Jorge Carrol
Director de la Red de Bibliotecas Landivarianas

“Lleva mucho tiempo llegar a ser joven”. / Pablo Picasso

“Todo aquel que conserva la habilidad de ver la belleza, nunca envejece”. / Franz Kafka

“Sabes que estás envejeciendo cuando las velitas cuestan más que la torta”. / Bob Hope

Mucho se ha hablado y se habla en estos tiempos hipercomunicados, del centenario de la Primera Guerra Mundial, de los 100 años del nacimiento de Julio Cortázar, de Adolfo Bioy Casares y de Nicanor Parra, el gran poeta chileno, quien es el único de este creativo trío, que pudo celebrar sus primeros 100 años, el pasado 5 de setiembre.

Nicanor Parra poeta-antipoeta, que se niega a ser lo que es, una institución, tristemente no mereció de la prensa un espacio similar al que ocuparon las centenarias celebraciones de Cortázar y Bioy Casares.

Precisamente por eso me permito comentar que Nicanor, es el hermano (mayor) que obligó a Violeta Parra, a cargar una pesada grabadora para recopilar las canciones del campo chileno.

Bueno es reconocer que Parra envejece al revés; quizás sea esta la razón por la que en el pasado setiembre, en Chile, los medios de comunicación compitieron por homenajear al profesor de física que convirtió su casa de Las Cruces (a medio camino entre la casa-tumba de Vicente Huidobro en Cartagena y la casa-museo de Pablo Neruda en Isla Negra, en otro de sus espartanos experimentos.

Parra es el que recortó diarios para exponerlos en la calle junto con Alejandro Jodorowsky y Enrique Lihn. Es el antipoeta que protagonizó con Pablo Neruda su propia guerra fría y también su propia paz armada. El pata e´perro que pasó por la Unión Soviética presintiendo su derrumbe y que tuvo sus dudas para la Unidad Popular, y que se salvó (¿milagrosamente?) cuando la policía política de Pinochet quemó la carpa donde leían sus poemas.

Nicanor Parra, el profeta que resucitó al Cristo de Elqui para decirle a la dictadura lo que pocos se atrevían a susurrar.

No es un azar que Roberto Bolaño, al volver a Chile buscara a Nicanor Parra, como fuera sinónimo de Chile.

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Mientras tanto, el martes 26 de agosto ppdo. (2014) en el Mini-auditorio de la Biblioteca del Campus Central de la Universidad Rafael Landívar (en Guatemala) tres académicos (Ana Toledo, Karla Olascoaga y Eduardo Blandón, guatemalteca, peruana y nicaragüense, respectivamente) y este lector de tiempo completo que tuvo la dicha de conocer al cronopio autor de “Rayuela”, celebramos los 100 años de Julio Cortázar, recordando su inmensa obra y soplando las velitas de una sabrosa torta.

Días después, el 15 de setiembre, en la tranquilidad de mi dacha celebré el centenario de Bioy Casares releyéndolo y tomando un té (“Ya no hay más té de Saccone Speed”) que estoy seguro mucho le habría gustado al autor de “La guerra del cerdo”.

”En este hotel no me hago mi té del desayuno, porque el precio es con desayuno incluido. A tales miserias, con naturalidad, los viajeros nos entregamos. Me traen un té bien chaud et très fort con una baguette de cincuenta centímetros de largo y con alguna confiture colorada.”” / ABC. “En viaje, 1967”.

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¡Qué suerte la mía!… haber compartido en no pocas ocasiones, un pocillo de café o una taza de té con estos centenarios autores de una inmensa obra de la que muchos hablaron este año, pero que no todos leyeron.

“Julio Cortázar, en sus charlas en La Habana, en 1963, -que se conocieron como “Algunos aspectos del cuento”- advertía que “en literatura no hay temas buenos ni temas malos; hay solamente un buen o un mal tratamiento del ma.” / Mempo Giardinelli

“Así se escribe un cuento” (1992).

