Carlos René Morales Lara, FMM
Doctor en Teología Bíblica
Pontificia Universidad Urbaniana

Adentrarse al análisis de un texto bíblico requiere una actitud capaz de reconocer las múltiples limitaciones con las que uno puede encontrarse en el proceso interpretativo. Uno de los grandes retos es precisamente el conocimiento o desconocimiento de las lenguas bíblicas, dado que por muchas circunstancias razonables la mayor parte de nuestros fieles no tiene o no tendrá acceso al estudio de estas. De hecho, la traducción de un texto de la Escritura no siempre corresponde en su totalidad al sentido dado originalmente, el significado empleado tiende a ser una interpretación in actu, buscando adecuar la noción de ciertos conceptos a la realidad de los lectores concretos a los cuales se dirige determinada versión de la Escritura.

Es lamentable el poco interés emitido a esta situación, dando por descontado el impacto descomunal y las complejidades subsiguientes que este puede provocar no solo en la comprensión del mensaje bíblico, sino en su misma recepción. Cuántas veces se ha confundido estudio bíblico con memorización de citas bíblicas, cuántas veces nuestros fieles ni siquiera conocen el mínimo significado de lo que memorizan, cuántas veces nosotros como sacerdotes, pastores, predicadores, hemos mal acostumbrado a nuestros fieles a ver en la Escritura un libro en donde basta abrirlo y cerrarlo para saber automáticamente la voluntad divina, cuántas veces hemos deformado en lugar de formar a nuestro pueblo fijando cánones dentro del canon bíblico, propiciando lecturas en clave ciegamente proselitistas, pseudo-apologéticas y simplemente devocionales, cuántas veces inclusive en nuestras casas de formación, los estudios del hebreo, arameo, griego son relegados a una tercera o cuarta categoría, prefiriendo el aprendizaje de lenguas modernas, las cuales aun conteniendo un fin aceptable, no suplen la relevancia que las lenguas bíblicas tendrán en los futuros sacerdotes o pastores.

Esta carencia nos conduce a otra problemática mayor porque de la incomprensión del significado del texto se asiste al mínimo interés por el “mundo del texto”, océanos mentales que repercuten de alguna u otra manera en el modo que asumamos un texto bíblico. En muchas oportunidades la riqueza de la literatura intertestamentaria y peritestamentaria es sustituida por los comentarios de línea teológico-pastoral, como si estudiar la Biblia fuese sinónimo de fundamentación bíblica de las predicaciones, homilías o discursos. Si olvidar que, por lo general se corre el riesgo de canonizar ciertos métodos de interpretación bíblica, sin tener consciencia de la pluralidad de estos, dependiendo la temática o textos bíblicos a afrontar. Ciertamente, el reto es promover los espacios para una sólida formación bíblica yendo más allá de la simple hojeada, para dar paso a una visión integral y coherente.

Quisiera partir de un ejemplo concreto a fin de mostrar la relevancia que tiene el conocimiento de las fuentes extra-bíblicas en el proceso de reconstrucción tanto escénica como teológica de un pasaje bíblico. En este caso, hacer recurso a la llamada literatura rabínica que sirve de puente, en cuanto que brinda continuidad a la tradición bíblica anterior, pero que difiere en términos generales con la tradición del NT. De cualquier forma, cubre un arco temporal que va desde el siglo I al VII de nuestra era cristiana1. La literatura rabínica clásica, aunque editada no antes del s. III d.C., contiene numerosas tradiciones narrativas, dichos y sentencias de maestros, así como prescripciones halákicas, que es posible remontar hasta la época neotestamentaria y hasta siglos antes de Cristo. Por tal motivo, debe ser abordada por sí misma y respetando al máximo su propia autocomprensión. La gran tarea de los rabinos fue recopilar la Ley Oral en la Mishná y Tosefta, y la de justificarla con la exégesis en los Midrashím2. Este tipo de datos nos ayudan a insertar por ejemplo los escritos del NT alrededor de un contexto literario al cual no fueron ajenos. De lo contrario, se pensaría fantasiosamente que surgieron de la nada o, bien, no tuvieron relación directa e indirecta con el resto de literatura propia del tiempo.
Para afrontar dicha situación se toma como base un pasaje del Cuarto Evangelio, a saber, Jn 7,37-39, tantas veces comentado, pero en pocas ocasiones se subraya la gama de elementos que evocan un trasfondo claramente religioso, litúrgico y cultural. Todo ello, en el marco de la celebración de la fiesta judía de las tiendas o Sukkot:

7,37 Y en el último día, el más grande de la fiesta Jesús puesto en pie exclamó en voz alta: Si alguno tuviese sed que venga a mí y beberá. 7,38 El que cree en mí, como recitó la escritura: De su regazo fluirán torrentes, agua vivificante. 7,39 Sin embargo, dijo esto acerca del Espíritu el cual, iban a recibir los que le habían creído, pues aún no había Espíritu, porque Jesús todavía no había sido glorificado.

