Juan Carlos Hernández Díaz
Académico

La filosofía tiene nombre de mujer

Es Sofía, es Atenea, es Minerva, es la sabia, la diosa de la sabiduría,
La matriarca, la conocedora del arte, la agricultora, la organizadora social,
la inteligencia, la epistemología, la conciencia, la totalidad,
la realidad, la cosa, la diosa razón, la idea,
la experiencia, la utopía, la duda metódica,
la verdad, la teoría, la causa primera,
la lógica racional, la psique, la tecné,
la dialéctica, la metafísica, la dialógica, la crítica,
la ideología, la concepción, la percepción, la visión,
la cosmovisión, la escuela.
¡Todo en femenino!
Porque la filosofía tiene nombre de mujer.
Pero los machos, desde Perseo hasta nuestros días,
de tu belleza intelectual se apropiaron,
¡oh mujer!
De tu fuego inextinguible se apoderaron
¡oh Atenea!
Y la ciencia de la sabiduría que se sabe y se piensa a sí misma,
a dominar aprendieron.
A servidumbre los teólogos te sometieron,
Subordinada a la “sagrada ciencia”
¡oh Minerva!
Luego, te monopolizó la burguesía
¡oh amada!
A su moderno Estado parlamentario,
como nuevo instrumento de dominación.
Pero la vivaracha dialéctica materialista tuvo que venir,
Quien como muchacha transgresora,
frente a la burguesía patriarcal,
te empujara hacia a tu estado natural,
Y ya convertida en arma espiritual,
Entre las manos obreras,
Para que denunciar pudieras
los vejámenes contra las mujeres del mundo explotadas
¡oh proletarias!
Mientras tanto,
¡Atenea y Minerva junto a Hipatia!
Con la frente altiva, renacen
y a las mujeres todas exhortan:
De la nimiedad intelectual despojarse,
del logos empoderarse,
A Perseo arrebatárselo
y al señor jerarca de la iglesia
Al homo faber y al señor patriarca de la casa
Al macho “zoon politikon”
y al homo sapiens, animal racional.
Al hombre ilustrado jacobino,
y al hombre nuevo socialista argentino.
Para que tú
¡oh Mujer!
Con letra mayúscula vuelvas a votar,
A decidir, deliberar y empoderarte
en la búsqueda de la verdad.
Y aun así me preguntas ¿por qué?
Pues porque simple y llanamente
desde tiempos inmemoriales
¡Sofía!
¡Mi bien Amada!
Ha tenido y sigue teniendo,
¡Nombre de mujer!

Artículo anteriorEl misterio como idea
Artículo siguienteDel realismo a la abstracción. José Antonio Móbil