Juan Fernando Girón Solares
Colaborador Diario La Hora

Este relato está basado en la conocida Leyenda La visitante de los Sagrarios, publicada por Héctor Gaitán, en su obra La calle donde tú vives.

CAPÍTULO II

¿Ya se fijó qué bonitas están las lámparas en forma de esfera que recién colocaron la semana pasada frente al Palacio?
Preguntó el taxista a su acompañante, a lo cual ésta respondió con un lacónico -sí. Los andamios colocados en el frente y costados del elegante edificio en construcción fueron testigos de la maniobra que hizo el taxista al estacionarse en la esquina de la 6ª. calle y 7ª. avenida, y donde le indicó a la fémina:
“Apreciable señorita, por favor realice su visita a la Catedral, tómese el tiempo necesario, aquí la espero…”
La portezuela del Buick rechinó por la falta de aceite, lo cual avergonzó un tanto a Humberto cuando gentilmente abrió el vehículo permitiendo que su cliente, rosario en mano, ingresara por el atrio del templo catedralicio para realizar la primera de sus estaciones y por ende de sus visitas. En el frontispicio del Palacio Arzobispal, algunos colaboradores se aprestaban a colocar un hermoso cortinaje en los balcones, porque precisamente al día siguiente al mediodía, Jesús de la Merced, sudando bajo el sol y en hombros de sus cucuruchos, subiría el graderío a la vista del señor arzobispo para acceder al atrio de la Catedral Metropolitana.
El viento, ahora un poco más refrescante, levantaba remolinos de papel de china y aserrín, debido a la alfombra que con mucha devoción había sido elaborada por los trabajadores de la jefatura política del departamento de Guatemala, la tarde anterior al Paso de Jesús de Candelaria por el sector del Parque Central. A pesar de que no ingresó a la Catedral, Humberto efectivamente se santiguó recordando las enseñanzas de su madre, tan pronto su acompañante misteriosa ingresó al vehículo, pues de esa manera le daba gracias a Dios en poder ganarse honradamente unos centavos a aquellas horas, ya que como repetimos, al día siguiente no podría trabajar, mover el taxi y por ende, hacer recorrido alguno.

Antes de sentarse de nuevo al volante, unas vendedoras callejeras de atol, chuchitos, chipilines y otros alimentos ofrecían sus viandas a los comensales penitentes de aquella hora, y el agradable aroma de estas delicias, despertaron el apetito del piloto, prometiendo retornar a degustarlas tan pronto terminase su servicio.

Luego de pasar por la 6ª. calle hacia el poniente en busca de la Casa de la Moneda, el chofer hizo un giro hacia el norte y luego hacia el oriente en busca del templo de la Merced, a donde llegó unos minutos después. En esta ocasión, el vehículo fue estacionado frente al área de lo que otrora se conoció como LA PILA de la Merced, predio ahora ocupado por oficinas gubernamentales y para ser más específicos por un cuartel de la Guardia Civil, donde se repitió la operación.

Continuará…

 

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