¡Qué inmensa suerte la mía!… de compartir la misma pasión por el jazz que Cortázar. Gracias a ello, en muchas ocasiones hice un paralelo entre Thelonius Monk y Julio Cortázar. Ambos con un estilo acaso perfecto, con una madurez estilística consolidada y con la creatividad saltando de poro en poro.  Escuchar “Round About Midnight” y leer “Las babas del diablo”, o “Straigh No Chaser” o “ Continuidad de los parques, o quizás   “Blue Monk” y “La noche boca arriba” pueden ser de algunos de los maridajes que se me ocurren entre la música y el cuento.

“¿Crees que el jazz ha influido en tu obra?- Sí, mucho. Me enseñó cierto swing que está en mi estilo e intento escribir mis cuentos, un poco como el músico de jazz enfrenta un take, con la misma espontaneidad de la improvisación.” / Antonio Crespo entrevista Cortázar.

Tanto se ha dicho y escrito en estos tiempos del centenario de Cortázar que encuentro redundante agregar algo más que mi incitación a hablar menos de él y a leerlo más, especialmente sus cuentos.

“Cortázar fue un maestro en ese tipo de cuento en que la intención del escritor es buscar la cooperación de lector” / Enrique Anderson Imbert.

“El cuento no se hace con experiencias anecdóticas.”

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“…después de comer en Fouquet´s, me metí en un cinematógrafo del barrio a ver “Blow-up”, e l film de Antonioni, sobre una anécdota de un cuento de Cortázar” / ABC. “En viaje, 1967”.

Silvia Hopenhayn (1) propuso (y estoy de acuerdo con ella) “que hay más muertos que vivos conviviendo en la historia del mundo. ¿Podríamos imaginar una demografía de fantasmas? Difícil rastrearlos a todos, ya sean los inventados por escritores o provistos por las leyendas, los hay populares pero también muy íntimos. Si al menos pudiésemos ubicarlos en algún lugar: cierta altura, profundidad o estado de la fantasía; o resquebraduras de la realidad… Los suponemos volátiles, flotantes, quizá los haya soterrados o disueltos…”.

La literatura gótica está habitada de historias de fantasmas pueblan la literatura gótica como los inmigrantes que poblaron las tierras que por las noches ilumina la Cruz del Sur y devinieron argentinos, ocurrió algo parecido con los fantasmas de la literatura según Hpenhayn. Precisamente en la Biblioteca Aniversario de Adolfo Bioy Casares, que recientemente editó Emecé, hay varios personajes que lo volátil no los priva de su peso literario; tienen una pregnancia (“cualidad que poseen las figuras que pueden captarse a través del sentido de la vista. Dicha cualidad está vinculada a la forma, el color, la textura y otras características que hacen que la persona que observa pueda captarla de manera más rápida y simple”.) que es difícil quitárselos una vez comenzada la lectura.
Uno de los personajes de “La trama celeste” (1948) de Bioy Casares es obviamente Paulina, coprotagonista del cuento “En memoria de Paulina”, que comienza así: “Siempre quise a Paulina. En uno de mis primeros recuerdos, Paulina y yo estamos ocultos en una oscura glorieta de laureles, en un jardín con dos leones de piedra. Paulina me dijo: -En lo que me parezca a Paulina estoy a salvo. Veía (y aún hoy veo) la identificación con Paulina como la mejor posibilidad de mi ser, como el refugio en donde me libraría de mis defectos naturales, de la torpeza, de la negligencia, de la vanidad.” Este anhelo es quizá, prueba de un posible amor imposible (como Beatriz Viterbo en “El Aleph” (de Borges), o Faustine en “La invención de Morel” (de Bioy Casares). Cuanto más desea a Paulina, menos ésta le pertenece. Así como Beatriz Viterbo que le escribe cartas obscenas a Carlos Argentino Daneri, también Paulina las escribe a Julio Montero, traicionando a su enamorado. Y este juego obsesivo tiene un desenlace inesperado: Paulina muere, para después aparecérsele al protagonista de esta historia que interpreta la llegada del fantasma de Paulina como una declaración de amor eterno. Pero en ese momento, la pregunta que Bioy Casares instala en su ficción -redefiniendo la noción misma de los cuentos de fantasmas- es: ¿de quién es ese fantasma? La idea habitual es que un fantasma representa a la persona que quedó atrapada en este mundo. En cambio, en el cuento “En memoria de Paulina”, el fantasma no le pertenece a Paulina, no es producto de su desesperación por quedarse o vengarse de alguien. Hasta es posible que ni siquiera sea ella, aunque tenga su fisonomía. Bioy se lo hace decir al protagonista: “Abracé un monstruoso fantasma de los celos de mi rival”. Un fantasma producido por los celos del otro, creado por un hombre tan celoso, que con sólo imaginarla junto al otro fue capaz de crearla.

