Carlos René García Escobar
Escritor y antropólogo
Hace pocos meses apareció en escena, sin tanto aspaviento, un libro más de la cosecha de mi amigo José Antonio Móbil, más conocido por nosotros como el buen Tono Móbil. Con su título he nombrado este artículo que ahora tiene ante sus ojos el estimado lector de este Suplemento Cultural de La Hora. Hablo de un libro necesario e imprescindible para la comprensión del proceso de producción artística en términos de las artes plásticas acaecido en nuestro país desde la Revolución de 1944.
En él se desarrolla una somera descripción de la producción plástica que en Guatemala se produjo durante el siglo XX y especialmente desde esos años, específicamente desde 1954, cuando las huestes imperialistas del Departamento de Estado norteamericano, extranjeras y nacionales hicieron presa, política, económica y culturalmente, del gobierno y la sociedad guatemalteca en general.
Página por página se van describiendo los movimientos artísticos que fueron apareciendo en Guatemala desde esas fechas, incluyendo minuciosamente los nombres de los artistas plásticos que destacaron durante las décadas de los años 40, 50, 60 y 70. Luego se extiende ampliamente hasta llegar alrededor del año 2014.
En su contraportada se lee: “Este estudio fue publicado originalmente en Guatemala, historia reciente, 1954-1996, Tomo V, Flacso, 2013. En él se reseña la evolución de la plástica nacional y sus vínculos con la historia inmediata del país y, concretamente, la generada durante el período 1954-2000”.
He aquí lo importante de este estudio porque no solo reseña y menciona la mayor cantidad de artistas que fluyeron desde mediados de siglo hasta la fecha actual, iniciando el siglo XXI sino que, ofrece información interesante sobre los procesos políticos que se establecieron internacionalmente desde el mundo occidental euro norteamericano, en el marco de la Guerra Fría que desde 1947 se cernió sobre la faz de un mundo que salía de los candentes acontecimientos y escombros de la II Guerra Mundial.
La confrontación de dos fuertes ideologías correspondientes a dos frentes ganadores contra el nazismo alemán: Rusia y la Unión de Repúblicas Soviéticas Socialistas, URSS, frente a Inglaterra y Estados Unidos, ambas profesando el capitalismo internacional, encarnizaban una lucha, ahora ya no de cruentos combates, sino de confrontación (espionajes) y expansión ideológicas.
Los nuevos países occidentales de Europa y los Estados Unidos de Norteamérica se sintieron amenazados por la creciente afición mundial por el socialismo, como una nueva oportunidad de desarrollar colectivamente los avances sociales y tecnológicos que se vislumbraban por una nueva visión del mundo y de la vida, la socialista, a la que señalaron como Comunismo, los seguidores del capitalismo occidental.
El nuevo fenómeno sociopolítico y económico propulsado por la URSS, percibido como amenaza contra sus intereses de dominio capitalista, fue la causa por la cual se reunieron los magnates de las empresas privadas euro norteamericanas del mundo occidental en la conocida como Comisión Trilateral o Grupo Bildelberg, en 1973, estableciendo los principios antisocialistas o anticomunistas, que debían regir la producción plástica desde entonces, como una producción proclive a sus intereses de enriquecimiento.
Dice nuestro autor lo siguiente:
“En 1975, la Comisión definió en su reunión de Kyoto, Japón, su ideario político y económico basado en la confianza de que todos los gobiernos participantes ‘pondrían las necesidades de interdependencia por encima de los mezquinos intereses nacionales o regionales’. En voz de su máximo dirigente, Brzezinski, se dijo que ‘El Estado Nacional ha dejado de jugar su papel’ y el otro magnate, Rockefeller, explicaba que ‘se trata de sustituir la autodeterminación nacional que se ha caracterizado durante siglos en el pasado, por la soberanía de una élite de técnicos y financieros mundiales’”.
Es decir, nos explica Móbil en su nuevo libro, que los naturales impulsos artísticos de reflejar y expresar en el arte las naturalezas y realidades nacionales debían ser sustituidas por las expresiones abstractas y conceptuales a la usanza de los artistas del abstraccionismo estadounidense como nueva expresión artística de los tiempos modernos anulando lo propio por obsoleto e inútil. (Inútil para los intereses de una dominación mundial global estadounidense).
Fue allí cuando ante las sutilezas del arte moderno o contemporáneo, los artistas nacionales antepusieron sus propias concepciones nacionalistas reflejando una realidad nacional lacerante provocada por la represión del sistema militar y civil. La producción artística nacional y latinoamericana adquirió características de resistencia, contestación y crítica, frente a los desplantes de un arte abstracto y enigmático alejado de la comprensión general. Sin embargo la imposición de éste se volvió, incluso, moda y persistió a la base de la impresión de lo nuevo o novedoso.
Un libro que se publicó en 1975, The Crisis of Democracy escrito por Michel Crozier (sociólogo), Samuel Huntington (Profesor en Harvard e ideólogo del plan de devastación de las aldeas vietnamitas) y Joji Watanuki (Sociólogo en Tokyo), terminaba de la siguiente manera: “El fenómeno de los intelectuales críticos es un reto potencialmente tan serio, cuando menos, como lo fueron en el pasado las pandillas aristocráticas, los movimientos fascistas y los partidos comunistas” y para entonces el mismo Brzezinski decía: “Los Estados Unidos son el propagador de la revolución tecnotrónica. En la actualidad es la sociedad norteamericana la que ejerce la mayor influencia en todas las demás sociedades y la que impulsa a modificar de modo profundo y acumulativo su aspecto y sus costumbres”.
Debe evocarse entonces a partir de estos breves enunciados, la manera cómo, la cultura estadounidense ha influenciado durante las recientes décadas y en muchísimos aspectos, la producción artística en general no sólo de los guatemaltecos sino de todo el continente abyayala. Debe evocarse de igual manera los encontronazos que se han verificado entre los artistas nacionales bajo la sombra de la oposición socialista versus Capitalista, que subyace en sus actitudes, comportamientos, docencia y producción artística. Todo esto se vislumbra en un libro esclarecedor como este que comentamos ahora, el cual, en 162 páginas interesantemente ilustradas con obras de autores nacionales diversos, nos aclara el panorama de le evolución artística de los guatemaltecos de todos los tiempos.
Según nuestro autor, “lejano quedó el momento en el que se postuló en Bilderberg la necesidad de aceptar el sometimiento del desarrollo artístico y cultural a las naciones poderosas que determinarían el curso de cánones estéticos y patrones culturales neutrales a fin de automatizar y disgregar el desarrollo natural sustituyéndolo por un imaginario de reglas a seguir, despojando a los pueblos de su identidad cultural firmemente asentada”. Por último, afirma algo así como: la comercialización del arte abstracto cundió en galerías y en museos llegando al extremo de las subastaciones en las que el capital producido es posesión de manos privadas.
Entonces nos preguntamos: ¿Son reflejo de lo mismo los festivales de arte y subastas anuales que se han realizado en Guatemala durante los últimos treinta años?