José Manuel Fajardo Salinas
Académico e investigador UNAH

Si bien su nombre artístico no fue Sissi, quizá fue su apelativo escénico más reconocido por interpretar en varias entregas la vida de la famosa reina europea del siglo XIX (Isabel de Hungría, 1837-1898). En realidad, su nombre era Romy Schneider, y formó parte de ese grupo de divas de la primera parte del siglo XX que inmortalizaron con sus películas la transición del cine en blanco y negro al cine en color, como Vivien Leigh o Hedy Lamarr. Ahora bien, ¿qué relación puede tener esta actriz con los llamados “agujeros estructurales” en los procesos de Desarrollo humano? En realidad, no hay mayor relación que la creada por la imaginación viendo una de sus primeras interpretaciones en celuloide, me refiero al filme titulado “La panadera y el emperador” (título original: Die Deutschmeister).1 A continuación presentaré una sinopsis personal de la trama y luego, comentaré cómo la secuencia de acciones escenificadas por la actriz austriaca puede considerarse como un buen ejemplo de lo que técnicamente son los “agujeros estructurales”.

 

Si bien su nombre artístico no fue Sissi, quizá fue su apelativo escénico más reconocido por interpretar en varias entregas la vida de la famosa reina europea del siglo XIX (Isabel de Hungría, 1837-1898). En realidad, su nombre era Romy Schneider, y formó parte de ese grupo de divas de la primera parte del siglo XX que inmortalizaron con sus películas la transición del cine en blanco y negro al cine en color, como Vivien Leigh o Hedy Lamarr. Ahora bien, ¿qué relación puede tener esta actriz con los llamados “agujeros estructurales” en los procesos de Desarrollo humano? En realidad, no hay mayor relación que la creada por la imaginación viendo una de sus primeras interpretaciones en celuloide, me refiero al filme titulado “La panadera y el emperador” (título original: Die Deutschmeister).1 A continuación presentaré una sinopsis personal de la trama y luego, comentaré cómo la secuencia de acciones escenificadas por la actriz austriaca puede considerarse como un buen ejemplo de lo que técnicamente son los “agujeros estructurales”.

La citada película inicia en un paisaje de ensueño, de esos que aparecen en los afiches de calendario ambientando la época navideña: grupos de familias descienden de sus aldeas, ubicadas montaña arriba, cantando canciones folclóricas a lo largo de verdes praderas con un fondo de montañas nevadas y se dirigen a la plaza de un pueblo que está de feria. En medio de la masa campesina avanza una chica de bello semblante y llega junto a unas amigas al centro del lugar, donde hay variadas diversiones: bailes, juegos, venta de comidas, etc. Dentro de todas las atracciones, hay una que llama mucho la atención: un paisano invita a los circunstantes para que un lorito les presagie el futuro a través de una carta mágica, donde quien se anime, obtendrá pistas de sucesos que le van a ocurrir en lo próximo. Las chicas que acompañan a Constanze (o Stanzi, como es nombrada usualmente en la película) tienen sus reservas, pero ella no, así que paga el precio, y el ave agorera elije una carta del conjunto ofrecido por su dueño, este la entrega a Stanzi y ella corre a una banca para leer con sus amigas lo que le depara el destino. Se sorprende por el anuncio de viajes y encuentros con caballeros desconocidos; además, hay escrita una serie de números cabalísticos que, según avance la trama, irán apareciendo y que confirman para Stanzi la veracidad de la papeleta mágica.

Stanzi adivina que debe salir de su aldea y viajar a la capital, Viena, para que se desencadenen los sucesos presagiados, y así lo hace. De llegada a la ciudad, y de modo totalmente inesperado empiezan a acontecerle sucesos como ingresar sin invitación en un baile de alta sociedad y danzar con un príncipe, ser confundida con una condesa, y posteriormente, empezar a trabar amistad con un joven oficial que toca el tambor en la banda imperial. En cada evento Stanzi va reconociendo las predicciones de su papeleta de la suerte y confirmando sus augurios. Luego, y después de haber creado una complicación en el intento de dar a conocer al emperador de Austria las capacidades artísticas del joven oficial recién conocido, Stanzi consigue en la audiencia semanal concedida por el monarca Francisco José I, no solamente salvar esta situación, sino que una nueva marcha musical escrita por este oficial anónimo sea tocada en un magno desfile marcial, y que, además, el emperador lo llame personalmente para darle las gracias por tan buena composición. Y las palabras de Francisco José I, que prácticamente cierran la película, son la mejor conexión con la referida idea de “agujeros estructurales”, ya que este dice: “…y también quiero darle las gracias a su pequeña descubridora, sin cuya ayuda esta marcha tal vez no hubiera llegado a nosotros”.

