Juan Fernando Girón Solares
Colaborador Diario La Hora

Este relato está basado en la conocida Leyenda -La visitante de los sagrarios- publicada por Héctor Gaitán, en su obra La calle donde tú vives.

Con devoción y agradecimiento a la Consagrada Imagen de Jesús de Candelaria -Cristo Rey-.

CAPÍTULO I

Eran aproximadamente las dieciocho horas con treinta minutos de aquel JUEVES SANTO, 22 DE ABRIL del año 1943. En el horizonte de la apacible y pintoresca ciudad de Guatemala, la “tacita de plata” cuyo orden y tranquilidad habían sido quebrantados por las solemnidades de la Semana Santa, el cálido sol del verano se había ocultado en el horizonte, y únicamente algunos destellos en tonos gris y naranja servían para romper el manto de la noche que poco a poco caía en pleno sobre el Valle de la Ermita.

Era noche de Jueves Santo, y por supuesto una hermosa e inmensa luna, la luna del “Nissan” en medio del cielo despejado, imponente se elevaba por sobre los tejados de barro de las casas de la metrópoli. Una refrescante ráfaga de viento se hacía presente a esa hora, la cual los transeúntes agradecieron como forma de mitigar el intenso calor que desde la mañana se había sentido.

Había una considerable cantidad de personas en la calle por aquellas horas y la razón no era para menos, se trataba del día de la VISITA A LOS SIETE SAGRARIOS, y por supuesto de alabar a Jesús Sacramentado luego de haber sido expuesto en los templos e iglesias Católicas, concluidos los oficios religiosos propios del día. Resultaba imperdonable no realizar por aquellos años la visita al Santísimo, en número de siete como lo marcaba la tradición, una época en la cual prácticamente no se conocían otros credos, ni mucho menos se distraía la gente en actividades turísticas ajenas a la Semana Santa.

Eso sí, lo único que había cambiado, debido al crecimiento y necesidades propias de la ciudad, era que se permitía el desplazamiento y utilización de vehículos automotores de los fieles devotos en los días grandes, menos en Viernes Santo, en particular para la visita de los sagrarios.

Así, en la descripción de este ambiente y a la hora precisa, da inicio nuestro relato. Una misteriosa dama, totalmente vestida de riguroso negro y utilizando su mantilla como símbolo de respeto y devoción, ha solicitado los servicios de Humberto, piloto de la unidad de taxi que se encontraba estacionada frente a la puerta principal del Cementerio General, a punto de retirarse.

“Quiero ir a visitar a los siete sagrarios este Jueves Santo, usualmente acudo a visitar al Santísimo cuando está expuesto en el templo de San Sebastián”, ha sido la explicación para su recorrido, que la misteriosa dama le brindó al taxista.

Humberto es un hombre alejado de las tradiciones y de la fe; por ciertos problemas personales se ha apartado de Dios y aunque respeta, no comparte absolutamente nada relativo a Semana Santa, y por eso está trabajando en su oficio de taxista, aquella noche de Jueves Santo. Han convenido en la prestación del servicio de transporte, en buen chapín de la “carrera” que dio inicio en el sitio en cuestión y tendrá como puntos intermedios antes de retornar al lugar de origen, la visita de los altares localizados en siete templos previamente definidos a solicitud de la fémina de muy pocas palabras, los que en su orden serán: La Catedral, La Merced, Santo Domingo, El Calvario, San Francisco, Santa Clara y finalmente La Capilla del Hospital San Juan de Dios.

El Buick modelo 1932, del tipo “Cabriolet” se desplaza con prontitud por la polvorienta avenida del Cementerio, frente al histórico barrio de El Gallito, para luego pasar a un costado del PREDIO SAN DIEGO, aquel que está poblado por champas en un improvisado asentamiento desde el gran terremoto de 1917-1918 y ganar así el empedrado de la Avenida Elena, hasta ubicar el sector del Incienso y luego enfilarse por la novena calle poniente, cuyas lámparas de mercurio se han encendido tímidamente para alumbrar el paso de los fieles. Cuando llegan al sector del Parque Central, tanto Humberto como la dama de riguroso luto se sorprenden al ver la monumental obra en construcción de lo que, en muy pocos meses, sería conocida como EL PALACIO NACIONAL.

Continuará…

 

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