(El Héroe de San José Chacayá)

Leonidas Letona Estrada

Escritor

San José Chacayá es un lindo pueblo enclavado en el altiplano sololateco, rodeado de verdes colinas, bosques de pino, encinos y altas montañas que cobijan la neblina en tardes apacibles. Sus habitantes labran la tierra produciendo gran cantidad de verduras que surten los mercados del departamento de Sololá.

Allí nació don Ciriaco Ajú más o menos allá por el año 1917 y en aquellos tiempos celebraban las fiestas cívicas con gran pompa, con gran lujo. Una marimbita cantonal frente al juzgado, hoy edificio Municipal, amenizaba el día con melancólicos sones cakchiqueles, no faltaba el tambor y la chirimía que deleitaba con estridentes ecos a los pocos vecinos que se acercaban curiosos para indagar de qué fiesta se trataba.

El Intendente Municipal obedecía las órdenes que emanaban de la cabecera departamental a través del jefe político, militar que cuando ordenaba algo se cumplía so pena de reportar la desobediencia. Pues bien. El juzgado municipal lucía en aquel 15 de septiembre de 1935 de gala, su corredor cubierto con alfombra de verde y aromático pino, colgantes de enredaderas de granadilla de monte y hojas de pacaya en cada pilar. Al Intendente se le ocurrió organizar una maratón desde Santa Lucía Utatlán a San José Chacayá y la meta en plena ciudad de Sololá. El recorrido a través de una “carretera” que más parecía un cauce de río seco, lleno de lodo, pedruscos, guijarros y piedras llamadas de rayo que cortaban los pies en el momento mismo de pisarlas.

Se inscribieron 20 corredores para la competencia, entre ellos don Ciriaco Ajú, de la etnia cakchiquel con 1.85 metros de estatura y complexión fuerte, un fenómeno; cuenta don Ciriaco que en plena carrera tiró sus caites porque le hacían estorbo y luchando por alcanzar el triunfo no le importó sufrir cortaduras y tropezones y así llegó primero dejando en la meta un reguero de sangre de campeón y por ello, como premio, le dieron un banano y una naranja que engulló con suma avidez antes de caer exhausto.

A sus 95 años cuenta su historia con claridad y lucidez mental. ¡Atletas anónimos!, ¡atletas olvidados!

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