Enán Moreno
Escritor

Al principio el hecho pasó inadvertido, pero pronto fue tema obligado de conversación, y los vecinos no tardaron en exigir a las autoridades la captura de los responsables. Pasados los días, sin embargo, la palabra escrita en las paredes seguía apareciendo, y no había ninguna captura. El vecindario entonces decidió organizarse. Se acordaron dos acciones prioritarias: limpiar y vigilar. Cada mañana era borrada la palabra escrita por toda la ciudad, y durante la noche se vigilaba desde las ventanas y los techos.

Lo preocupante ya no era que se mancharan paredes de casas y edificios que, en algunos casos, eran monumentos nacionales o lugares de respeto, sino que tal palabra o signo escrito fuera una clave o señal de alguna secta o grupo clandestino, cuyos propósitos no podían ser sino maléficos.

Ante la falta de resultados, un clima de temor e incertidumbre se fue apoderando de la ciudad, y autoridades y vecinos convinieron en redoblar la vigilancia.

Por fin los esfuerzos fructificaron. Una madrugada fue capturado el culpable: se trataba de un vecino común e inofensivo. Durante el interrogatorio confesó que estaba a punto de volverse loco y ya quería entregarse, que él mismo no sabía qué significaba esa palabra que cada noche lo obsesionaba sin dejarlo dormir, y que solo sentía alivio saliendo a escribirla en las paredes de la ciudad.

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