Omar Sandoval
Escritor

Nació en la Ciudad de Guatemala en octubre de 1955, hijo de padre oficinista y madre maestra en corte y confección. Vivió de niño el inicio del conflicto armado interno, y ya de joven, su época más álgida. Su interés en la literatura data de los 9 años, cuando leía sus primeros libros; comenzó a escribir poesía a los doce años. Ha publicado en Prensa Libre (Rincón poético) junto con Humberto Ak´abal, luego en el suplemento “La Teluria Cultural”, dirigido por Carlos René García Escobar, en el Diario La Hora, y en la revista Horas Extras. Miembro del grupo literario Vértice con el que hacían lecturas de poesía en “La Bodeguita del Centro”. Médico de profesión y escritor de poemas, ensayos y relatos. Miembro de la Asociación de Médicos Escritores. Actualmente, colaborador de la Revista Luna Versos de Plata.


¿Qué haces Óscar?

A Óscar, y a todos los médicos
que han muerto en el frente de batalla.

«Alfonso: estás mirándome, lo veo»
César Vallejo, Poemas Póstumos
Estás ahí, solo, en ese largo pasillo de la vida,
de tu rostro alcanzo a ver sólo tus ojos
con tu mirada adusta y tu corazón de minero
porque estás en ese interminable túnel
sintiendo el aliento de las almas que se van
de este miserable territorio de la infamia.
En ese instante no sabías lo que vendría
o acaso tu mirada era un adiós anticipado
no sabías que también tu levarías las velas de tu alma
y cual barco vikingo te adentrarías en las profundidades
de ese mar de hielo con su cielo de plomo.
Te fuiste, Óscar, con los tuyos
con esos hermanos tuyos de tu pueblo
a algunos llevaste, ¡oh gran capitán!
a litorales seguros, a la otra orilla,
a esos manantiales tan firmes de la vida
y cómo buen capitán te hundirse con la nave
de tu alma noble de incansable entereza.
¡Qué van a saber los políticos- arpías
de nobleza, de ser un alma de roble y a la vez de geranio,
de dar la vida por sus hermanos como lo hizo Cristo!
Ellos se ceban los bolsillos de mezquinas monedas
pero sus almas serán juzgadas algún día
y en ese juicio estarán las almas de aquellos desvalidos.
Serán juzgados también por todos los hombres de Nínive
por las gentes de Sodoma y de Gomorra
porque son peores.
Pero tú, Óscar, te fuiste cadencioso,
con el sigilo de las dalias
con tu espíritu sediento de aguas y de ríos de bondades.
Y si pudiera, Óscar, te daría un fuerte abrazo
y agotaría con las aguas de esos mares gélidos
de tu partida
estas mis lágrimas masculinas y sinceras
porque me duele que hayas muerto, Óscar,
vestido con tu atuendo celeste de médico guerrero.
¡Me duele tu muerte hasta el dolor y hasta la ira!
Algún día te alcanzaremos,
quizás también en nuestras barcas.
Y tal vez seamos dignos, como tú, de ir más allá de nuestras cómodas mentiras
y entonces sí te abrazaremos, y cantaremos con tu voz
y bailaremos con vos esa bachata que tanto te gustaba
y volveremos a reír cual camaradas, Óscar, ¡te lo juro!

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