Por Christiane Oelrich
Ginebra
Agencia (dpa)

Los diamantes no sólo son «a girl’s best friend», como cantaba Marilyn Monroe, sino que también cardenales, reyes, emperadoras y cortesanas han mostrado a lo largo de la historia su debilidad por estas gemas. Así queda patente, al menos, en el ilustre «linaje» de las joyas que esta semana se subastan en Ginebra.

Una de las que más expectación genera es el diamante rosa de 19 quilates conocido como «Grand Mazarin», por el que Christie’s espera obtener mañana al menos cinco millones de euros (5,8 millones de dólares). La pieza, que data del siglo XVII, fue literalmente una de las joyas de la corona francesa y tiene una noble historia a sus espaldas.

El «Grand Mazarin» debe su nombre al cardenal Jules Mazarin, el hombre de Estado más destacado de la corte francesa en el siglo XVII. No se sabe de dónde sacó ésta y otras joyas, que legó al «rey Sol» Luis XIV y fueron engarzadas en coronas de emperadores y reinas. La última emperatriz francesa, Eugenia de Montijo (1826-1920), adornó con ellas su banda. En 1887, las joyas de la corona fueron subastadas.

¿A quién pertenece hoy el «Grand Mazarin»? Rahul Kadakia, director del departamento de joyas de Christie’s, prefiere guardar silencio y sólo apunta a una familia nobiliaria europea. «Espero una auténtica batalla de postores», añade. Y al preguntarle por quién tendría interés en una joya así pone cara de póker. Por supuesto que lo sabe, pero no quiere revelarlo. «A menudo, quien tiene verdadero interés no se pronuncia hasta el mismo día de la subasta».

Según Kadakia, seguramente haya unos 15 postores que lleguen a pujar hasta los cinco millones de euros. Pero a partir de ahí, el cerco se estrecha y sólo dos o tres pujarán por encima de los seis millones. Además, apunta, no sólo se trata de millonarios que desean enriquecer sus colecciones, sino también de museos como el parisino Louvre o el recién inaugurado Louvre de Abu Dhabi.

Sotheby’s, por su parte, pide el miércoles al menos 7,7 millones de euros (casi 10 millones de dólares) por dos diamantes amarillos de, en conjunto, 185 quilates. Ambos pertenecieron a Pauline Henckel von Donnersmarck (1819-1884), que desde un humilde barrio de Moscú llegó a convertirse en una de las cortesanas con más éxito de París. Tras varios matrimonios, logró el título de condesa y falleció a los 64 años en el palacio de Neudeck (Alta Silesia).

Menos historia, pero también mucho potencial para presumir, tienen dos diamantes que acaban de recibir sus últimos retoques. Por un lado, Christie’s ofrece un diamante blanco descubierto en la India y que, con sus 163,41 quilates, es el mayor con esa pureza jamás subastado. El joyero Grisogono lo ha engarzado en una cadena con decenas de diamantes y esmeraldas por la que espera al menos 25 millones de euros (29 millones de dólares).

Además, Sotheby’s ofrece el «Raj Pink», que con sus 37,3 quilates es el diamante rosa mayor del mundo. Está engarzado en un anillo y su dueño -anónimo- pide por él al menos 17 millones de euros (casi 20 millones de dólares). A ello hay que sumar la comisión que el comprador debe pagar siempre a la casa de subastas, y que asciende al 12,5 por ciento. Algo nada despreciable en semejantes sumas.

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