Por BERENICE BAUTISTA/AP
Ciudad De México

Leonardo Padura le lleva unos años de ventaja al inspector Mario Conde. Su personaje protagónico, próximo a cumplir 60, reflexiona con algo de incertidumbre en la novela “La transparencia del tiempo” como le resta menos tiempo del que ha vivido: “Dos y dos son cuatro. O mejor: cuatro menos tres es uno…, solo uno, un cuarto de vida”.

La cifra le suena “como una ratificación incontestable de lo que su físico (rodillas, cintura y hombros oxidados; hígado envuelto en grasa; pene cada vez más perezoso) y su espíritu (sueños, proyectos, deseos mitigados o para siempre extraviados) iban sintiendo desde hacía algún tiempo: la obscena llegada de la vejez”, escribe Padura. Pero el autor cubano no comparte el sentimiento de Conde.

“Es un hecho biológico llegar a una determinada edad en la que sientes que físicamente ya no tienes las mismas condiciones, pero también es un hecho mental saber que has vivido ya la mayor parte de tu vida y que te queda un cuarto o un tercio como mucho”, dijo el escritor en una entrevista con The Associated Press de visita en México.

“El tiempo pasa a una velocidad impresionante”, sentenció. “Ese tiempo que se hace cada vez más veloz es un tiempo no que ganamos, es un tiempo que perdemos”.

Para su fortuna el tiempo y su transparencia es para los escritores benevolente. Incluso puede darles ganancias en cuanto estilo.

“Pero es una ganancia que uno tiene que mirar con cierto recelo”, dijo Padura, “porque el tiempo para después invertir esa ganancia también se reduce”.

En una época moderna cruel con las personas de mayor edad _ en cuanto a oportunidades laborales y la percepción de su sexualidad (Conde sigue teniendo relaciones con su amada Tamara, pero admite que hace ejercicios para “coger fuerzas”) _ envejecer es visto como un problema. O así lo ve Padura.

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