Por Christian Fahrenbach
Nueva York
Agencia (dpa)

Billy Joel no publica un nuevo álbum desde hace 25 años, pero la noche del miércoles eso no importó. El destacado cantante, compositor y pianista de 69 años dio su centésimo concierto en el legendario Madison Square Garden y fue todo un éxito.

Ningún otro artista ha actuado tan a menudo en esta sala de conciertos neoyorquina, con capacidad para unas 20 mil personas. Actualmente da un concierto allí una vez al mes desde hace ya cuatro años y, según los organizadores, se agotaron las entradas en todos ellos. Desde 1978 se han vendido dos millones de pases.

«No me podría imaginar ningún culmen de mi vida mejor», dice Joel al mediodía antes del concierto. Y por la noche, desde la primera nota, queda patente por qué. «Cierras los ojos y vuelve a ser 1982», escribió la revista «New Yorker» sobre estos conciertos.

Da igual si se trata de «We didn’t start the fire», «River of dreams» o «She’s always a woman to me», el público se entrega y se sumerge en los recuerdos de las últimas décadas, posiblemente de tiempos pasados más sencillos.

Como siempre, Joel deja en determinados momentos del concierto que el público elija entre dos canciones y cuando al final recibe un aplauso por la balada «Leningrad», queda claro que esta es una noche de nostalgia y escapismo. Eso es exactamente lo que ofrece la música de Joel.

Sus canciones fueron omnipresentes durante décadas, sobre todo en Estados Unidos. Ningún bar entre Nueva York y San Francisco pasa una noche sin el pop estadounidense con tintes rockeros de Joel.

Y cuando de pronto sube al escenario otro héroe del pop rock estadounidense, el público llega al éxtasis: Bruce Springsteen interpreta tres canciones y los asistentes corean su nombre sin creer la suerte que han tenido de estar en un concierto con semejante invitado de honor.

Joel no habla demasiado sobre su carrera ni antes ni después de este intermedio: el concierto número 100 no es diferente a los anteriores en Nueva York. Por la pantalla pasan los trabajadores del acero y la Nueva York de los años 70, y ante un público casi 100 por cien blanco no se dice ni una sola palabra de la política actual.

Durante las canciones, las cámaras enfocan casi exclusivamente a mujeres jóvenes del público. Según la revista «New Yorker», Joel se cansó hace años de que en los asientos más caros, en primera fila, a menudo solo se sentara la aburrida élite de la ciudad. Desde entonces, sus trabajadores eligen a mujeres de los palcos y las hacen pasar hasta las primeras filas.

Musicalmente o en cuanto al contenido, esta noche no corre riesgos. Al fin y al cabo, este artista sabe bien que su positivo repertorio es exactamente la clave del éxito de la marca Billy Joel. El público grita animado cuando canta, desde el punto de vista del «Piano man», sobre su jefe, el dueño de un bar: «Porque sabe que han venido a verme a mí, para olvidarse de la vida por un momento».

Artículo anteriorEl regreso de Robinson
Artículo siguienteLo queer, nuevo enfoque para la lectura del arte