Miguel Flores Castellanos
Doctor en Artes y Letras

Sin duda es un acontecimiento importante para las artes visuales. Por mucho que se diga de ella, sigue siendo el referente, aunque ya no como en sus primeros años. El espíritu de don Rodolfo Paiz y Zipacná de León rindió sus frutos. Luego de la gestión de doña Jackeline de Paiz y Ángel Arturo González la dinamizó e inició el proceso de renovación. Sin duda la percepción que se tiene del arte en el país se debe a este programa que visibilizó a los creadores plásticos en el período posterremoto de 1976, además fue la simiente de un mercado de arte que se dinamizó.

La Bienal de Arte Paiz como objeto de estudio, resulta un fascinante campo donde es posible analizar, además del desarrollo del arte visual, aspectos como la recepción de las obras de arte, las relaciones de los artistas y los creadores, el impacto de los premios en el mercado del arte, para citar algunos. Ninguno de estos estudios se ha realizado hasta el momento.

La Bienal de Arte Paiz nació bajo el formato de salón, es decir que se abría una convocatoria y bajo las distintas categorías se presentaban artistas. En sus primeros años la participación de artistas connotados convivían con la categoría libre, en esta última categoría era posible visualizar nuevos valores.

Guatemala carece, hasta hoy, de un espacio profesional para realizar exposiciones de gran envergadura (en número de obras a exponer), esto generó que la Bienal naciera en centros comerciales. Los artistas recordarán los montajes en el Centro Comercial Monserrat o en Plaza Vivar, aprovechando los locales vacíos estos se llenaban de obras de variada índole. Luego en afán de hacer un montaje profesional la exposición de la Bienal ocupó algunos salones del Parque de la Industria. Pero una exposición no solo necesita de espacio, es importante contar con muros para el montaje de las obras, así como iluminación adecuada. Todos estos obstáculos tuvieron que sortear los organizadores de esta ya tradicional cita de las artes visuales. Montaje y financiamiento de paneles, y reflectores son un gasto considerable. Los montajes en el Parque de la Industria requirió una inversión considerable que solo pudo hacerse con el liderazgo de doña Jakeline de Paiz en lo financiero y administrativo, y en los programas culturales diseñados por Ángel Arturo González. Estos costos fueron altos y requería una logística que solo una empresa como Paiz pudo hacer, como lo hizo en los Festivales de Arte en La Antigua Guatemala.

La Bienal Paiz fue el escenario donde se libraron las primeras batallas entre el arte moderno y contemporáneo. Los propios jurados, destacados estudiosos del arte y artistas de diferentes países empezaron a ver en el arte guatemalteco ciertas rupturas conceptuales, que dependiendo de los jurados empezaron a premiar o no. Las obras que empezaron a producirse a finales de los ochenta y los noventa y los primeros años del siglo XXI, donde se borraron las fronteras entre los diferentes géneros modernos, pintura o escultura, dio paso a las instalaciones, fotografía intervenida, pintura intervenida, a objetos conocidos con reconocimiento de arte, el paradigma artístico y había cambiado. Tal era la presencia de estas obras que la Bienal tuvo que actualizar constantemente las bases de su convocatoria. Hay muchas anécdotas sobre este particular, especialmente cuando el jurado otorgó el Glifo de Oro a una obra controversial como una pintura de gran formato de Aníbal López. Esta lucha entre paradigmas estaba representada por los grandes maestros y las nuevas generaciones de pensamiento, como Galería Imaginaria.

El premio de una actividad como la Bienal, además del valor monetario, que se daba hasta 2008, representó y representa una importante dimensión simbólica, en Guatemala, que otorgaba un reconocimiento importante que acrecentó su capital simbólico, por que las galerías de arte les abrieron sus puertas de par en par, lo que generó ingresos monetarios al artista y galerista, de esto se habla poco, pero es una realidad.

Fue en el 2008, ya sin doña Jaqueline de Paiz en la Fundación que la Bienal dio un giro, al no contar con un jurado, sino con un equipo de curadores, guatemaltecos presididos por el cubano Néstor Herrera Ysla, juntos lograron un discurso potente denominado “El hombre y sus circunstancias” con el llamado a 60 artistas, por primera vez se empezaron a utilizar espacios culturales más o menos equipados para hacer una Bienal por toda la ciudad. La siguiente Bienal en 2010 el curador fue el colombiano José Roca, siempre con curadores locales, pero en esta oportunidad fueron menos. Ya los fondos de la organización se notaban mermados, y así han seguido viniendo importantes nombres del mundo curatorial (a lo star system del mundo internacional del arte).

Este año en que la Bienal cumple cuarenta años de existencia de forma ininterrumpida es posible hacer un balance de los beneficios de una actividad tipo salón o una actividad “curada”. Los primeros años de esta actividad dejaba nuevos nombres de artistas y los hacía visibles. La irrupción de una curaduría posterior al 2008, ha dado como el resultado una exquisita selección de curadores de una misma línea ideológica de los que es el arte actual, haciendo invisibles al resto de artistas emergentes. Sin duda quien más perdió fue la fotografía, que antes contaba con un reconocimiento específico como disciplina, lo que ahora no ocurre.

A pesar que ahora la Bienal cuenta con “guías”, estudiantes de arte, y se hacen actividades como coloquios. El público sigue ignorante, muchos siguen viendo con recelo el arte actual y le muestran poco afecto. Esta es una actividad que viven con pasión los entendidos. La venida de curadores de fama internacional, poco ha servido, si mucho un artista ha sido invitado a una actividad de este tipo en otra región del planeta, pero en realidad su aporte más que guiar el proceso de selección y avalarlo con su nombre, y dar cierta “fama” a la Bienal Paiz de Guatemala, sus aportes han sido escasos, a un alto precio (pasajes aéreos, hospedaje y honorarios). Como dice alguien por ahí –porqué ponerse exquisitos– si luego de la Bienal no pasa nada. Ni siquiera se ha podido establecer un salón de exposiciones decente, para otras actividades expositivas de similar envergadura.

 

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