Jn 7,37-39 describe un episodio acaecido el último día el grande de la fiesta. El texto no indica por cuántos días se celebraba esta fiesta, la cual gracias a Jn 7,2 sabemos que se trata de Sukkot o fiesta de las tiendas. Tampoco se explica el porqué del superlativo el día grande, ¿acaso por su importancia en cuanto punto cúspide de la fiesta o simplemente porque era el último en orden de sucesión?
A lo largo de la fiesta, aun cuando enfrente diversos frentes de oposición, Jesús se muestra moderado en sus intervenciones. ¿Por qué precisamente en el último día reacciona de un modo enérgico alzando la voz, gritando? ¿Por qué no mostró ese tipo de reacción desde el inicio inclusive con sus propios hermanos y discípulos? ¿Qué relación pudiera tener ese cambio repentino con último día, el grande de la fiesta? ¿Qué y cómo se celebraba ese último día?

A la luz del texto, una de las mayores amenazas que sufre Jesús es una trazada conspiración a fin de atentar contra su vida. Sin embargo, sobreponiéndose a dicha situación y dejándola en segundo plano, Jesús en el acto de gritar lejos de exponer un discurso apologético de su persona o mensaje, hace una invitación: si alguno tiene sed, venga a mí y beba. Podemos imaginar la reacción de sus perseguidores, este galileo a quien todos buscan para ponerle fin a su existencia ahora no solo les grita, sino ahora él se ofrece para saciar la sed del que la tenga. En efecto, para algunos era considerado un endemoniado (Jn 7,20), para otros un usurpador (Jn 7,27) o un desequilibrado mental pues sus declaraciones eran como acertijos (Jn 7,35-36). ¿Acaso dicho pronunciamiento es aislado o tiene relación con la fiesta de Sukkot? ¿Qué significa tener sed en el marco de esta fiesta judía? ¿a qué se refiere el hecho de ir a él y beber? En otras palabras, estaría diciendo yo soy el Agua por excelencia, pero tienen que beber de mí. No sería la primera vez que los judíos escucharán algo así, ya que en uno de los episodios precedentes malentendieron el anuncio de Jesús cuando se presentaba como Maná vivo bajado del cielo. Al respecto, estos decían: ¿Cómo puede éste darnos a comer su carne? (Jn 6,52). Desde esta perspectiva, la paradoja era que no tenían únicamente que comérselo sino bebérselo, es decir, comer su carne y beber su sangre.

Otro elemento relevante es centrar nuestra atención en la importancia que tiene el agua no solo en la fiesta de Sukkot, sino en toda la Escritura3. En efecto, solamente el vocablo agua es utilizado en múltiples y variadas formas, por ejemplo, se encuentra en un aproximado de 1,500 versículos del AT y 430 del NT. Sin descartar que, más allá de su cuantiosa recurrencia, dicho elemento encierra en su campo semántico un caudal de significados y sentidos simbólicos. La primera y la última página de la Biblia ponen el agua como elemento dominante. La protología y la escatología concuerdan al dar al agua un puesto importante. Es como si quisieran decirnos que toda la historia de la tierra, desde su comienzo hasta el final está regida por este elemento vital. Agua al comienzo, agua al final, agua en los momentos culminantes de la historia. Es como si el hombre bíblico, que vive en un ambiente escaso en aguas, no pudiese prescindir del agua como personaje de una historia donde ella es necesaria para que la vida pueda mantenerse y sin la cual la existencia se convierte en un problema decisivo para su futuro.

