Por Salazar Ochoa

Siempre es atractivo que un Premio Nacional de Literatura regrese a esta urbe tropical y mejor si es con un nuevo libro bajo el brazo. En esta ocasión el pretexto de David Unger para visitar Guatemala es la publicación de su más reciente novela, reeditada por segunda ocasión en español bajo el sello editorial F&G Editores. La presentación oficial ya tuvo lugar por si sentían las increíbles ganas de asistir, pero la oportunidad de conocer el pensamiento de Unger sigue latente.

Quedamos de vernos en la redacción de La Hora a las 13:00 y como cosa rara en este país todos los invitados llegaron en un margen prudente. Hablo en plural porque David se hizo acompañar de Denise Phé-Funchal, Javier Mosquera (traductor de la obra) y Fernando Chuy, camarada encargado de hacer disparos con su cámara.

La última vez que hablamos, David estaba presentando El Manipulador. Envueltos en la atmósfera de aquella Filgua le pregunté cómo veía la coyuntura política que atravesaba el país en aquellos alegres sábados revolucionarios… Ahora con las aguas menos alborotadas le recordé lo que me dijo en 2015 y evidentemente insistí en conocer su perspectiva de los tiempos que corren…

Unger: El país no debería olvidar aquellos momentos. Se dio un paso enorme en la historia latinoamericana. El trabajo de los fiscales y la presión ciudadana hicieron terminar a Pérez Molina y la Baldetti en el bote, es algo increíble.

Salazar: Parafraseando a Mario Roberto Morales en una entrevista, él se refería a la llegada de James Morales a la presidencia como un retroceso de 40 años, la época de los militares más cavernarios de la historia…

Unger: …y evangélicos que están con él. Sí, es horrible y es muy similar a lo que está sucediendo en Estados Unidos con Trump; él es otro Jimmy Morales, los dos son payasos por así decirlo. Lo que sí noto que es una diferencia, por lo menos allá, es que existe una oposición muy fuerte. Estuve en Washington el sábado pasado con mi familia protestando. Lo triste en Guatemala es que los movimientos de protesta del 2015 parece que con las elecciones desaparecieron por completo. Al menos es eso lo que yo veo desde afuera.

Salazar: Quiero citar una frase que Esperanza le lanza al protagonista de la novela que me despertó cierta sensación en esta etapa cumbiera y salsera de mi vida y dice: Este es un bello país Marcos, pero los guatemaltecos están medio muertos les falta vida. ¿Por qué a los guatemaltecos nos cuesta tanto bailar y ser extrovertidos?

Unger: Bueno, Esperanza en la novela es una mujer de la parte costeña de Colombia, comparar ambos países es muy difícil. Los guatemaltecos somos personas muy conservadoras…

Salazar: Sí, yo sé que son así y que hay diferencias. Pero también hay cuestiones muy similares, Colombia también tuvo una guerra muy larga… ¿Qué hace que el guatemalteco promedio sea tan solemne, aburrido y tímido?

Unger: Creo que es parte del carácter nacional que viene por muchos motivos históricos desde la invasión española y la dominación hacia los Mayas. También tienen que ver las dictaduras de Estrada, Ubico y todos los gobiernos militares que vinieron después que hacen al pueblo más tentativo frente a la vida.

Salazar: ¿Qué querés decir con «tentativo»?

Unger: Es decir que es gente que siempre está midiendo las cosas antes de sentirlas; siempre hay una reserva. Por ejemplo el abrazo no viene o no nace totalmente del corazón, primero surge la desconfianza, después se gana la confianza y creo que eso es algo más guatemalteco que de cualquier otro país de Centroamérica por ejemplo.

Salazar: Cuéntenme sobre el proceso de la traducción.

Unger: Siempre sentí que no era una novela muy guatemalteca hasta que entró en las manos de Javier.

Creo que tener a un escritor traduciéndote es ganar el premio gordo de la lotería. Javier entiende lo que yo quería decir.

Salazar: ¿Tomaste como referencia las versiones anteriores?