La creatividad literaria de Bioy Casares no tuvo límites. Por alguna razón es para muchos escritores rioplatenses, su paradigma literario. Recordemos que, con libros como “La invención de Morel” y “El perjurio de la nieve”, Bioy desarrolló e instauró en los años 40, la novela que no deja ningún cabo suelto, encarnación, de muchas maneras, de una literatura “deliberada, premeditada, legible” que Borges predicó pero que jamás puso en práctica. Bioy Casares aludiría décadas después a esa época, como su etapa “de la invención y la trama”. Hacia los 50, se produce en los relatos de Bioy Casares un giro hacia lo coloquial. Mas sin embargo no abandona experimentar, pero traslada a sus máquinas del tiempo y a sus enigmáticos sabios a ambientes que siente más cercanos, al mismo tiempo que se impone de alguna manera, no sólo el argot sino el humor porteño.

En una ocasión Bioy Casares le dijo a Manuel Vicent ¿cuál fue durante casi toda su vida, su método de trabajo?: “En esta misma sala, solos Borges y yo hemos cenado todas las noches durante más de treinta años. Cuando Borges se despedía, yo pasaba al gabinete y anotaba en un libro diario nuestras conversaciones de sobremesa, como un notario que levanta acta. Tengo más de tres mil páginas escritas e inéditas”.

Para Bioy Casares, el carácter “menor” que suele atribuirse a la escritura de diarios no fue un problema, “La otra aventura” es irrefutable prueba de ello y sus memoriosas páginas, Bioy Casares señala que los diarios íntimos ofrecen al escritor una forma de resolver la tensión entre obra y vida que siempre los agobia, “una solución no demasiado grata porque la recompensa de ver publicado el trabajo se reserva para la vejez y, aun, oh ironía, para la posteridad”.

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Regresando al antipoeta Don Nicanor (no confundir por favor con el Don Nicanor Paredes, de Jorge Luis Borges) bueno resulta rescatar la propia explicación de Parra: “¿Qué es un antipoeta? / ¿Un comerciante en urnas y ataúdes? / ¿Un sacerdote que no cree en nada? / ¿Un general que duda de sí mismo? / ¿Un vagabundo que se ríe de todo / hasta de la vejez y de la muerte? / ¿Un interlocutor de mal carácter? / ¿Un bailarín al borde del abismo? / ¿Un narciso que ama a todo el mundo? / ¿Un bromista sangriento/ deliberadamente miserable? / ¿Un poeta que duerme en una silla? / ¿Un alquimista de los tiempos modernos? / ¿Un revolucionario de bolsillo? / ¿Un pequeño burgués? / ¿Un charlatán? / ¿Un dios? / ¿Un inocente? / ¿Un aldeano de Santiago de Chile? / Subraye la frase que considere correcta”.

El centenario Parra es uno de los grandes poetas hispanoamericanos, pero esa grandeza está en las antípodas de la altisonancia: su poesía es inmediata e inesperada. Tiene la fuerza de la consigna, la extrañeza de un artefacto vanguardista, la banalidad de una broma. La poesía en Parra es un acto sedicioso. “Parra se ríe como condenado / ¡cuando no se rieron los poetas! / a lo menos declara que se ríe // pasan los años pasan / los años / a lo menos parece que pasaran / hipótesis non fingo / todo sucede como si pasaran // ahora se pone a llorar/ olvidando que es antipoeta”.