El texto de Jn 7,37-39 forma parte de la sección que se extiende desde Jn 7,1-8,59 y tiene como trasfondo un proceso progresivo de auto-revelación de Jesús en el Templo de Jerusalén4 en el marco de la fiesta de los judíos, la de las tiendas (ἡ ἑορτὴ τῶν Ἰουδαίων ἡ σκηνοπηγία)5, que por su relevancia en la historia del pueblo de Israel será aplicado el vocablo hebreo סֻּכּוֹת (Sukkot). Asimismo, se pueden constatar referencias evidentes o escenarios convergentes en toda la sección, a saber, el contexto ritual: la fiesta (ἡ ἑορτή)6, el punto o lugar eje de la fiesta: en el Templo (ἐν τῷ ἱερῷ)7 y los factores circunstanciales o situaciones que denotan y permiten identificar ya sea, acciones y reacciones de los protagonistas del relato, como también la actividad concreta con la que se enmarca a Jesús8. A nivel geográfico, se distingue un desplazamiento de Jesús del norte al sur de Palestina, ya que, la asistencia a la fiesta de Sukkot, presupone un viaje de Galilea a Jerusalén. En efecto, después de la información sobre su retorno a Cana de Galilea (Jn 4,46), donde Jesús sana a distancia al hijo de un funcionario, se especifica que acababa de volver de Judea a Galilea (Jn 4,54). Luego se menciona una fiesta de los judíos a la cual también Jesús asiste, lo cual conlleva otro viaje de Galilea a Jerusalén (Jn 5,1), ocasión que le permite sanar al paralítico de la piscina de Betesda (Jn 5,8-9). Además, se detalle el encuentro de este recién sanado con Jesús en el Templo de Jerusalén (Jn 5,14), no obstante, se desencadena un fuerte deseo de quitarle la vida porque aparte de quebrantar la ley del sábado, se hacía a si mismo igual a Dios, al llamarlo su propio Padre (Jn 5,18). Posteriormente, se sitúa a Jesús a la otra orilla del lago de Galilea, cerca de Tiberíades, denotando otro recorrido de Jerusalén a Galilea (Jn 6,1), acentuando de nuevo la fiesta de los judíos (= la Pascua, Jn 6,4). En este contexto, Jesús lleva a cabo la señal de la multiplicación de los panes (Jn 6,11-13), el prodigio de caminar sobre las aguas (Jn 6,19) y el pronunciamiento del discurso del pan de vida (Jn 6,32-58) al parecer en la sinagoga de Cafarnaúm.
Aun cuando sutilmente el narrador exprese de Jesús la voluntad de no querer estar en Judea porque los judíos los querían matar (Jn 7,1), lo cual daría consistencia temática y coherencia en la trama de los capítulos precedentes, se pueden notar una serie de cambios al respecto: a) a partir de Jn 7,2 la fiesta de los judíos deja de hacer referencia a la Pascua, dando paso a la fiesta de las tiendas o Sukkot; b) a partir de Jn 7,3 son expuestos otros personajes, más allá de los frentes de oposición identificables abiertamente, con los cuales Jesús establece enérgicas polémicas, ahora emergen sus hermanos, los habitantes (Jn 7,25), los guardias del Templo (Jn 7,32.45); c) luego de haber dirigido grandes discursos a la multitud u obrar señales manifiestamente e incluso desde la sinagoga, ahora se pone a enseñar nada más y nada menos que en el Templo de Jerusalén (Jn 7,14.28), es decir, desde el corazón religioso y punto de convergencia del Judaísmo de su tiempo, en presencia quizá de muchos peregrinos o participantes de la fiesta. Como resultado, se constata un giro dramático en el contenido y la forma de su mensaje salvífico9.

A pesar del esquema lógico de inicio, mitad, y final de la fiesta, la descripción del Cuarto Evangelista no ofrece al lector una descripción precisa acerca de los gestos, palabras, ritos, ceremonias, itinerario celebrados en el desarrollo de la fiesta de Sukkot, por ejemplo, la ceremonia del agua o del fuego en el marco de la fiesta. Tal situación, quizá no conllevó tanta complejidad en modo de proceder para quienes estaban acostumbrados a celebrar o participar de dicha fiesta. La dificultad para interpretar estos pasajes bíblicos no solo estriba en el hecho de su complicación inherente, sino radica en la fisura o ruptura del texto bíblico con su contexto circunstancial, el cual conduce a afrontar factores de índole intrabíblicos como extrabíblicos. En nuestro caso, se hace notar la necesidad de considerar ciertos documentos de la literatura rabínica10, con el objetivo de introducirnos y tener una mejor panorámica de la manera en que la fiesta de Sukkot o de las tiendas era celebrada, aunque dando mayor énfasis por cuestiones temáticas al significado del agua.

