Olivero, Juan (1987). El Miguel Ángel Asturias que yo conocí. 2ª. Edición. Guatemala: Tipografía Nacional. pp. 202-203.

Mauricio José Chaulón Vélez1

En el Suplemento Cultural de Semana Santa del Diario La Hora de 2017, el estimado colega Walter Enrique Gutiérrez Molina escribió el artículo “La Semana Santa de Asturias”, en el cual nos brinda un análisis del espíritu barroco del Nobel de Literatura y la evocación a su devoción católica desde su pluma, centrándose en los orígenes sociales de Asturias y principalmente en una publicación que publicó el escritor el 16 de abril de 1924 en el diario El Imparcial. Asimismo, Gutiérrez menciona el poema “Jesús de Candelaria” que aparece en la obra del Moyas “Sien de Alondra”, y refiere tres libros en los cuales Asturias evoca el catolicismo guatemalteco que conocía muy bien (Leyendas de Guatemala, El Señor Presidente y la no acabada El Árbol de la Cruz). No pretendo en este artículo repetir lo que ya muy bien escribió y aporta el colega Gutiérrez, sino continuar abordando la relación que Miguel Ángel Asturias tuvo con la Semana Santa guatemalteca, a través de otros elementos de análisis que pueden ampliar la temática y brindar otros aportes.

En El Señor Presidente, considerada una de las obras cumbres de su producción literaria, Asturias evoca a dos de las imágenes de pasión con mayor raigambre en la Semana Santa guatemalteca: Jesús de la Merced y Jesús de Candelaria. “El ruidito del reloj, el olor del alcanfor, la luz de las candelas ofrecidas a Jesús de la Merced y a Jesús de Candelaria, todopoderosos…” (XXVI, “Torbellino”), relata una de las escenas en que Miguel Cara de Ángel acompaña a Camila Canales en su enfermedad. En ese mismo capítulo, La Masacuata, personaje que es propietaria de la fonda “El Tus-Tep”, consuela a Cara de Ángel diciéndole: “…Debía pasar a pedirle a Jesús de la Merced. ¿Quién quita le hace el milagro?… Y esta mañana, antes de irme a la Penitenciaría, fui a prenderle una su candela y a decirle: ‘¡Mirá, negrito, aquí vengo con vos, que por algo sos tata de todos nosotros y me tenés que oír: en tu mano está que esa niña no se muera; así se lo pedí a la Virgen antes de levantarme y ahora paso a molestarte por la misma necesidad; te dejo esta candela en intención y me voy confiada en tu poder, aunque diacún rato pienso pasar otra vez a recordarte mi súplica!’…”.

La evocación de la procesión del Jueves Santo con Jesús de Candelaria también aparece: “Por ese camino fueron las imágenes de Jesús y la Virgen de Dolores un jueves santo. Las jaurías, entristecidas por la música de las trompetas, aullaron al pasar la procesión delante del Presidente, asomado a un balcón bajo toldo de tapices mashentos y flores de bugambilia. Jesús pasó vencido bajo el peso del madero frente al César y al César se volvieron admirados hombres y mujeres. No fue mucho el sufrir, no fue mucho el llorar hora tras hora, no fue mucho el que familias y ciudades envejecieran de pena; para aumentar el escarnio era preciso que a los ojos del Señor Presidente cruzara la imagen de Cristo en agonía y pasó con los ojos nublados, bajo un palio de oro que era infamia, entre filas de monigotes, al redoble de músicas paganas” (XXXI, “Centinelas de hielo”). Estas líneas forman parte de la escena en que la esposa del licenciado Abel Carvajal va en busca de una audiencia a la casa del presidente, para pedir el indulto de su esposo. Incluso, de este pasaje de la novela se desprendió la creencia de que el cortejo procesional de Jesús de Candelaria alguna vez llegó a la finca particular de Manuel Estrada Cabrera llamada “La Palma”, lo que forma parte nada más de la oralidad ya que no existe ninguna evidencia de esto. Lo que sí es cierto es que dicha procesión pasaba frente a la casa del presidente, la que se situaba en la 7ª. avenida y 12 calle, espacio que ocupa hoy el edificio de Correos. Es de notar que la procesión de Jueves Santo continúa pasando por ese lugar como vía histórica. En El Señor Presidente Asturias lo escenifica desde el realismo mágico en la ficción, para referirse de manera metafórica y simbólica al nivel de poder del dictador.

La novela se desarrolla en distintos espacios de la Ciudad de Guatemala, pero uno de los principales es el de las cercanías a la iglesia de La Merced. Esto le permite al escritor vincular espacios de religiosidad popular importantes con la realidad política que se vivía en el contexto de la dictadura cabrerista, recurriendo a su memoria histórica, la cual contiene símbolos del misticismo católico como las imágenes de pasión.

