Por Christina Horsten
Nueva York
Agencia/dpa

La muerte se le había anunciado y eso había quedado claro en el espíritu de su último disco, «You Want It Darker». Y así fue, como una premonición. Leonard Cohen murió a los 82 años, según confirmó anoche el sello discográfico Sony Music Canada en Facebook.

Con su sombrero negro y su perpetua aura de profunda melancolía, Cohen se convirtió en un fenómeno, una leyenda y uno de los mejores autores de todos los tiempos, al que hoy lloran sus compañeros y millones de seguidores en todo el mundo.

Más allá del título mismo de su último álbum, que salió a la venta el mes pasado, el primer tema tiene algo de sagrado, casi del más allá. Sobre todo cuando el poeta del pop murmura «Estoy listo, Señor».

«Desde sus primeros versos», las letras del cantautor canadiense han abordado con frecuencia el tema de la muerte, apuntó alguna vez «The New Yorker». Pero fue en este álbum cuando Cohen reflexionó como nunca antes sobre las despedidas y los abandonos.

Del mismo modo, el blanco y negro de la portada del álbum, en la que mira con escepticismo a través de un marco hacia la oscuridad, se diferencia notablemente de las coloridas portadas de sus trabajos anteriores «Old Ideas» (2012) y «Popular Problems» (2014).

Según contó el propio Cohen a «The New Yorker», su deteriorado estado de salud le había impedido terminar algunas canciones.

«You Want It Darker» fue el decimocuarto álbum de estudio de ese cantautor que, tras casi 50 años de carrera, muy recientemente se había declarado «preparado para morir». «Sólo espero que no sea demasiado incómodo», dijo.

Desde que debutó en 1967 con «Songs of Leonard Cohen», se convirtió en uno de los mejores poetas del pop, junto con el último ganador del Nobel de Literatura, Bob Dylan.

Después de recibir el Grammy a la carrera artística en 2010 casi como un regalo de despedida, el cantante, famoso por su voz grave y áspera, lanzó tres aclamados álbumes y realizó varios exitosos tours mundiales.

Con la edad, el cantante y compositor se había retirado bastante de la vida pública, tras haber luchado contra la depresión y haber pasado varios años en un monasterio.

«Cuando hablo de depresiones, me refiero a depresiones clínicas, que son el trasfondo de toda mi vida, un trasfondo de miedo y angustia, un sentimiento de que nada marcha bien, de que la satisfacción es imposible y de que todas las estrategias se han hundido», dijo en una ocasión al diario «Guardian». «Me alegro de poder decir que esas depresiones ya quedaron atrás y nunca volvieron a mi vida con esa fuerza», añadió.

Cohen nació en 1934 en el seno de una familia acomodada judía de Montreal. Empezó a aprender a tocar la guitarra de niño y pronto se presentó en bares y clubes, pero durante muchos años la música estaría por detrás de su sueño de ser escritor.

Publicó novelas como «The favourite game» (1963) y «Beautiful Losers» (1966), aunque la poesía fue quizás el género que más lo deslumbraba. Entre sus volúmenes de poemas figuran «The Spice-Box of Earth» (1961), «The Energy of Slaves» (1972) y «Book of Mercy» (1984). Su habilidad con la pluma lo llevó a recibir en 2011 el Premio Príncipe de Asturias de las Letras en España.

Sin embargo, los ingresos que obtenía por sus libros no le alcanzaban para vivir. «No quería escribir para que me pagasen. Quería que me pagasen por lo que escribía», afirmó en una ocasión. Y así fue como, a finales de los años 60, volvió a los escenarios musicales con gran éxito.

Álbumes como «Songs of Leonard Cohen» (1967), «Songs of Love and Hate» (1971) y «Death of a Ladies’ Man» (1977) influyeron en generaciones enteras de músicos. Sus canciones hablan de amores perdidos, de nostalgia, de la búsqueda de dios, de sexo, éxtasis, desencanto, religión y política. Temas como «Suzanne», «So Long, Marianne», «First We Take Manhattan (Then we take Berlin)», «Hallelujah» y «Chelsea Hotel #2» ya se convirtieron en clásicos.

El cantante vivía en Los Ángeles con su hija y su nieta y aseguraba que su «fama como mujeriego era un chiste». Esa fama «me hizo sonreír con amargura en las miles de noches que pasé solo», contó en una entrevista.

Cohen no era muy partidario de hablar de su vida privada. Se sabe que tuvo dos hijos con la artista plástica sueca Susanne Elrod y que mantuvo una relación amorosa con la actriz Rebecca De Mornay. «El amor no tiene cura, pero es la única cura para todos los males», dijo alguna vez el maestro de la melancolía.

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