Norma Yurié Ordóñez
Escritora

Norma Yurié Ordóñez Pineda (guatemalteca) es diseñadora gráfica de profesión. Realizó estudios de Cinematografía en Casa Comal Escuela, 2009. Mención honorífica, concurso de microficciones basadas en una frase de Carlos Fuentes, Los Buc Buc, 2012. Segundo lugar, categoría cuento, “Don Simón”, Primer Premio Nacional de Literatura para Nuevos Escritores, Diario de Centro América y Tipografía Nacional, 2013. Cuentos en antologías: “Viaje a la oscuridad”, Editorial Mexicana Lengua de Diablo, 2015 y Antología Centroamericana de minificción “Tierra Breve” (El Salvador), 2018. Ha publicado, además en revistas como Fantastique, Ek Chapat, Reminiscencia e Ibídem (México) Plesiousario (Perú).

El hombre corría con dificultad en la aridez interminable,
sus pensamientos bullían como demonios enajenados; a
sus espaldas, detrás de las colinas, yacían los cuerpos de
los otros dos hombres.
Hacía tiempo habían perdido contacto y no quedaban
provisiones para todos…
Solo, se sintió invisible en la vastedad, libre de culpas,
pensó en el viaje de regreso.
Nadie sabía lo que había hecho. Estaba en un lugar en
el que no había seres ni parámetros morales para juzgarlo.
Inició el viaje.
Ráfagas perturbadoras lo dominaban, tenía miedo, no
podía suprimir su naturaleza humana.
Súbitamente la nave se adentró en una zona desconocida, absorbida sin destino por una energía primero invisible y después oscura que lo envolvía todo.
Sus temores la alimentaban a una velocidad vertiginosa, la energía sabía lo que pensaba. Estaba viva.
Una opacidad inconmensurable lo tragó todo.
Sin saberlo había terminado su viaje a la oscuridad.
Pese a los principios teológicos el infierno estaba en el
firmamento.

Publicado en Antología “Viaje a la oscuridad” de Editorial Mexicana Lengua de Diablo, 2015.

Sospecha*

Cuando desperté encontré el libro que estaba escribiendo, abierto y en blanco. Todas las cosas del departamento destruidas, la puerta abierta. Empiezo a recoger todo. Me siento y pienso que parte de la historia no le habrá gustado esta vez a mi personaje.

Publicado en Revista Peruana de Ficción Breve Plesiosaurio No. 10, 2018.

Acepte usted el encargo

Conocí a Pablo en la Escuela de Arte aunque disentíamos por su fuerte afición al ocultismo. Todos lamentaron las inexplicables circunstancias de su deceso pero, debido a sus extravagancias de carácter, nadie tenía la certeza de que aquello hubiera sido accidental. Días después, inesperadamente, me llamó una antigua amante suya citándome en un café alejado del centro.
Desde que la miré sentí un leve aturdimiento que fue agravándose al anochecer con los enigmáticos detalles de la conversación. Parecía que estaba repartiendo sus pertenencias, pues insistió en darme una pintura empapelada del difunto.
Al regresar al edificio, aún perturbado por la impresión que me provocó una de las viudas de Pablo, desenvolví la pintura y me puse a examinarla quizá por puro morbo o porque no tenía nada mejor que hacer.
Tuve la sensación de que los colores se mezclaban tornándose figuras inquietantes que finalmente adquirieron la forma de la mueca aterrada de Pablo al morir.
Sintiéndome sofocado y al borde del ahogo, me incliné desorientado en el balcón.
Antes de perder el equilibrio y caer, vi que la ex amante de Pablo, ansiosa en la esquina, sosteniendo otra pintura empapelada, aguardaba.

Publicado en Revista Fantastique. (México, 2019).

La sombra inconforme

Se extendía inmutable bajo el árbol.
A pesar de su sobria existencia, esta sombra era distinta, le daba por divagar en amargas meditaciones y tendía a la introspección.
Se quejaba cuando el sol cambiaba de posición o cuando el movimiento de las hojas filtraba las centellas que alteraban su forma.
Al llegar el ocaso, su neurosis aumentaba pues recordaba el viejo cliché que la asociaba con el lado oscuro humano y las malas intenciones.
Por las noches, bajo la luz de la luna, las otras sombras la escuchaban refunfuñar en medio de la oscuridad.

Publicado en Revista Peruana de Ficción Breve Plesiosaurio No. 11, 2019.

Recuérdenme ustedes, yo solo subí al bus

Me conducen hacia un bus.
Al entrar veo rostros desconocidos… aunque examinándolos, sus facciones, complexión y ademanes me resultan muy familiares.
Reconociéndome, voltean con aire amenazante.
No sé si es una ensoñación provocada por el cansancio o por la amnesia.
El reflejo de la ventana devela mi ropa de dormir; sin embargo, en mi condición de escritor obsesivo tiendo a olvidar esos detalles con frecuencia.
Advierto que miran con ansiedad el cuaderno de notas que sostengo. Sin duda hay expectación sobre mí.
Pese a que me observan al acecho, por momentos me da la impresión de que pudiera adivinar quiénes son y sus próximos movimientos. Como si su existencia dependiera de mí.
Veo la silueta de un hombre aproximarse, tornándose nítida y corpulenta.
Sacudiéndome del asiento a manera de flash back mi visión defectuosa distingue con horror uno de mis personajes más peligrosos, mientras otros dos mafiosos de los que he ejecutado en la novela me sostienen con rudeza.
Suplico al chofer, acelera al reconocerme. Lo recuerdo como un convicto.
Siempre he pensado que la pluma es una especie de “vara de Dios” que da y quita la vida a los personajes, les atribuye un destino inapelable, a veces hasta siniestro en la versión final…
Sacan una pluma, me coaccionan a escribir, con letra mal hecha logro modificar la última línea:
El autor se lanza del bus en movimiento y muere.

Artículo anteriorEtihel Ochoa López
Artículo siguienteEl Cristo del Padre Gabriel