Película que describe la patética miseria infantil

Dennis Orlando Escobar Galicia
Periodista

En muchos lugares de este mundo cruel deambulan infantes buscando comida o trabajo para obtenerla. Son acechados por pedófilos, traficantes de personas y demás delincuentes. Muchos de esos niños no tienen padres, ni edad, ni identidad…pero tienen vicios de adultos y juegan de violencia.
Cafarnaúm inicia con el final de la historia: un niño de aproximadamente once años es llevado esposado a tribunales a declarar. Ahí están sus padres y la abogada defensora, que por cierto es Nadine Labaki (Libano, 1974), la guionista y directora de la película.
– Señores, ustedes saben por qué su hijo está preso, pregunta el juez.

– Porque se metió en cosas de niños, contesta la madre.
El juez pregunta la edad y el nombre completo del niño, y los padres no saben contestar.
– Tiene más o menos como… doce años, contesta la madre.

– ¿Sabes por qué estás aquí?, pregunta el juez al chico.

– Quiero acusar a mis padres por traerme al mundo, responde.

Surge el primer flashback que nos traslada a la acción pasada: la vida de Zain. Un infante de cerca de diez u once años que vive en la miseria con una “marimba de hermanos” y padres borrachos, pero que siempre aluden a Dios.

Zain no va a la escuela porque dedica sus horas a acarrear bultos y vender refrescos insalubres por las calles de Beirut. Por la noche la familia comparte comida y descanso en condiciones promiscuas.

La desesperación de los padres los obliga a vender a una de sus hijas cuando apenas ésta empieza a menstruar. Zain se opone a la venta y le dice a la madre que no sea ingrata porque Sahar es apenas una niña. Los padres no cambian de parecer y entregan a su hija al hijo del dueño del cuchitril donde se alojan.

El chico huye de su “casa” y, andando por los míseros barrios de Beirut en busca de trabajo para sobrevivir, se encuentra con una etíope inmigrante, ésta lo atiende y se lo lleva a su mísera habitación donde le pide cuidar a su pequeño de poco más o menos un año.

Una noche, Tigest, la etíope, no regresa porque ha sido apresada en una redada de inmigrantes. Zain sale con el pequeño de “pacha” en busca de Tigest pero al no encontrarla merodea por las calles en busca de comida y huyendo de adolescentes viciosos, pedófilos y traficantes de niños.

– ¡Al carajo con este país de mierda!, dice Zain mientras camina por las calles arrastrando una carreta improvisada que carga al pequeño Yonas.

La impotencia conduce a que Zain se vea en la necesidad de entregar al hijo de Tigest a un traficante de niños que lo engaña, diciéndole que concederá al pequeño a una familia que lo cuidará como un hijo. Además le ofrece a Zain enviarlo a un buen lugar del extranjero, pero que para ello necesita sus papeles de identidad.

Zain regresa a donde sus padres en busca de sus documentos de identidad. Ahí encuentra una noticia dolorosa: Sahar ha muerto. Falleció al quedar embarazada siendo muy niña. No la atendieron en el hospital porque carecía de papeles de identificación.

Al enterarse de la muerte de su querida hermana, Zain toma un cuchillo y sale de su “casa” para hacer justicia con sus propias manos.

En la prisión Zain es visitado por su madre. Ella le dice: ¿Por qué me odias tanto? Él le pregunta: ¿Otra vez embarazada? Ella le contesta: Cuando Dios toma algo como fue la muerte de tu hermana, él da nuevamente algo.

Volvamos nuevamente al tribunal donde están interrogando a Zain y a sus padres.

En el tribunal le preguntan al padre de Zain porqué vendió a su hija.

– Fue para sacarla de la miseria, responde

“Soy un nadie que no tuvo oportunidades. Siempre me decían que no era hombre si no tenía hijos. Me repetían que los niños serían mi columna vertebral”, manifiesta lloriqueando el padre.

Película desgarradora con actuaciones que impresionaron a los críticos. El actor principal, Zair Al Rafeea, es un refugiado sirio que se instaló con su familia en Líbano en 2013, que trabajó como cargador en un supermercado y fue descubierto en 2016 por la directora Labaki y lo invitó al casting de la película.

Cuando se le preguntó a Labaki como había hecho para que los niños tuvieran muchísima intensidad y expresividad en el filme, dijo: “Intentamos que el equipo fuera mínimo y que interfiriera lo menos posible. Lo que hicimos fue rodar sin parar, llegamos a las 500 horas a lo largo de seis meses. Todo fue muy natural, solo hay que captar el gesto en el momento preciso. Ahí está la clave. Y el amor. Los niños tienen que sentirse queridos y seguros”.

Cafarnáum, tercera película de la bella y joven Nadine Labaki, ha sido ganadora de varios premios, entre otros: Premio del Jurado de Canes, Globo de Oro y Premio BAFTA a mejor película de habla no inglesa. El público la ovacionó y la presidenta de un jurado no pudo reprimir un valle de lágrimas cuando fue nominada candidata a los Óscar 2019 como mejor película extranjera.

La ganadora del Óscar fue la mexicana Roma, película muy buena pero de contenido muy romántico, mientras que Cafarnáum es desgarradora y golpea duramente al que la ve porque trata de “un problema que lamentablemente se da en todas las grandes ciudades. Siempre ha ocurrido, pero ahora se ha agravado con la emigración. A los niños se les desprecia y anula (…) Y después nos preguntamos de dónde vienen los terroristas, si los estamos criando”, expresa Labaki.

Cafarnaúm desgarra las entrañas de cualquier espectador sensible, principalmente de aquellos que desconocen la realidad socioeconómica de países que, como Guatemala, son gobernados por mafias corruptas. Incluso habrá algunos que califiquen la película de exagerada ficción («de vaqueros», como se decía por aquí).

En lo personal me tocó el drama social de la libanesa Labaki, pero, por ser observador social y toparme a menudo con niños en las paradas de semáforo que hacen cualquier gracejaría para obtener dinero, entendí que la realidad supera la ficción.

El nombre de la película alude a un pueblo de Galilea que en la antigüedad era conocido por su desorden y sobrepoblación; todo un infierno.

Película recomendada para que la vean politiqueros que saquean los recursos del Estado y descuidan la atención de la mayoría de la población, principalmente la infantil.

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