Mosquera: Te voy a confesar… tenía las otras ediciones, en inglés, tenía la traducción anterior y la que yo estaba haciendo… porque iba a ser un poco mentiroso el decir que no tenía que ver esos trabajos. El asunto está en que yo leí el libro e incluso participé en el conversatorio cuando se presentó esa obra en Guatemala durante una Feria del Libro en 2004, aproximadamente.

En aquel entonces la traducción no me pareció tan mala pero cuando ya estuve trabajando detenidamente sí encontré una redacción muy deficiente. Primero porque se notaba que el uso del castellano era de alguien que ya no vivía en la región. El libro estaba lleno de arcaísmos.

Traducir es recrear la obra. No es pasarla de un idioma a otro, es recrearla con otros símbolos. Es un trabajo complicado

Salazar: Eso te iba a preguntar David… se trata de una movida editorial o la cultura del país sigue tan presente en tu interior y por eso hablás con esa propiedad de Guatemala. Es evidente que no es así porque incluso vos que no vivís aquí conocés el país mejor que otros que llevan toda su vida respirando aquí…

Unger: La verdad es que he tenido mucho menos éxito en los Estados Unidos escribiendo en inglés que en América Latina. Tengo cinco obras en castellano y solamente tres en inglés. Para una editorial es un gran riesgo publicar un libro mío en inglés porque no tengo un apellido latinoamericano y el público que me lee y ve mi nombre no me asocia con Guatemala…

Salazar: …y lo peor es que aquí tampoco te asocian con Guatemala.

Unger: Sí, pero lo importante es si la obra hace sentir a la gente que sí soy guatemalteco, guategringo o lo que sea. Yo no quiero tratar de decir «soy un guatemalteco como cualquier otro», lo que quiero es que la gente sienta cuando lea mis libros es que estoy recreando escenas que describan una época, si para ellos «Vivir en el maldito trópico» funciona como un retrato de cómo era la vida en Guatemala para la clase alta en el año 82 o si te da una entrada para entender esa temporalidad que se ubica casi 40 años atrás entonces he tenido éxito, si no te dice nada entonces pues…

Salazar: ¿Qué le llega primero al escritor? ¿El personaje, el conflicto…?

Unger: Me basé mucho en mi propia familia. Gente que no me conoce o no conoce a mi familia pensará que se trata de una obra completamente ficticia, pero no es así, la historia tiene que ver con mi familia, pero no es estrictamente real.

Me enfoqué en cómo mi familia que llegó a Guatemala proveniente de El Cairo, Egipto en 1920 y que en la época que retrato en la novela llevaban ya 62 años de haberse establecido, el cómo sus vidas iban cambiando a partir de la pobreza más cruda hasta ir convirtiéndose en familias más acomodadas y cómo eso además cambió las relaciones que ellos tenían con la sociedad, la política y los movimientos sociales del país.

Salazar: ¿Estás de acuerdo en que se le etiquete a tu novela como un romance político?

Unger: ¿Por qué no? Cualquier cosa que haga que el libro se venda me parece bien.

Soy un escritor guatemalteco que por circunstancias de la vida escribe en inglés, quiero que mi obra transmita esa sensación tal como alguien que lea a Cortázar sienta que está leyendo a un argentino.


Haciéndole frente a Google translate
4-5 meses
De trabajo intenso le tomó a Mosquera traducir la novela.


Sobre David

Unger nació en la ciudad de Guatemala en 1950. Cinco años después, sus padres decidieron migrar hacia Estados Unidos. El autor ha desarrollado sus obras en inglés, pero la nostalgia de los orígenes lo ha llevado a tratar temas de la cultura guatemalteca, la cual sigue muy presente en el plano intelectual y lo emocional.

Un dato curioso es que David Unger no había escrito ninguna novela hasta que empezó a trabajar en «Vivir en el maldito trópico» a finales de los años 80. Fue a partir de hacer algunas traducciones que fue enterándose de por dónde iba el oficio. Unger empezó su relación con la literatura a través de la poesía.

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