Por Sergio Valdés Pedroni

En materia de dibujo, hace tiempo que Marcela Valdeavellano alcanzó la edad de la sutileza. Es decir, de la imaginación liberada del cautiverio técnico y de todo dogmatismo doctrinario occidental.

Ajena a la arrogancia que suele acompañar lo contemporáneo, Valdeavellano entrega su fuerza, su afecto y su madurez «a la renovación de las miradas», al descubrimiento de los «espacios ciegos para la cultura hegemónica», a la reinvención compartida del afecto y el porvenir.

Prueba de ello es De Nahuales y Encomenderos, un conjunto de dibujos que sitúan la rabia y el dolor del pasado -la Conquista, la Colonia y la falsa democracia del siglo XX y XXI- en la rabia y el dolor del presente. Al anunciar el imperativo colonizador y el cinismo occidental, con su vocación de muerte y despojo disfrazado de gesta civilizadora, trastoca las fronteras del tiempo y de las modas estéticas. Su vigencia artística es consonante con su vigencia y su integridad como persona.

Álvaro Arzú se confunde con Cecilio del Valle y con los encomenderos súper-ideologizados de todas las edades e ideologías. De un lado las actas, los rostros, las firmas de la ignominia. Del otro, los códices renovados del tiempo y del asombro, en el laberinto de la imposición y las armas. Es el retrato de una batalla desigual de resistencia, que tiene las arrugas de los volcanes, las gargantas del fuego terrestre y los espejos sagrados del cielo.

Valdeavellano se convierte, sin ningún reclamo de autoridad, en la emisaria de una cultura y una sensibilidad ancestral que no cesa de adaptarse a sí misma. De comunicar su verdad. Su capacidad de ponerlo todo en relación, con trazos de grafito, acuarela y crayón, sorprende al ojo cansado de la indiferencia y lo invita a volver sobre su rastro imaginario, a no cambiar lo propio por lo ajeno.

No es fácil crear formas nuevas mediante la confrontación de mundos conocidos. O mejor dicho, facilitar nuevas lecturas de viejas realidades humanas. Viejas heridas. Viejos silencios postergados hasta el presente en la retórica de un genocida de paca, exculpado de sus crímenes por un empresario evasor o un político de extrema derecha.

Valdeavellano dibuja para discernir entre estas cosas, sustentada en la fuerza protectora de los nahuales. En la honestidad vinculada a la ternura, por dolorosa que esta sea. El vuelo de un murciélago sobre el signo del afecto, el rostro aventurero del conquistador -un sicario de la invasión-, un búho sabio y premonitorio como auxiliar visual de nuestro propio tiempo infinito, la conciencia de la tierra que sorprende a la memoria burocrática -inanimada- de las instituciones. Aq´ab´al rompe la monotonía del viento en la madrugada. Iq´ restituye el equilibrio perdido ante una nueva tragedia, un nuevo exabrupto de estupidez, para que del cuerpo incinerado de 40 jóvenes, se produzca un promisorio dibujo para la vida.

Marcela corazona la realidad y la memoria. Es decir, produce para todos y todas nosotras, una nueva respuesta ética y estética, no exenta de rabia. No solo cumple con el imperativo de hacer visible, desde una perspectiva de-colonizadora, la matriz colonial-imperial del poder(1) que está vigente, sino que nos da la fuerza y la belleza para recuperar la sensibilidad, la ternura, la capacidad de amar y la voluntad de crear y de pelear hasta la muerte.

(1) Corazonar el sentido de las epistemologías dominantes desde las sabidurías insurgentes para construir sentidos otros de la existencia. Patricio Guerrero Arias, poeta y antropólogo ecuatoriano, en Calleja #14, julio – diciembre de 2010.

El arte del dibujo es principio y fin de toda cosa imaginable. Poesía, segunda naturaleza, libro viviente de todo lo pasado.
Gerardo de Brujas, 1674.


Asista a la inauguración

Jueves 23 de marzo a partir de las 19:00 horas en Galería de Arte Rocío Quiroa, 11 calle 3-36 zona 10, Ciudad de Guatemala. Entrada libre.

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