Por Christian Böhmer
París
Agencia (dpa)

El Lutetia es el hotel parisino de los grandes nombres. El presidente Charles de Gaulle y su esposa Yvone pasaron allí su noche de bodas. Artistas y escritores eran clientes frecuentes como la leyenda de la «chanson» Juliette Gréco, estrellas de cine de la talla de Catherine Deneuve e Isabelle Huppert, así como su colega Gérard Depardieu. Y el famoso cómico Coluche («Muslo o pechuga») lanzó desde uno de los balcones del hotel un yogur a los policías que lo estaban multando por su coche mal aparcado.

Tras cuatro años de obras, el gran hotel en el barrio Saint-Germain-des-Prés abre hoy sus puertas con unos dos meses de retraso sobre el proyecto inicial. En teoría la restauración del tradicional edificio en estilo Art Déco tendría que haber acabado en mayo. El restaurante también ha sido remodelado, pero para disfrutar de su gastronomía los comensales tendrán que esperar hasta septiembre.

El Lutetia es el único gran hotel de lujo en la ribera izquierda de la capital francesa y con ello marca la diferencia con las otras casas de prestigio como el Ritz, el Crillon o el Meurice.

El director general Jean-Luc Cousty considera una ventaja estar algo más apartado de la afluencia de turistas que recorren la ciudad. «En la orilla izquierda uno todavía se puede encontrar con lugareños». Además, para el restaurante Cousty ya anuncia una especialidad que en realidad es típica de Marsella, la «bouillabaisse», una tradicional sopa de pescado que se suele hacer en esa sureña región con productos del Mediterráneo.

El edificio de siete plantas en un gran cruce de calles tiene el desenfadado encanto del barrio de Saint-Germain-des-Prés con sus galerías de arte, sus «bistros», y las antiguas mansiones nobiliarias. Pero el hotel de lujo de la «Belle Époque» de antes de la Primera Guerra Mundial apunta sobre todo al boom de lujo en París.

Los propietarios son desde hace ocho años el grupo inmobiliario israelí de Alfred Akirov. Se han invertido cerca de 200 millones de euros en la renovación que ha dirigido el arquitecto Jean-Michel Wilmotte.

La cifra de las habitaciones y las suites se han reducido considerablemente a 184. La plantilla, sin embargo, ha sido reforzada. Ahora trabajan unas 420 personas, cuando antes del cierre en 2014 eran unas 280. Casi un tercio de los empleados ya estaba en el viejo Lutetia. «Con ello procuramos una cierta continuidad», asegura a dpa el director Cousty. «Reconocen a los clientes habituales y eso es muy importante».

Tras la reapertura, el Lutetia aspira ahora a la prestigiosa certificación de «palacio» (hotel palacio), algo que apenas una decena de hoteles exclusivos tienen en París. Para ello tener una piscina es imprescindible.

Y todo ello tiene un precio, pues el coste medio de una habitación son 850 euros, aunque en los primeros meses habrá ofertas de entre 650 y 700 euros la noche.

La nueva inauguración del hotel permite repasar la cambiante historia del Lutetia, que algunos consideran única. El establecimiento se fundó en 1910 por iniciativa los grandes almacenes «Le Bon Marché», que querían poder acoger a sus clientes más acaudalados.

A partir de 1935 en sus salas se reunían los opositores a Hitler en Alemania. Y con la llegada de la Segunda Guerra Mundial, los alemanes que ocuparon la capital se incautaron del hotel, al igual que hicieron con muchos otros establecimientos.

La autora parisina Cécile Desprairies recuerda que las fuerzas instaladas en ese hotel actuaban sobre todo contra la resistencia y lo hacían con ayuda de la policía de calle que también se alojada en el Lutetia.

En el hotel no hay ningún testimonio de aquella época, según señaló el director Cousty. Y cuando se le pregunta si es verdad que tapiaron la bodega para protegerla de los alemanes, responde de forma diplomática: «Hasta lo que sé, no se trata de un leyenda que se intentó esconder el vino más valioso para poder recuperarlo tras la guerra».

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