Juan Fernando Girón Solares
Colaborador Diario La Hora

Muy grata fue la recepción de aquel telegrama enviado por María Elisa, la mañana del Miércoles Santo, por parte de los integrantes de la Subdirectiva en la antañona casa de “La Calle de los Pasos” de la ciudad colonial. Todos ellos se aprestaron para recibir al grupo de fervorosas penitentes.

Dos días después, y luego de superar ciertos atrasos en la presentación de las devotas, aproximadamente a las diez de la mañana con quince minutos del VIERNES SANTO 19 de abril de 1946, se accionaron los motores diésel de los autobuses prestados por la Empresa Texaco.

Tal y como lo mencionamos, y con la coordinación de nuestra protagonista y el invaluable apoyo de sus cinco colaboradoras y sus cien voluntarias, la comitiva se enfiló por la Avenida Elena hacia el sur; dejó atrás el Cantón Barrios en busca de la Avenida Bolívar y posteriormente la ruta hacia el municipio de Mixco, en donde se detuvieron unos instantes para refrescarse, extrañando en aquella oportunidad que ninguna vendedora se acercase a los vehículos para ofrecerles tortillas con los famosos embutidos mixqueños, huevos duros, chocolate o confitería, pero había una razón de peso: ERA VIERNES SANTO, y la abstinencia y respeto por aquellos días eran sumamente observadas.

Y así, la garita municipal con las estatuas de los Nazarenos, y la plazuela y el barrio de la concepción de la Antigua Guatemala, bajo un sol ardiente del mediodía, les dieron la más cordial bienvenida. Nuestras cargadoras iban algunas nerviosas, otras sorprendidas, otra buena porción de ellas admiradas, pues nunca habían participado en un cortejo procesional de Semana Santa, pero eso sí, todas ellas con el denominador común de una sana alegría por brindar su granito de arena a los caminos de Dios.

La Posada Belén y su plazuela fueron el punto final del periplo de ida, donde se estacionaron los buses; y luego de la consabida instrucción para el regreso, en forma ordenada y de dos en dos, la cincuentena de luctuosas damas con su mantilla se dirigieron a las ruinas del Convento de la Escuela de Cristo, donde los señores Lenhoff, Lira Mollinedo y otros propios de la Directiva Central como el Profesor José Luis Gaytán Pivaral, las recibieron con el más expresivo GRACIAS, QUE DIOS SE LOS PAGUE Y LA SANTÍSIMA VIRGEN LAS BENDIGA.

El corazón de María Elisa estaba a punto de salirse de su pecho, por la mezcla de gratos sentimientos, dentro de los cuales estaba, sin lugar a dudas, el poder cumplir con la promesa efectuada a la Madre de Soledad durante la Semana Mayor del año pasado. Y esos latidos se incrementaron cuando los miembros de la Directiva le informaron tanto a ella como a su grupo de colaboradoras, otro detalle que hasta ese momento se les había ocultado como una sorpresa: EL CORTEJO PROCESIONAL DE SOLEDAD, QUE PARTICIPARÍA DEL SANTO ENTIERRO, SERÍA ACOMPAÑADO TAMBIÉN POR VEZ PRIMERA, POR SU PROPIA BANDA DE MÚSICA.

El grupo de devotas cargadoras ingresó con respeto y disciplina, a las dos y media de la tarde. La imagen bendita del Sepultado de la Escuela de Cristo estaba adherida al madero, como consecuencia del acto solemne de la crucifixión. A las tres en punto de la tarde, todos en el interior del templo se pusieron de rodillas, se rezó el credo y a continuación se llevó a cabo el impresionante acto del descendimiento.

Se colocaron convenientemente flanqueando las andas de la Santísima Virgen de Soledad, que en esta oportunidad lucía majestuosa: con su luctuoso manto rematado en finos bordados de hilos de oro, y su trono procesional había sido decorado con un hermoso jardín de orquídeas naturales colocadas en un catafalco de dos niveles.

Salieron como era lógico las ANDAS DEL SEÑOR…María Elisa y Virginia, ordenaron por estatura las tandas de sus valientes cargadoras; sonó la matraca y el peso del mueble cayó sobre sus hombros, y así se gestaba la tarde del Viernes Santo…EL DESPERTAR DE UN CORTEJO, el Cortejo procesional de la Soledad en hombros de devotas cargadoras y no de sayones, dentro del Santo Entierro de la Escuela de Cristo.

Los rayos luminosos del astro rey, bañaron a pleno las andas marianas, y en el instante preciso en que las mismas egresaron del templo, se dejaron escuchar las impactantes notas de LA GRANADERA, algo nunca antes visto en la Antigua Guatemala: UNA BANDA DE MÚSICA acompañando a la Virgen en Viernes Santo, y tan bella imagen saliendo con las notas de la granadera…

Y así, la primera de nuestras tandas de histórico desempeño, lo entregó a la segunda al coronar la Plazuela del templo, en busca de las ruinas de la Iglesia de San Francisco, donde solamente estaba en pie una capilla de la orden terciaria y el sepulcro del Venerable Hermano Pedro. Cuadra tras cuadra, se escuchaba el murmullo generalizado entre el público asistente al cortejo, y entre ellos la pregunta generalizada: ¿QUIÉNES ERAN LAS DAMAS QUE ACOMPAÑABAN A LA VIRGEN DE SOLEDAD?

Eran prácticamente desconocidas, pues la pequeña sociedad antigüeña de entonces reconocería perfectamente a las féminas. Cuando se les daba la respuesta, que se trataba de un grupo de devotas proveniente de la capital, la gente entendió perfectamente aquel esfuerzo, y, sobre todo, que estaban en presencia de un hecho histórico y del paso que los organizadores de la Procesión de la Escuela de Cristo estaban dando aquel Viernes Grande de 1946. Las palabras convencen, pero el ejemplo arrastra. Y el ejemplo de María Elisa, de Doña Candelaria, de Inés, de Rosa María y de Irene del Carmen vaya si arrastró, puesto que no tuvieron que esperar muchas cuadras, porque motivadas por su decidido ejemplo, muchas damas de la sociedad antigüeña se hicieron presentes en aquel momento con su luctuoso traje procesional con la mantilla que cubría sus cabezas.

Al enfilarse el cortejo por la cuarta calle, frente al histórico HOTEL AURORA, empezaron a recibir la solicitud de poder llevar en hombros también ellas, a la Señora de su terruño, y a sumarse a las filas de aquel cortejo procesional, lo que desde luego se les permitió. Cuando cayó la noche y la procesión avanzó por la calle del arco, era ya notorio que muchas damas antigüeñas acompañaban también el paso de la Virgen de Soledad. Y así prosiguió el recorrido procesional, la noche del Viernes Santo 19 de abril de 1946…

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