películas. Dado a que no existía todavía televisión por cable sino hasta 1984, todos estaban a merced de los mismos dos canales o bien de ir a donde el vecino a ver la TV.

La trama de Ben-Hur es siempre recordada por la gallardía y el auxilio de Jesús al protagonista en un momento donde parecía fallecer. Sin embargo, con el paso de los años y la madurez humana, la película y sus diálogos se incrustan más y más en el imaginario de la grey y del público del buen cine, volviéndose de tanta costumbre una tradición. El Technicolor, sería una maravilla hacia los años 50 y 60 en Guatemala, por lo que el impacto de estas tantas películas ha sido trascendente. Cinematográficamente, la película de William Wyler, ganadora de 11 Oscares de la Academia de las Artes y Ciencias Cinematográficas -AMPAS-, es un conjunto de heroísmo, venganza, conversión, arrepentimiento, prepotencia, destino, suerte, amor y esperanza, por mencionar algunas. Todos sentimientos humanos, que es lo que buscan proyectar o transmitir las películas. Ben-Hur lo tiene todo. En el circulo de devotos cargadores y de nuestras ‘abuelas y madres’, esta película es la favorita. Al preguntarle a mi madre su opinión de esta y otros títulos, su respuesta fue: «Ben-Hur, eso ni lo dudes». Al igual que a unos cuantos amigos josefinos, recoletos, dominicos, mercedarios, cucuruchos; la respuesta fue la misma, salvo uno de quien me compadezco. Es decir que, en nuestro imaginario, la Semana Santa no existe o pierde parte de su misticismo actual -para muchos-, sin poder ver la carrera de cuadrigas en el circo.

A propósito de la Pandemia, la madre y la hermana del protagonista se vuelven ‘leprosas’, por lo que nos muestran parte de la discriminación de la sociedad y el miedo a dicha enfermedad cutánea. Muy similar al miedo social que se apoderó de todos por el Coronavirus. Las similitudes que da la historia siempre son impresionantes. Es repetitiva. Si bien no toda la película puede ser fidedigna, en cuanto a las ciencias históricas se refiere, da muchos datos relevantes como la forma de organización romana: tribuno, cónsul, centurión, gobernador, César; el comercio y rutas marítimas, la esclavitud, la aristocracia, el clima y un largo etceterado. Impulsando a más de alguno de nosotros a leer o involucrarnos en la rama de las ciencias sociales.

Todos los elementos que confluyen para el desarrollo de la trama son excepcionales desde un punto de vista artístico, siendo la musicalización de esta película una obra magistral de los soundtracks. Toda la película es, coloquialmente dicho, algo bien hecho.

Los diálogos

En la única categoría en que la película perdió el Oscar fue en la de Mejor Guion, basado en material de otro medio. La adaptación del libro ha sido llevada al cine en cuatro ocasiones: 1907, 1925, 1959 y 2016, siendo la segunda la inspiración para el escuadrón de romanos de San José, creciendo exponencialmente gracias a la versión del 59. Pero, regresando al tema del guion, la traducción al español da ese toque cultural necesario para reafirmar la interpretación de los personajes. «¡Trátalo como tal!» frase de Mesala a un centurión para la cordialidad que debe recibir Judá, en las primeras escenas, no tiene el mismo impacto en el lenguaje original. Ni la pelea posterior que desencadena el pleito de estos dos personajes:

-Judá ¿o estás conmigo o en mi contra? No tienes otra salida. O estás a mi favor o en contra mía. -Si tengo que elegir, debo estar en contra tuya.

Otro de los diálogos relevantes e impactantes que logra la cinta, llevando al protagonista a ser una persona que buscará venganza por el odio y resentimiento, y de quien se espera que cumpla su palabra en el desarrollo de la trama, es cuando es condenado:

-Permita Dios mi venganza. Le pediré que vivas hasta que regrese.

¿Qué regreses?

Todos hemos conocido a uno o varios Mesala en la vida o todos a un Judá o en algún momento hemos sido nosotros uno de los dos. No somos perfectos ni celestiales y es la creencia de muchos con una nueva cultura del cucurucho, en ciertos colectivos y círculos. Concluyo que este es el apego a esta producción: la semejanza con la cotidianidad de nuestra vida con la trama de la película. La discriminación, racismo, revanchismo, cinismo y demás sentimientos humanos se plasman en los diálogos -grabados en nuestra memoria-:

-Pero ¿cómo controlas su mente? ¿Cómo controlas ideas? En especial una nueva.

-Si quieres vencer una idea, yo te diré como: con otra idea.

-…Y no olvides lo mejor de todo: tu presencia.

-Tus ojos están llenos de odio 41. Excelente, el odio te mantendrá con vida.

-Baltazar es un buen hombre. Pero hasta que todos sean como él hay que afilar las espadas.

-Habrá alegría en la casa. Celebraremos entre el polvo y las telarañas.

-¡Búscalas Mesala! Regrésamelas y olvidaré lo que juré con cada golpe del remo al que me encadenaste.

-¿No se los he dicho? Que tonto he sido. El príncipe de Hur: Judá Ben-Hur.

-4 a 1 jeque. La diferencia entre un romano y un judío. O un árabe.

-Crucé este espacio y hablé con amistad, como hablaría con Arrios. Pero cuando asciendo las escaleras me convierto en la voz del César, listo para destruir a los que retan su autoridad (…).

-Triunfo completo Judá. La carrera ganada y el enemigo destruido.

-No existe el enemigo.

-Tu pareces ser ahora lo mismo que querías destruir (…), ¡Se diría que ahora tu eres Mesala!

-Cayó una teja de esta azotea hace tanto y sigue cayedo.

-Quisiera dejar de sentir y de pensar. Pero no puedo lograrlo.

-No temas. El mundo está más allá de lo que conocemos.

Todas estas no tienen mucho sentido sin la imagen, el color y la escenografía de cada una. Por lo que, espero respetable lector, vea -nuevamente- la película y encuentre cosas que no ha visto en ella o cambie su forma de ver a los desposeídos, vulnerables y sufridos, porque: ¿no es esa la enseñanza de Jesucristo? Judá y Mesala son dos personajes normales, hombres. Con decisiones, sentimientos, ambiciones y creencias. Los romanos supersticiosos: «Larga vida joven Arrios, y la sensatez para vivirla» y los judíos con su dios: «No aceptaré que Dios me haya dejado vivir 3 años para morir encadenado a un remo». Esclavos de un sistema como cada uno de nosotros, leprosos ante el padecimiento de cualquier enfermedad, condenados por la injusticia. A todos nos puede pasar.

Esta costumbre de Ben-Hur, una tradición del Siglo XXI, forma parte del imaginario colectivo y del boato de la semana mayor. Su impacto tanto en las procesiones, con la representación de los Romanos, como con el contexto histórico y social de Jesucristo, la hacen un elemento de nuestra cultura de Semana Santa, aceptada y adoptada de otras en común: «No ha terminado Judá. La carrera no ha terminado». A la memoria de mi abuelita Josefina, quien siempre llamaba para avisar: «Están pasando Ben-Hur en el 3».

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