Carlos Interiano
Poeta

RÉQUIEM DE SOMBRAS

Marfileña, la tarde se desgrana.
Caen las sombras. Por la bocaza
de la obscura noche se escapa
una pena que congela el alma.

¡Cuán gris se pinta el recuerdo
de su estampa!
¡Cuán lúgubre y sola
su aterida mirada
en el lado obscuro de la luna!

VOLVER A JUGAR

Usted me recordó, con sus ojos
de obsidiana, que los hombres no lloran,
y no tuve otra opción sino reprimir
mi humanidad
y echarme a caminar
por la vereda de sombras y de penas.
El niño aquel, que a veces surge,
volvió a esconderse en el cajón
de sus recuerdos.

Al fin y al cabo, recordé que los hombres
sólo somos el espejo
de nuestra burla.

DÍA DE MUERTOS

Calló la noche. Una voz anónima perturbó la cruz del cementerio.
Los últimos harapos de la tarde tejieron en mi alma el unísono
eco de las tinieblas.
Tristeza.
Hambre de alegría.
Solitaria deidad de la esperanza.
El día parte con su luna de astros escondidos.
La luna, aún su enmudecida testa se resiste a presumirle a mi nostalgia.
Un rosario de silencios
recorre las dolidas venas de mi cuerpo.
En el portal de la muerte, un ejército de estrellas participa
en la danza sepulcral de fantasmas y de sombras.
La sonrisa de otros tiempos bebe cálices amargos.
Y los cálices amargos retornan, resucitan
y se levantan,
y se levantan,
y se levantan,
hasta preñarse de vida.

A DESHORA

Yo hilaba insomnio en los versos de la noche
y rumiaba solo las horas taciturnas del silencio.
Y escribía coplas a la angustia del vivir.

Pensar que la muerte es el exilio de la vida.
Y la vida, un breve suspiro
en el continuum del tiempo.

Yo vertía arena en el manto de mis ojos
y viajaba a tientas persiguiendo la luz
de un haz que se escapaba de mis manos.

Yo le daba viento a lo inmóvil de la angustia
y angustiaba versos a lo inmóvil del viento
que viajaba lento rozándome los dedos.

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