Entonces, con esta pista, discurro ahora en el significado del término “agujeros estructurales”. En lo básico, son un modo de figurar las relaciones de comunicación de información valiosa que puede cruzarse entre grupos de distinto rango y nivel social. Ello ocurre en la película de modo supremamente visible cuando una campesina de una incógnita aldea de Salzburgo puede establecer contacto con nada más y nada menos que un emperador austriaco. ¿Qué rica virtualidad guarda tal tipo de encuentro?

Para comprender lo anterior hay que ir a la noción de Capital social, que representa una vía válida para revitalizar el modo de entender el Desarrollo humano. Si bien en sus inicios el concepto de Desarrollo humano se concentraba fuertemente en factores de tipo económico para medir el bienestar de las sociedades, la reflexión contemporánea acentúa más bien lo que da verdadero soporte a lo económico y a los distintos tipos de relación que acontecen en los procesos de potenciación de lo humano, estos son, los valores de la confianza, el respeto, la honradez, la fe en la palabra empeñada, etc. En la medida que dichos valores se fomenten y se consoliden en un colectivo, aumenta el Capital social correspondiente y se verifica de modo múltiple y versátil el evento del Desarrollo humano.

Ahondando un poco más en el proceso, es útil la distinción entre los distintos tipos de Capital social, de este modo, y para nuestro interés preciso, vale distinguir el capital social de vínculo (que ocurre entre las personas que por herencia o lazos fuertes, comparten ciertas características que los relacionan de modo frecuente y estable), y el capital social de puente (donde la relación social no es tan cerrada, sino que las personas más bien poseen pocas características sociales semejantes, sus relaciones son asimétricas, poco frecuentes, y en cuanto a posesión de recursos, manejan diferencias significativas).

Pues bien, de acuerdo con el teórico Ronald Burt,2 no son tanto las relaciones del capital social de vínculo, sino las de puente, las que favorecen la calidad de las redes sociales que propenden al Desarrollo humano. ¿Por qué? La explicación está en que si bien en la relación social de vínculo, los lazos cercanos favorecen el traspaso de información entre pares, este cúmulo de datos es usualmente rutinario pues repite patrones compartidos. En cambio, cuando el intercambio de información se da entre personas de distinto ámbito social, hay mayores ventajas comparativas con relación al resto que no tiene esta información, pues los datos son novedosos, y las probabilidades de acción se amplían para quienes poseen este conocimiento. Ellos son los poseedores del Capital Social y lo multiplican entre mayores relaciones fomenten con grupos sociales disimiles. El canal por el cual esta información oportuna se transmite es lo que Burt llama “agujeros estructurales”, pues forman una especie de conducto a través del cual los datos cruzan de un lado a otro de la estructura social. Si se aprovechan dichos agujeros, y se fortalece el intercambio de conocimiento, se generan “conexiones de puente” que asocian a sujetos sociales de grupos distintos, con lo cual la ventaja es grande ya que hay producción de Capital Social.

Entonces, la clave del Desarrollo humano está en el incremento del Capital Social, estimulando no tanto las conexiones sociales estrechas, sino más bien, las formas de intercambio de datos entre actores sociales disimiles, dando oportunidad especialmente a entrar en la corriente comunicativa a aquellas poblaciones más marginadas de las riquezas ofertadas por la sociedad de la información. Ello corre al compás de la definición de Desarrollo humano que viene del PNUD: “El proceso de expansión de las capacidades de las personas que amplían sus opciones y oportunidades” (cónsono con la idea de “aumento de libertades” proclamado por Amartya Sen).

Gracias a esta síntesis conceptual, es posible repasar la historia de “La panadera y el emperador” anotando los “agujeros estructurales” y “conexiones puente” que asoman. Así, el propio personaje de Stanzi constituye por sí misma un “agujero estructural”, ya que como lo reconoce el emperador en las palabras transcritas anteriormente, ella permitió el descubrimiento de la riqueza artística de un anónimo oficial, que seguramente nunca hubiese sido reconocido sin su concurso. Para la idea de “conexión puente”, es ilustrativo el contexto en el cual Stanzi logra conversar directamente con el emperador, y es la audiencia semanal, costumbre imperial por la cual el emperador dedicaba un día de la semana a entrevistas directas con la población popular para escuchar de primera mano sus dificultades y procurarles una solución expedita. Tanto en un caso como en el otro, es visible que hay intercambios informativos entre personajes distantes en el orden social marco, y como resultado de ello, posibilidades de cambios favorables para las personas. Sería posible repasar con mayor detalle la trama y seguir descubriendo estos elementos, pero en su lugar prefiero analizar dos dimensiones que sintonizan con todo lo anterior y que también se asocian a los “agujeros estructurales” y a las “conexiones puente”.

