Carlos René García Escobar
Escritor y antropólogo

Detener la historia es ya, como título, una flagrante irreverencia contra el tiempo. Más, si la portada nos muestra la fotografía de una mujer desnuda de frente y con las piernas abiertas en postura artística más que de entrega. Con este título y portada se inicia la poesía que Alejandra Solórzano, su autora, nos perpetra dulcemente por medio de los fueros infinitos de la filosofía occidental.

Cada poema, cada verso, es una señal de advertencia que detiene la historia en tanto nos conduce a la reflexión de sus ideas y metáforas. Es más, sus metáforas no son líricas modernistas y tradicionales, no. Son estéticamente filosóficas en el marco de un estilo contemporáneo de poetizar la realidad intrínseca y femenina describiendo sueños e ideales ancestrales.

Se encuentra en sus poemas, surgidos desde un ser plenamente femenino, un constructo dedicado al ser masculino, pero sin exaltar sus particularidades de hombre –macho dominante– sino, mediante el trato igualitario al amante compañero.

Alejandra no omite, por supuesto, la condición histórica de invisibilización que las mujeres han sufrido en el desarrollo de la humanidad y, esta posición le permite mostrarse como feminista en el marco de un feminismo delicado, no recalcitrante, pero sí firme y exigente. Sus poemas a Malitzin son arquetípicos al respecto. Como lo son aquellos propios del dolor femenino cuyo efecto es la decisión fatal.

Leyendo Detener la historia uno se convence de tener en sus manos una lectura refrescante por cuanto reflexiva, con estética poética de adecuado y certero nivel y con la seguridad de que se vuelve a leer para gozar del placer de percibir poesía de alto nivel.

 

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