Por Julia Silvestre / Fotografías por Sebastián Oliva

Es común observar cada Día del Cariño infinidad de esfuerzos para demostrar el amor y la amistad a los seres queridos: una tarjetita por aquí, unos chocolatitos por allá, flores, etc., así celebramos la capacidad amorosa de los seres humanos, se supone.

Para las parejas, esta celebración no debe pasar desapercibida so riesgo de una buena dosis de reproches. Para algunos solteros es motivo de molestia, no hay a quien acompañar, a quien lucir. Les pesa la soledad; especialmente en días como estos surgen las fiestas o películas “anti-amor”, donde se canaliza esta decepción.

Para nosotras, un grupo de mujeres inquietas, este Día del Cariño fue un pretexto para poner sobre la mesa al amor, no en modo celebración sino para cuestionarlo ¿qué es esa cosa a la que le decimos amor y que nos desvive tanto a las mujeres?

Lo vimos desde niñas en las películas de Disney, también en las comedias románticas que disfrutamos en la adolescencia, más o menos entendimos qué era lo que teníamos que hacer: que no es otra cosa que ser la eterna damisela en peligro que encuentra a su príncipe y viven felices para siempre (aunque sea mujer “exitosa”, siempre faltará el chico que esté a la “altura”). Esto fue lo que aprendimos del amor, pero ya en la práctica la cuestión no es tan simple como nos la vendieron; nos desvivimos por alcanzar esos parámetros sin importar qué tan alto sea el costo.

Simone de Beauvoir dijo alguna vez el amor no es en la vida del hombre más que una ocupación, mientras que para la mujer es la vida misma, y es que el amor, ese romance que aprendimos toda la vida, nos reduce a la mínima expresión de complemento del otro, ese mito de la media naranja que refuerza la condición de inferioridad de las mujeres.

Es por eso que nosotras, Espacio Feminista intervenimos el legendario bar y restaurante Mi Verapaz: lo adornamos de corazoncitos, inflamos globos rojos y regalamos dulces para armar el ambiente de fiesta que nos permitiera dialogar alrededor de qué significa amar y ser amado. Y para hacerlo hicimos una instalación con una serie de screenshots de conversaciones con novios, esposos y parejas donde pudiéramos evidenciar el acoso, los celos y la manipulación como expresiones violentas pero justificadas en el marco de lo que conocemos como amor, el amor romántico.

Llegamos a las 17:00 horas para la intervención. En el lugar no había escalera, solo cajas de cerveza y mesas para colgar los corazones y los screenshots, así que tocaba pararnos en medio de la cantina y rifarnos el físico en medio de chiflidos y gritos de algunos borrachines consuetudinarios del tugurio. Es inevitable sentirse insegura estando en esa posición. Además de lidiar con el bolo que se las llevó de vivo para “ayudarnos” a subirnos en las cajas y de paso intentar la sobijeada. Entre todas nos cuidamos y nos la pasamos rechazando entre bromas y malas caras la supuesta “caballerosidad”.

A esa hora nos encontramos a comerciantes de la 18 calle y algunas parejas celebrando con chelas y canciones de Joan Sebastian el 14 de febrero. Por un momento nos preguntaron si éramos un grupo musical y de qué era nuestro “show”, otros nos preguntaron el porqué de los papelitos que colgábamos. Un par de señorones nos recomendaron que siguiéramos estudiando, que eso nos iba a llevar lejos, y nos invitaron a unas chelas.

Don Maquito, el dueño del lugar, tomó una escalera y empezó a ayudarnos para terminar de instalar todo, estando en lo alto de la escalera toma un corazón y extrañado pregunta ¿Por qué dice “puta”?, nos vio con cara de “los patojos de ahora”, se rió y bajó a que le contáramos por qué lo hicimos.

Poco a poco el lugar se fue llenando mientras las risas y chiflidos eran cada vez más altos; algunas mujeres que venían con sus novios leían los screenshots, se sentían identificadas y nos decían “eso es cierto, así le dicen a uno siempre”, algunas se atrevieron a contarnos sus historias, una sacó su teléfono y nos mostró las conversaciones con su ex novio (que ahora está casado) quien le manda sendos mensajes de texto diciéndole que ella no podía estar con otros hombres porque la estarían utilizando y que él si la quería y respetaba, estando casado con otra persona (¡Vaya vos!).

Llenamos el lugar con globos que tenían mensajes sobre el amor romántico y que los participantes escribieron con marcador, un grupo de roqueros nos lanzaron uno que decía “¡Linda que estás!”. Isabel, mesera del lugar, pasó un buen rato con su globo y marcador en las manos, insegura de lo que iba a escribir pero con el ánimo de hacerlo pues no soltaba el globo, hasta que escribió: “amor es estar amarrado”. Reacciones diversas se dieron en el lugar, no las podíamos prever en buena parte y algunas fueron tan inesperadas como los performances que ya no se hicieron.

Les pedimos a dos hombres que realizaran un performance donde leyeran conversaciones agresivas que tuvieron en algún momento con sus parejas. No se tenía planificado el momento pues se haría de acuerdo a cómo estuviera el ambiente en el lugar. Al final no se hicieron, no hubo ese momento adecuado para detener el ambiente y poner a las parejas a leer conversaciones.

Al día siguiente, ambos individuos expresaron su inconformidad por no haber participado en la intervención feminista, nos dijeron que desde que se les propuso se sintieron retados pero al mismo tiempo vulnerados, pero que lo harían por consideración a nosotras. El que no se realizaran los performances los molestó pues según ellos fue “mucha bulla para nada”. Es curioso notar el efecto del no-performance.

No es común escuchar que un hombre se sienta vulnerado, observado y preparado para ser juzgado públicamente. Así pasamos la mitad del tiempo las mujeres en la calle cuando caminamos, en el trabajo cuando estamos a cargo de equipos de personas, en el hogar cuando expresamos nuestras ideas y así sucesivamente. No por ello pensamos que la vulneración vivida por los compas haya generado más empatía o que haya sido justo, fueron situaciones que se dieron espontáneamente y el resultado final no lo sabemos todavía.

Lo que sí podemos afirmar es que la intervención Esto no es amor interactuó con el público y mostró el lado menos alegre del asunto y por el que se sostienen las diferencias de género y las relaciones de dominación dentro de las parejas.

También caímos en cuenta que el amor va más allá de lo que creemos y podemos ofrecer. Para ello hay que recurrir a la persona más importante de nuestras vidas, nosotras mismas. En la medida que podamos amarnos (y no me refiero a que vestirnos y pintarnos bonito sea suficiente) podremos saber qué necesitamos y con quiénes podemos construir relaciones sanas, libres y de mutuo crecimiento. Es el reto para los hombres y demás géneros identificar las limitaciones del amor romántico en sus relaciones. La chibolita ya está en el aire…

Que todos los días sean del cariño, del amor propio y autonomía para nosotras las mujeres.

Siempre supe que es mejor cuando hay que hablar de dos, empezar por uno mismo.
S.


Julia Silvestre (Guatemala, 1989) Socióloga y feminista con raíces santarrosenses y quichelenses, pero citadina al final de cuentas. Sobreviviente del salvajismo de los taxistas. Con su bicicleta se siente la dueña de las calles.

Artículo anterior¿Qué fue de Tecum?
Artículo siguienteEstudio: Añadir bacteria protectora a crema protege piel