Miguel Flores Castellanos
Doctor en Artes y Letras

Uno de los factores que cohesionan el mundo del arte es la connivencia. Ese solapado disimulo ante lo que hace el otro (bien o mal) porque, un comentario o una crítica, puede obstaculizar cualquier futura alianza. Este es uno de los motivos porque no existe una crítica de arte en el país, porque existe connivencia y necesidades económicas.

La connivencia se da en todos los ámbitos de la vida guatemalteca, pero en el arte es más evidente. Se hacen muchas actividades, que aunque desorienten, se les ve como algo que no está mal, como algo digno de alabanza, solo por tener la ocurrencia y el dinero para hacerlo. En el arte hay gran desorientación como pudo verse con el asunto de la formación en Expresión Artística en el pensum de estudios de diversificado, muchos artistas se rasgaron las vestiduras, y nunca se habló de la calidad educativa en la enseñanza de las artes, algo que está bajo su responsabilidad.

La actividad de Arte en las calles, de la Fundación Rosas Botrán es uno de esos eventos capciosos que un importante medio impreso local presentó como la apoteosis con que se abre el año cultural del país. Pero en realidad se está frente a una campaña publicitaria, donde el arte está en un segundo o tercer plano.

La idea del proyecto es buena, pero mal ejecutada, todo por tener más en mente el posicionamiento de la marca –Fundación Rosas Botrán– que el arte mismo. Hay que tener en cuenta que esta fundación utiliza el arte (a través de sus galerías, denominadas espacios culturales) como medio de financiamiento de sus otros intereses como lo son la investigación genética, restauración de obras de arte y ayudas sociales al Hospicio San José, lo cual es loable, Guatemala lo necesita. Se proyectan como mecenas del arte visual, cuando en realidad las obras de arte son un medio para obtener fondos.

Lo que se presenta como una importante actividad cultural es en realidad vestir la publicidad con el arte, pero le quedan muchos flecos a ese vestido. En su sitio web sobre Arte en las calles la Fundación RB dice: “La Fundación Rosas Botrán –en alianza con Ikonia apartamentos– y JC Decaux– despliega el arte en la calle (…) para ponerlo al alcance de todos (…) en esta oportunidad que está dedicado a las formas contemporáneas para ver el mundo que nos rodea más allá de nuestra realidad (…) arte para la gente, arte que por un instante transforma vidas despertando el deseo de ver más”.

En otra parte indica: el “MUPI es la vitrina bajo el cielo, que, sumergida en el bullicio y el congestionamiento del tránsito, convierte la Ciudad de Guatemala en una galería para que los transeúntes disfruten de un acercamiento espontáneo y casual a la pintura”. Al finalizar la nota apunta: “las obras originales y una selección muy importante de otros trabajos de cada artista participante se exhiben en el Espacio Cultural de Fundación Rosas Botrán de la zona 14”.

Este proyecto no despliega el arte en las calles, lo hace en algunos lugares de la ciudad, orientado a un target específico y donde haya MUPIS. Este mobiliario urbano está colocado por circuitos y por ser una colaboración estratégica con J. C. Decaux, propietaria y arrendataria de este mobiliario, solo es sede de “algunas” de estas estelas de vidrio para esta “exposición”.

No es posible ver la obra de arte –o lo que queda de ella– como en una exposición, ya que las “piezas” se intercalan con otras marcas publicitarias. ¿Cómo se imaginan ese proceso de transformación que brinda el arte dentro de un congestionamiento de autos al mediodía bajo el sol, o a pie en aceras inexistentes? Debe recordarse que el espacio para caminar, Tu Muni lo otorgó a J. C. Decaux del cual obtiene regalías. El ser una vitrina bajo el cielo es algo poético, pero totalmente falso. Otro error es ese acercamiento espontáneo… porque el MUPI ya está ahí en su ruta a su casa o trabajo. De espontaneidad nada.

Arte en las calles es una campaña publicitaria, no una exposición de arte, como se pretende hacer creer. Como puede verse en la ilustración, (figura 1), es posible percibir una jerarquía decreciente. El imagotipo de la actividad ocupa un gran espacio sobre la obra, en la parte inferior aparecen los isologos de la fundación y los patrocinadores; por último, en la letra más pequeña, el nombre del artista.

A esto hay que sumar, que el color blanco no ayuda a destacar las marcas, pero al mismo tiempo contaminan la imagen (mejor dicho, la fotografía de la obra de arte). Además, agreguemos el reflejo del vidrio y del material en que está impresa la supuesta obra de arte, una superficie brillante traslúcida. En este ejemplo los llamativos colores de la obra es el punto de atracción, pero la obra queda muda.

En el otro ejemplo, (figura 2), pasa lo mismo, la reproducción de la obra del nuevo Botero maya se transforma en una ilustración, con la cantidad de sistemas lingüísticos sobrepuestos. Realmente el objetivo de esta actividad mal llamada Arte en las calles es dirigir a quien se sienta interesado en visitar su galería en zona 14, llamada por la fundación espacio cultural, ese es el objetivo real de Arte en las calles.

Otra de las faltas es denominar a las obras de estos artistas, “contemporáneas”, tal vez lo son porque son de reciente manufactura. En realidad, es una obra modernista anclada en los viejos preceptos del arte, nada novedoso. A las cosas hay que llamarlas por su nombre. Definir como contemporáneas estas obras evidencia poco conocimiento del estado actual del arte en el país de parte de los responsables de escribirle al señor Rosas Botrán, o él muestra falta de criterio al aceptar estas catalogaciones. Lo crítico de una actividad como ésta es que suma más a la desorientación que a la formación sobre temas de arte.

Pero eso sí, el advertorial en el medio que prodigó elogios –fotos del coctel–, dio nombre y cara al padre y padrinos del proyecto, y los artistas que se prestaron al juego (otra vez la connivencia) agradecidos, aunque su obra sirviera de ilustración.

 

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