Miguel Flores
Doctor en Artes y Letras

El mundo del arte es el escenario de paradojas sociales. Un artista de humilde extracción puede, por ejemplo, llegar a estar de tú a tú con el CEO (término de moda en la administración de empresas) de una de las mayores marcas del país. ¿Por qué se da este fenómeno social al que muchos no ven importante? Se debe, creo, a la existencia de algo llamado por Pierre Bourdieu el capital simbólico.

La concepción de este capital no es igual al planteado por Marx. Los investigadores como William Fowler y Eugenia Zabaleta, sintetizan lo expresado por el francés diciendo que “el capital cultural se mide a partir de las habilidades y conocimientos especializados que confieren poder por medio del diploma. El diploma es un tipo de capital cultural institucionalizado por el Estado, que por medio de rituales de consagración separa a los más calificados de los menos, y por ello legitima sus papeles de dominación. Los demás tipos de capital cultural son el objetivado (posesión y uso de bienes culturales como cuadros, máquinas, pinturas, libros, etc.) y el incorporado (hábitos, percepciones y gustos moldeados por los niveles de escolaridad). El capital social lo constituyen las redes de contactos durables que permiten que los agentes escalen posiciones más convenientes en el espacio social, por ejemplo, los círculos sociales a los que pertenecen los agentes. Y finalmente el simbólico es el tipo de capital que tiene la capacidad de convertir un capital en otro, por ejemplo, el honor, el prestigio social, etc. Estos tipos de capital pueden ser heredables o adquiridos individualmente. El funcionamiento de estos capitales varía según particularidades de las culturas y las estructuras sociales”.

El artista cultiva su capital simbólico desde su proceso de creación. Deberá ser cauto al analizar dónde podrá exponerlo para darle réditos a un mediano y largo plazo. El problema –por situaciones coyunturales de la sociedad guatemalteca– se vive en el inmediato plazo, y estos artistas sitúan su trabajo en el primer espacio que se reciba. Hoy es común ver bares con exposiciones de arte. Realmente estos comercios lo que hacen es decorar sus muros y espacios vacíos, pero propagan en forma orgullosa que promueven el arte.

Una obra colocada en un bar por más que se diga que la exposición fue curada, no es el espacio idóneo. En Guatemala, artistas destacados llegan a “exponer” en lugares así, lo que no fomenta el crecimiento de su capital simbólico. Es muy diferente montar una exposición en un centro cultural (también los hay de pacotilla), una galería o un museo. ¿Por qué se hacen estas concesiones? Porque no hay suficientes espacios para el montaje de exposiciones de arte.

En el mundo empresarial de Guatemala son escasos los que muestran indicios de interés y conocimiento del arte, la gran mayoría –poco formada en lo referente a este tema– lo que hace es otorgar ayudas a cambio de publicidad, o llegan a tragarse la actividad con su presencia de marca. Fue memorable el ver una elegante galería de la zona 14, limitar la presencia del equipo de mercadeo de una empresa licorera que quería llenar de banderines, cual feria cantonal, el espacio de la exposición.

Es el reconocimiento del capital simbólico de un artista lo que permite el diálogo entre dos polos opuestos, el del artista y el CEO, hay conciencia de poder de cada uno frente a frente. La posesión de un capital simbólico conlleva tener un capital social que le ha permitido el ascenso, pero también un capital cultural –su obra–.

Tomado de: http://experimentarycrear.blogspot.com/2012/07/el-estudio-de-francis-bacon-una.html

Pie de foto: Interior del estudio de Francis Bacon.
Tomado de: http://experimentarycrear.blogspot.com/2012/07/el-estudio-de-francis-bacon-una.html

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