La revolución permanente de Nicanor Parra es la antipoesía que apareció en 1954 en “Poemas y antipoemas”, y continuó en sus otros poemarios (¿antipoemarios?): “La cueca larga” (1958), “Versos de salón” (1962), “Canciones rusas” (1967), “La camisa de fuerza” (1969) reunidos años más tarde en su “Obra gruesa” (1969).

Es obvio que Parra es heredero natural de Vicente Huidobro y sobre todo de “Altazor” (“Qué sería de Chile sin Huidobro / Qué sería de la poesía chilena sin este duende”, escribió) y que siempre se dijo, discípulo del grande Macedonio Fernández y su humorismo de la nada. Nicanor Parra desbancó al yo trascendente suplantando la figura del vate, por un hombre común, como tú o yo: “Los poetas bajaron del Olimpo. [?] / Nosotros sostenemos/ que el poeta no es un alquimista / el poeta es un hombre como todos / un albañil que construye su muro:/ un constructor de puertas y ventanas. // Nosotros conversamos/ en el lenguaje de todos los días/no creemos en signos cabalísticos”. Parra transforma permanentemente al energúmeno que transita a nuestro lado y a pesar de su cotidianidad, esta figura no es un sujeto reconocible en mera experiencia del lector: se trata más que un remedio que un remedo al burlón del “yo romántico” que parodia al convertirlo en una especie de sujeto kafkiano crucificado por la ironía.

“Acuérdate de mí cuando estés en tu reino / Nómbrame Presidente del Senado / Nómbrame Director del Presupuesto / Nómbrame Contralor General de la República // Acuérdate de la corona de espinas / Hazme Cónsul de Chile en Estocolmo / Nómbrame Director de Ferrocarriles / Nómbrame Comandante en Jefe del Ejército // Acepto cualquier cargo / Conservador de Bienes Raíces / Director General de Bibliotecas / Director de Correos y Telégrafos /Jefe de Vialidad / Visitador de Parques y Jardines / Intendente de la Provincia de Ñuble / Nómbrame Director del Zoológico // Gloria al Padre / Gloria al Hijo / Gloria al Espíritu Santo // Nómbrame Embajador en cualquier parte”.

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¡Suerte la mía, ciertamente!… haber leído por años a estos tres centenarios que hicieron, hacen y harán más bella la vida. Compruébalo tú mismo y serás más feliz en este disparatado mundo nuestro de cada día.

(1) : “La Nación”. Buenos Aires, Viernes 05 de septiembre de 2014.

PRESENTACIÓN

Inauguramos la edición recordando el aniversario de nacimiento de tres colosos de la literatura latinoamericana: Julio Cortázar, Bioy Casares y Nicanor Parra.  Para ello, Jorge Carro, nos ofrece en las primeras páginas el valor de sus propuestas creativas y el lugar que ocupa cada uno en el ámbito de las letras universales.

Una celebración de esta magnitud debe provocar en nosotros la voluntad de acercarnos a sus obras más allá de la admiración estética por el reconocimiento de otros.  Leerlos debe ser un imperativo que nos ayude a calibrar nuestro paladar literario y a refinar nuestro horizonte intelectual, a veces pervertido por el pensamiento hegemónico impuesto desde fuera.

El Suplemento presenta, además, el texto titulado “La filosofía y el mundo de la vida”, escrito por el profesor de la Universidad de San Carlos, Harold Soberanis.  El artículo nos expone el valor actual de la filosofía, su función y vitalidad en tiempos donde priva el pragmatismo como criterio último que dirige las acciones.

Por último, recomendamos la lectura de las contribuciones de Carlos René García Escobar, Juan José Narciso Chúa, Juan Fernando Girón Solares y Miguel Flores. Estamos seguros de que las propuestas serán de provecho y un medio para deleitarse mientras se toma un café.

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