Por Brenda Monzón

Nací cuando José Ernesto Monzón tenía 59 años, soy hija de su segunda esposa. Muchas partes del apogeo de su existencia productiva me las perdí, pero aún alcancé a vivir algunas de las mejores experiencias con él.

_BMi familia vivía en oriente, específicamente en El Progreso, pero cuando el terremoto del 76 azotó el país nos trasladamos a Huehuetenango con los pocos chunches que quedaron enteros. Escogimos Huehue (entre otras cosas) porque allá no hubo tanta destrucción como en otros departamentos. Mi papá trabajaba en la capital y viajaba cada fin de semana en moto de regreso a la casa, luego salía de madrugada los lunes rumbo a su trabajo en la capital.

En aquellos años, el conflicto armado estaba en su etapa más intensa, así que atravesar 260 kilómetros no era fácil para nadie, recuerdo las ocasiones en que nosotros viajábamos a ciudad de Guatemala en las pullman de los Halcones. Salíamos a las siete de la mañana y llegábamos después de las dos de la tarde. Además del pésimo estado que siempre ha caracterizado a la carretera Interamericana, otra característica de aquella época eran los numerosos retenes que encontraba uno en el camino, unos de los militares, otros de la guerrilla y sin importar en cual siempre bajaban a todos los hombres, cada uno con cédula en mano. La mayoría regresaba al bus después del registro, otros no. A mi papá casi siempre lo reconocían, eran los años en que empezaba su consagración como compositor; lo que no significaba para él una posición económica acomodada, al contrario, reunir dinero para darnos estudios, casa, comida, y cubrir las demás necesidades de sus cinco hijos no era tarea fácil, (siendo la segunda familia que hizo, mi mamá tenía 18 años cuando se juntó con él que tenía 50) sobre todo porque en ese tiempo era perseguido por ser un intelectual, a pesar de eso nunca quiso dejar el país, mi papá se sudaba la espalda para darnos todo lo que sus posibilidades permitían, no vivimos con lujos, pero tampoco nos hizo falta nada.

Mis recuerdos sobre su personalidad son muy especiales, José Ernesto Monzón tenía magia para hablar y cuando él llegaba los fines de semana, la casa se llenaba de gente muy diversa: lustradores, doctores, abogados, heladeros, zapateros, músicos y demás, llegaban para saludarlo, hablar con él, contar sus historias, cantar, etc. Su carisma era impresionante.

La casa era visitada por mucha gente de la capital, personas de todos los ámbitos (y calañas jajajá). Recuerdo la vez en que llegó Manuel José Arce, otro día pudo haber sido Héctor Gaitán, eran muy amigos y a los dos los llevó a ver una casita que estaba construyendo, donde actualmente vive mi mamá.

En la capital se movía en diversos círculos sociales. Alquilaba un cuartito con una señora bien amargada a la que no le gustaba que él hiciera ruido, estaba en la 13 avenida y 18 calle zona 1, su trayecto diario era de la 18 calle entre 10ª. y 9ª. avenida, a distintas zapaterías y cafeterías donde llevaba la contabilidad, también llevaba la conta de un barcito llamado “El Gusano” que quedaba entre la 17 calle y 9ª. y 10ª. avenida de la zona 1, muy famoso en aquel entonces (y frecuentado visitado por estudiantes san carlistas), después se dirigía a la AGAYC (Asociación de Autores y Compositores de Guatemala), más tarde caminaba a la APG (Asociación de Periodistas de Guatemala) para concluir su recorrido en el Paraninfo Universitario.

En el trayecto veía a distintas personas con quienes casi siempre se detenía a tomar café con champurradas (le encantaba el pan de Panadería Las Victorias) y discutir sobre temas políticos y académicos, algunos de sus amigos eran Roberto Paz y Paz (el seco) a quien llamábamos con cariño tío seco; Rigoberto Bran Azmitia; Juan José Arévalo; Tasso Hadjidodou; David Pinto (Lencho patas planas), entre muchos otros.

A veces lamento no haber tenido una grabadora a la mano para inmortalizar todo los que nos contaba, yo tendría entre 7 y 11 años y lo único que hacía a veces era anotar algunos datos, claro, yo no era consciente de que mi papá era quien era, yo más bien creía que los papás de todos los niños hacían lo mismo que el mío así que no me preocupé en llevar un registro de muchas cosas.

A la vuelta de muchos años he podido rescatar datos y enterarme de distintas cosas, he recogido entrevistas, hablado con varias personas, encontrado grabaciones, recortes de prensa, pero sobre todo he tenido la maravillosa oportunidad de contar con amistades especiales, como el doctor Alfonso Arrivillaga Cortés, quien en el año 2013 publicó para el CEFOL (Centro de Estudios Folclóricos de la Universidad de San Carlos de Guatemala) un boletín con datos de la vida familiar y artística de mi padre, muchos de esos datos para mí desconocidos .

Continuará…

Mis recuerdos sobre su personalidad son muy especiales, José Ernesto Monzón tenía magia para hablar y cuando él llegaba los fines de semana, la casa se llenaba de gente muy diversa…


Brenda Zacnicté Monzón (ciudad de Guatemala, 1976). Es escritora, promotora y periodista cultural.

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