Maco Luna
Escritor

Sobre la quince calle “c”, el viento traía olor de serrín y escupidas. La bombilla enseñaba las mesas de pino y los parroquianos se sentaban en bancas como de tren de tercera. Era la cantina de don Perfecto. Mándese un cuartelito para acá pues don cuento. Con mucho gusto señores. ¿Con qué aguas quieren el cachudo? Con cola y mineral. ¿Van a querer boquitas? Hay cebiche de tripa de chucho y caldo´ecalzón. Traiga el cebichini, ¡el caldito será para más tarde! ahhh y jálese limoncito, salita y un cenicero de ganancia. Estoy sirviéndoles jóvenes, al cliente hay que darle por su lado.

Va de empinar el codo y va de cambiar el mundo. Que el sistema por aquí, que no me adapto por allá, que si el paisito, que la oligarquía, que U que A.

¿Caballeros me puedo meter un trago con ustedes? Se acercó un tipo a la mesa, estaba visiblemente asustado. Siéntese compa y beba su trago tranquilo. ¡Venga otra tanda igual! le gritó al dueño, nos miró en redondo y dijo: Les voy a contar lo que me pasó cuando venía para acá.

Caminaba pensando en el “quitagoma” cuando en la mera oscuridad de la doce calle, se me apareció un duende, chaparrito el hijo´epuerca tenía alas de mariposa. Con voz de capado se dirigió a mí: Te traigo un norte de más arriba, dicen que construyás un tu planeta y que te vayás a vivir allí. Te darán el financiamiento sin ningún recargo y a un plazo de 98,000 años. Si la mora te cogiera durante la estancia y no cancelaras el adeudo, los astros te botarán del sistema y vagarás por toda la eternidad.

Así me dijo el ángel o lo que putas fuera. Pónganle coco muchá que yo ya estoy entusiasmado en inventar el mundo. Que rico mover un chingo de piezas en el ajedrez. Los peones son reyes, caballos al trote libre, la reina tiene amores en el fondo de un cuadrito y las torres son refugio de poetas, la dama se viste de rojo con negro y come fichas en la escalera.

Soy mirón de palo y propietario del lugar. Los espejos de agua metidos entre las montañas peinan amaneceres de ameno verdor. ¡Gobiernos a la mierda! Puro paraíso del alma en cascadas de cristal y peces de arco iris. Ya mero que me endeudo, así toda mi descendencia tendría rosas en el mar del destino y al final del viaje el crepúsculo en llamas encendería velas en el horizonte.

Solo el golpeteo del hielo con el cristal acompañaba la jornada del hombre aquél. Se había quitado el equipaje y hacía escala en la locura, muy pronto llegó la convulsión, rebotaba en el suelo cantando una por una las cláusulas del contrato. Por fin estuvo de acuerdo con todo y firmó su muerte.

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