Por Elena Box
Madrid
Agencia (dpa)

Aunque afirma que no quiere «llevar un cartelito» que lo defina ideológicamente, Mario Vargas Llosa se ha declarado en numerosas ocasiones como adalid del liberalismo, una doctrina que el Nobel de Literatura peruano reivindica ahora en su autobiografía «La llamada de la tribu».

El libro, que llega a las librerías este mes de marzo de la mano de Alfaguara, no son unas memorias al uso -como ya hiciera en «El pez en el agua»-, sino que se trata de una autobiografía intelectual y política. En ella, el octogenario escritor rinde homenaje a los siete pensadores liberales que más lo influyeron tras su desencanto con el comunismo y el existencialismo de Jean-Paul Sartre.

«El triunfo de la Revolución Cubana tuvo un efecto gigantesco en mi generación», contó hoy un locuaz Vargas Llosa en Madrid. «Vimos lo que creo que todos buscábamos: un socialismo abierto, sin una estética dogmática, que permitiría la discrepancia y la diversidad». Sin embargo, tras el entusiasmo e incluso militancia inicial, acabó sintiéndose «como los curas que cuelgan los hábitos».

«Descubrí que la democracia no era esa máscara del imperialismo que nos decía la izquierda comunista, sino que en realidad era lo que permitía que se viviera en una sociedad donde se podía discrepar del poder y criticarlo», explicó. Y fue en los 70, durante su estancia en la Inglaterra de Margaret Thatcher, cuando descubrió el libro que políticamente más lo ha marcado: «La sociedad abierta y sus enemigos», de Karl Popper.

El autor de «La ciudad y los perros» o «Conversación en La Catedral» define el liberalismo como una doctrina -y no ideología- que parte de convicciones compartidas como que el peligro para la libertad viene principalmente del Estado o el principio de la igualdad de oportunidades, presente ya en Adam Smith. «Todas las grandes reformas sociales que se han hecho en democracia tienen un perfil liberal», reivindicó.

Sin embargo, afirmó, en Latinoamérica el liberalismo «no prendió nunca de verdad», sobre todo desde el punto de vista económico. Y esa es una de las razones por las que las democracias «fueron muy frágiles, transitorias, y fracasaron», derivando en muchos casos en dictaduras militares. Con todo, hoy en día «la América Latina de los dictadores prácticamente ha desaparecido, sólo tenemos Cuba y Venezuela», añadió.

Implacable en sus críticas al socialismo -«piensen en lo que ha sido el peronismo para la Argentina, que era un país enormemente próspero y culto y fíjense lo pobre y caótico que es ahora»-, Vargas Llosa no se mordió la lengua cuando le preguntaron por las próximas elecciones presidenciales de abril en Venezuela, que según vaticinó «serán una farsa».

«No creo que haya un caso parecido de empobrecimiento tan veloz en toda Latinoamérica. En Venezuela había corrupción, pero era insignificante comparada con la actual, que es repelente, repugnante», añadió. Por eso, si los últimos comicios ya fueron manipulados por el Gobierno, en estos «el fraude va a ser todavía más espectacular», agregó.

En ese sentido, espera que lo que sucede en Venezuela sirva «de ejemplo preventivo a otros países latinoamericanos» como México, que podría «retroceder a una democracia populista y demagógica» en las próximas elecciones de julio, en las que Andrés Manuel López Obrador parece llevar el liderazgo en las encuestas. Pero «no van a ser tan insensatos», confió.

Preguntado por sus críticas al indulto del ex presidente Alberto Fujimori concedido por el actual mandatario de Perú, Pablo Kuczynski, el escritor volvió a insistir en que se trata de una medida «abusiva e ilegal». Fujimori, contra el que concurrió -y perdió- en las presidenciales de 1990, «fue un dictador condenado en un juicio impecable». «Hay que impedir que regrese la tradición espantosa que ha convertido Perú en un país pobre», añadió.

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