1 Para una noción introductoria de la literatura rabínica: J. TREBOLLE BARRERA, La Biblia judía y la Biblia cristiana. Introducción a la historia de la Biblia (Madrid 42013); G. STEMBERGER, G. El judaísmo clásico. Cultura e historia del periodo rabínico (Madrid 2011); G. W. E. NICKELSBURG, Jewish Literature between the Bible and the Mishnah (Minneapolis, MN 22005); G. ARANDA, et al, Literatura judía intertestamentaria (Estella 22000); F. Manns, Le Midrash. Approach et Commentaire de l’Écriture (Jerusalem 1990); H. L. STRACK, – G. STEMBERGER, Introducción a la literatura talmúdica y midrásica (Biblioteca Midrásica 3; Valencia 1988); A. DÍEZ MACHO, El Targum. Introducción a las traducciones aramaicas de la Biblia (Madrid 1982).
1 Cf. Jn 7,2.8.10.11.14.37.
2 Mientras Misnah y Tosefta pertenecen a lo que se puede llamar literatura legal, los Midrashím son obras básicamente exegéticas; los Targumim son, por su parte, traducciones arameas, de la Biblia, aunque se deban entender también como exégesis. Para una noción introductoria de la literatura rabínica: J. TREBOLLE BARRERA, La Biblia judía y la Biblia cristiana. Introducción a la historia de la Biblia (Madrid 42013); G. STEMBERGER, G. El judaísmo clásico. Cultura e historia del periodo rabínico (Madrid 2011); G. W. E. NICKELSBURG, Jewish Literature between the Bible and the Mishnah (Minneapolis, MN 22005); G. ARANDA, et al, Literatura judía intertestamentaria (Estella 22000); F. Manns, Le Midrash. Approach et Commentaire de l’Écriture (Jerusalem 1990); H. L. STRACK, – G. STEMBERGER, Introducción a la literatura talmúdica y midrásica (Biblioteca Midrásica 3; Valencia 1988); A. DÍEZ MACHO, El Targum. Introducción a las traducciones aramaicas de la Biblia (Madrid 1982).
2 Cf. Jn 7,2.8.10.11.14.37.
3 En el cuarto evangelio recurre 21x: Jn 1,26.31.33; 2,7.9; 3,5.23; 4,7.10,13.46; 5,7; 7,38; 13,5; 19,34.
4 Cf. T. WARDLE, «The Jerusalem Temple and early Christian identity», Reihe 291 (Tübingen 2010) 13-45; A. J. KÖSTENBERGER, John (BECNT: Grand Rapids, MI 2004) 239-242.
4 Cf. Jn 7,2.8.10.11.14.37.
5 Cf. Jn 7,2.
6 Cf. Jn 7,2.8.10.11.14.37.
7 Cf. Jn 7,14.28; 8,20.59.
8 Cf. Jn 7,14.28.35; 8,2.20.
9 Una bibliografía detallada y actualizada se encuentra en la primera página del artículo de G. BIENAIMÉ, «L’annonce des fleuves d’eau vive in Jean 7, 37-39», RTL 21 (1990) 281-310; 417-454.
10 En este particular: el tratado de la Mishná, Sukka y el tratado Sukka de la Tosefta.

Presentación

En ocasiones se insiste más en la figura de Jesús como Hijo de Dios que como Verbo Encarnado. Los creyentes no dejan de hablar de sus milagros, portentos y citas que lo descubren como alguien radicalmente distinto a los demás hombres. Ese tipo de aproximación olvida a veces los elementos históricos de Cristo, sus orígenes, humanidad y hasta las dificultades propias en el descubrimiento de su propia vocación terrena.

El biblista Carlos René Morales Lara enfoca en este texto, titulado Jesús y la fiesta de Sukkot, el ámbito judío del “hijo del hombre”. Explica cómo Jesús estaba inserto profundamente en su propia cultura, sus fiestas, prácticas, ritos y horizonte vital. Subraya la importancia de ese tipo de estudios porque permite una comprensión más amplia de la rica personalidad del Redentor.

En ese sentido lamenta lo siguiente:

“Cuántas veces se ha confundido estudio bíblico con memorización de citas bíblicas, cuántas veces nuestros fieles ni siquiera conocen el mínimo significado de lo que memorizan, cuántas veces nosotros como sacerdotes, pastores, predicadores, hemos mal acostumbrado a nuestros fieles a ver en la Escritura un libro en donde basta abrirlo y cerrarlo para saber automáticamente la voluntad divina, cuántas veces hemos deformado en lugar de formar a nuestro pueblo fijando cánones dentro del canon bíblico, propiciando lecturas en clave ciegamente proselitistas, pseudo-apologéticas y simplemente devocionales, cuántas veces inclusive en nuestras casas de formación, los estudios del hebreo, arameo, griego son relegados a una tercera o cuarta categoría, prefiriendo el aprendizaje de lenguas modernas, las cuales aun conteniendo un fin aceptable, no suplen la relevancia que las lenguas bíblicas tendrán en los futuros sacerdotes o pastores”.

La colaboración del sacerdote se hará en dos entregas con el propósito de dar cabida a una reflexión que merece lectura sosegada. Creemos desde La Hora que este tipo de colaboraciones es pertinente no sólo porque vivimos en un país de raíces cristianas donde muchos profesan la fe, sino porque ofrece la oportunidad de entender el universo de una religión extendida más allá de nuestras fronteras.

Como en nuestras demás ediciones, compartimos con usted otros textos de autores variados. En esta ocasión, se suman al Suplemento, Jorge Carro, René Arturo Villegas, Gustavo García Fong y Miguel Flores. Cada uno expone sus ideas, realiza una crítica o crea universos literarios con el afán de someterlo a los lectores. Queremos que disfrute la edición, al tiempo que le deseamos un Feliz Año Nuevo y muchas bendiciones para el próximo 2019.

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