En Sien de alondra, uno de los poemarios del Nobel y en el que recoge su poesía entre 1918 y 1948, aparece el poema “Jesús de Candelaria”, junto a otros poemas dedicados a sus alegorías religiosas (“Loas a Santa María del Rosario, que junto a “Jesús de Candelaria” Asturias los reúne en su poesía de 1940 a 1942; y “Jesús, cielo del cielo”). Y es que sucede que Miguel Ángel Asturias nació y vivió en un área de confluencia de los ritos religiosos populares: el Barrio de la Candelaria, el Barrio de San José, el Barrio de La Merced y el Barrio de La Parroquia. “Jesús de Candelaria” es un poema que destaca por las enormes capacidades estéticas de Asturias, considerándose por los especialistas en la temática asturiana como un poema que trasciende lo religioso. Cabe destacar que ninguno de sus otros poemas de índole religiosa es apologético a la religión en sí, sino que contienen la relación entre un pueblo que sufre y festeja a través de sus símbolos y rituales, donde se encuentran lo espiritual y lo concreto. Asturias resalta esto en su realismo mágico, y es el pueblo a través de lo simbólico de las imágenes y ritos el verdadero protagonista.

Viernes de Dolores, la última novela de Asturias, está contextualizada en la Cuaresma y en los días más cercanos a la Semana Santa. El Nobel de Literatura de 1967 no sólo fue uno de los revitalizadores de la Huelga de Dolores, sino que contribuyó de manera fundamental a su estética. La poesía y lo mágico-religioso a través de la sátira, destacan entre los aportes de Asturias a dicha actividad, al punto de dedicarle una novela. La época cuaresmal no sólo tiene relevancia en la Ciudad de Guatemala, y ahora en otras ciudades del país, con las actividades litúrgicas y paralitúrgicas, sino también con la Huelga de Todos los Dolores de la Universidad de San Carlos. Y forma parte de los rituales previos a la Semana Mayor, donde lo satírico sustituye a la solemnidad religiosa. Sin embargo, al menos en la Nueva Guatemala, ambos se funden y Asturias no es ajeno a ello, al contrario. Muchas características de la Huelga de Dolores son una parodia de las tradiciones de religiosidad popular propias de la Semana Santa guatemalteca.

En El Árbol de la Cruz, un relato inacabado escrito entre 1973 y 1974, Asturias llega a su cénit del realismo mágico, siendo el hilo conductor el sacrificio de Cristo. El escritor coloca en la literatura los elementos simbólicos y contradictorios de la cristiandad en América, los cuales son distintos a los que pueden ser resignificados desde la religiosidad popular y las espiritualidades fundantes. La violencia y el impacto del rito sacrificial y su culto se presenta como una contradicción, que si no se resignifica por los pueblos, seguirá en poder de una Iglesia dominante. El escritor veía la religiosidad popular como una posibilidad de recobrar la espiritualidad dentro de un cristianismo que era inútil negar, pero necesario revolucionar. El texto no se concluyó debido a la muerte de Asturias.

No cabe duda que la Semana Santa no fue ajena al Gran Moyas. En 1966 recibió el reconocimiento de la Unión Soviética por su contribución a la literatura, y por ello se le otorgó el Premio Lenin de la Paz. Cuando en 1967 se anunció que recibiría el Premio Nobel de Literatura, escribió una carta a su hermano, Marco Antonio (quien fue presidente de la Sociedad de Jesús de Candelaria desde principios de la década de 1940 hasta 1974) fechada el 16 de noviembre. En una de sus partes, el laureado escritor le dice: “El 10 de diciembre es la entrega del premio. Yo quisiera que mandaras a decir ante Jesús de Candelaria, ese día 10 una misa solemne. Quizás hasta podrías hacer invitaciones, tú. Tú invitas para una misa solemne ante Jesús de Candelaria, celebrando la entrega del premio Nobel de Literatura 1967, a tu hermano Miguel Ángel Asturias”. Refiriéndose al regalo que deseaba hacerle a Jesús de Candelaria, en la misma carta dice: “Escribí al señor de España para lo de la túnica, pero, tienes razón, lo dejaremos para la Semana Santa de 1969, pues ahora que él dice que si me la entregaría, sería muy a la carrera, y mejor tener tiempo y escoger bien los colores, el color mejor dicho, y el bordado, para no repetir en todas sus túnicas la misma cosa”. En efecto, Miguel Ángel Asturias regaló para la Semana Santa de 1969 una túnica a Jesús de Candelaria, la cual se conoce popularmente como “La Túnica de Miguel Ángel Asturias”. Es posible que haya sido en agradecimiento de recibir el Premio Lenin de la Paz, y que con parte de ese dinero se hiciese el encargo y la compra. Esto demuestra que Asturias nunca tuvo ningún reparo en manifestarse claramente como un sujeto histórico correspondiente a las relaciones complejas de mestizaje cultural y que pertenecía a un contexto de luchas por la democratización y liberación de los pueblos oprimidos por el capitalismo, lo cual en él (como en muchos) eran características de sus convicciones e identidades que no tenían por qué reñir.

Así, fuera de Guatemala, Asturias llevó la Semana Santa con él. En febrero de 1967, desde la embajada de Guatemala en Francia, escribe a su amigo Juan Olivero una carta, la cual culmina así: “Dichosote, ya estás en el tiempo en que se comen, los viernes, sardinas, bacalao, zunte, etc., etc., y en que un reolor de incienso hace pensar de frente en las dulzuras de la Semana Mayor, morada, enzopilotada el Viernes Santo y siempre cálida, amo rosa y retumbante de marchas”.2

En ese mismo archivo epistolar, se registra una carta del año siguiente, escrita desde Italia y que se encabeza así: Semana Santa 1968. No cabe duda que ese tiempo jamás pasó inadvertido para Miguel Ángel Asturias, por lo que lo plasmó en sus obras y en sus memorias íntimas. En su ser.

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