Como primera dimensión destaco la fe de Stanzi, entendiendo la fe como la capacidad de percibir lo que no es captable por los sentidos, al estilo de la definición brindada por San Pablo: “la fe es la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve” (Hebreos 11:1). Se puede extender este significado, pensando que cuando se cree realmente en algo, hay seguramente pocas pruebas que indiquen la factibilidad de lo esperado, y ello irónicamente, hace creer más…; en el caso de Stanzi, ello se simboliza con la carta elegida de modo aleatorio por un lorito amaestrado. Sin embargo, la idea de que algo sorprendente e interesante estaba por ocurrir, fue jalonando las iniciativas de Stanzi hasta llegar a resultados insospechados. ¿Cómo dos figuras tan dispares y lejanas como un emperador austriaco y una pobre aldeana iban a coincidir en algo fuera de vivir en el mismo país? Es aquí cuando el creer demuestra toda su potencia para cambiar esquemas fijos y realidades desconectadas en apariencia. Por ello, la convicción en un futuro promisorio puede constituirse en un “agujero estructural” en cuanto alienta la realización de imaginarios dichosos.

Ahora bien, no basta el creer, pues otros elementos se deben dar cita para los cambios, y son las capacidades, los dones, las riquezas humanas que están dispersas y como ocultas en las personas y los grupos humanos de las formas más diversas, lo cual entiendo como una segunda dimensión complementaria a la anterior. Así, la capacidad musical del joven oficial era un bien, pero estaba bastante distante de poder lograr un espacio de expresión como el que alcanzó gracias a la intervención de Stanzi. De este modo, es clave comprender que poco vale alentar escenarios promisorios, ya sea en lo particular o en lo colectivo, si al mismo tiempo no se invierte en maneras de sacar a la luz y exponer públicamente las fuerzas de positividad y logro que descansan en las vidas humanas del entorno social. Crear mediaciones institucionales para que esto se visibilice equivale a consolidar “conexiones puente” que impidan mantener lo bueno en el anonimato.

Entonces, y concluyendo, más allá del valor fílmico de un sencillo clásico del cine del siglo XX, es posible recurrir al ejemplo propuesto para pensar que un cambio en positivo para nuestro hoy centroamericano y latinoamericano camina por creer que dicha transformación es posible, y por la conformación de “agujeros estructurales” y “conexiones puente” pertinentes para ello. A 200 años de la independencia política de España que recordamos en 2021, parece no ser del todo claro qué activará la fe en un mañana mejor, ni qué instancias favorecerán una institucionalidad que rescate lo mejor de nuestra posibilidad histórica. Lo cierto es que planteárselo reflexivamente ya es un buen principio, ojalá que estas líneas favorezcan tal directriz de acción.
1 Enlace: https://www.youtube.com/watch?v=HWqLlZnlumU
2 OEA-BID. (2008). Curso ¿Cómo Enseñar Ética, Capital Social y Desarrollo en la Universidad? Estrategias de Responsabilidad Social Universitaria.

PRESENTACIÓN


La reflexión sobre el desarrollo humano expresada en teorías que explican su naturaleza es fundamental para la comprensión de los procesos que la constituyen.  Entender esos mecanismos puede favorecer políticas generadoras de posibilidades nuevas de beneficio común en un Estado.  En eso consiste su valor interpretativo.

El texto central de nuestro suplemento, con base a lo anterior, presenta el interés del filósofo en el tema.  Fajardo Salinas ejemplifica, a partir de la historia de “La panadera y el emperador”, la importancia de los “agujeros estructurales” y las “conexiones puentes” en la consecución del desarrollo.  Afirma una modalidad que pasa también por “creer” en la transformación a partir de la estrategia sugerida.

En una de sus ideas centrales dice lo siguiente:
“La clave del Desarrollo humano está en el incremento del Capital Social, estimulando no tanto las conexiones sociales estrechas, sino más bien, las formas de intercambio de datos entre actores sociales disimiles, dando oportunidad especialmente a entrar en la corriente comunicativa a aquellas poblaciones más marginadas de las riquezas ofertadas por la sociedad de la información”.

En nuestra edición hemos dado la palabra también a Fernando Mollinedo y a Hugo Gordillo, ambos colaboradores habituales de nuestra publicación y portadores de sensibilidad y formación profesional distinta.  Mollinedo nos presenta los “Datos curiosos de la Ciudad de Guatemala”; Gordillo, sus cuentos “Brevísimos”.

Al considerar el contenido preparado para usted, deseamos contribuir al enriquecimiento de su imaginario conceptual, su sensibilidad humana y gusto por los géneros incluso a veces transgresivos.  Pero no nos basta con ello, queremos transformar su conducta moral de modo que la crítica lo alcance y le mueva a operar desde modelos alternativos, ya sabe, los que se
encuentran en las antípodas de nuestra contemporaneidad.  Ojalá que así sea.

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