Por Jairo Alarcón Rodas

Recuerdo de una pregunta significativa

Hace algún tiempo cuando mi hija Marissa, tenía dos años me preguntó, ¿papi, todos vamos a morir? Me quedé sorprendido por su pregunta pero le respondí, sí, todos tenemos que morir, eso es inevitable. Luego volvió a preguntarme, ¿y tú, también te vas a morir? Sí, yo también me voy a morir, le dije.

Ese día me quedé pensando y me pregunté, ¿cómo surgió esa inquietud en su mente a pesar de su corta edad? ¿Qué fue lo que motivó su pregunta?, ¿qué angustia habrá vivido? ¿Supo comprender la dimensión de mis respuestas? Es más, ¿qué tan conscientes estamos de lo que significa la muerte?

Incluso ahora, que ya han pasado algunos años, sigo recordando ese episodio y me pregunto, ¿cuál sería la reacción de los primeros seres humanos ante el hecho de perder a un ser querido y sufrir su ausencia? Con seguridad que el dolor reflejado en el otro, en el que se queda, por la pérdida del que se ha ido, tras su muerte, fue anterior a la angustia de ser consciente de que se ha de morir, que uno tiene que morir.

Volver a uno mismo y saber que lo ocurrido en otros también sucederá en uno, deja un sentimiento de angustia. Por ello, los antepasados buscaron un consuelo en la inmortalidad a través de la religión y en otros, los menos, en mayor respeto para la vida.

La muerte en la historia, breve reseña

La existencia humana irrumpe imponiéndose a la nada. Se nace, pero el recorrido de la vida está destinado irremediablemente a la muerte. ¿Qué es morir, es simplemente volver a la nada? La muerte es el fin de la existencia que en lo humano significa dejar de ser y estar. Desde tiempos remotos ha existido un temor a la muerte, al no ser; sin embargo, influenciado por tradiciones, mitos y religiones, el temor a morir va más allá de dejar de ser.

Diversas culturas y religiones partiendo de una visión creacionista del cosmos, han difundido la idea de una vida después de la vida o de una trascendencia del espíritu sobre el cuerpo. Estas, para las que la realidad tiene por fondo fuerzas espirituales que engendraron o dieron vida a todas las cosas animadas, incluida la especie humana, la vida en el planeta representa un ejercicio para un estadio mejor de tipo espiritual y eterno. Solo los sumerios tuvieron una idea pesimista de la muerte ya que para ellos la eternidad solo estaba destinada a los dioses.

Para los antiguos egipcios, hindús, así como otras culturas del mundo, la vida eterna constituía el más grande anhelo, el deseo por trascender a partir de la inmortalidad. Aun en la actualidad es una constante que se manifiesta en las creencias de muchas regiones culturales del planeta. Así, por ejemplo, para los egipcios el cuerpo físico se fusiona con una fuerza inmaterial, Ka, para realizar el recorrido a la vida eterna. La muerte constituye un estadio necesario para la vida eterna.

Para los mayas la muerte representa la oportunidad de renacer y ser mejores. Así, mientras mejor se haya sido en la vida presente, la proyección en la futura será superior para provecho de la comunidad. Nuevamente en ellos se mantiene la idea de la dualidad cuerpo y espíritu en donde a partir de la destrucción del cuerpo se le da la oportunidad al alma de regresar en un eterno retorno.

Según estas concepciones tanto la realidad, macrocosmos, como la existencia humana, microcosmos, constituyen entidades dualistas, es decir que existe una parte corpórea, llámese material, y otra espiritual que tiene primacía sobre lo corpóreo. Hace poco más de dos mil trescientos años, los órficos le legaron a Pitágoras la idea de esa dualidad. Es por ello que el filósofo de Samos, remarcó la importancia del alma sobre el cuerpo señalando que éste constituía su cárcel.

En este caso el alma se libera tras la muerte del cuerpo, tanto los pitagóricos, como las Escuelas socráticas, concretamente la Cínica, Platón, incluso los estoicos reformularon la importancia de esa trascendencia a través de la muerte. Pero si eso es así ¿qué es por tanto la vida?, y ¿cuál es su importancia? El transitar por la existencia es un ejercicio que conduce a la perfección o la vileza; según como haya sido el comportamiento de las personas, así sería su regreso o vuelta a la vida.

Pitágoras creía en la transmigración de las almas, que significa regresar, a partir de un ser inferior o superior con relación a como haya sido el comportamiento en la vida anterior. Platón en su mundo de las ideas, donde las ideas son esencias puras y eternas que le dan participación al mundo terreno, corrompible y pasajero, revela algo de lo dicho con anterioridad por Pitágoras y los órficos. Mantiene la dualidad cuerpo y alma y el regreso de ésta a las esencia a partir de la muerte del cuerpo.

La lectura que de Platón hizo Agustín de Hipona, en el período de la Patrística medieval, traduce el mundo suprasensible del filósofo griego, como el cielo y el de las cosas sensibles, como la tierra. El medioevo con la instrumentalización de la fe y religiosidad al servicio del poder eclesiástico, enfatizó en el aspecto pecaminoso y decadente de la carne sobre el espíritu. Lo carnal con su estadía en la tierra constituía para los seres humanos lo transitorio.

El significado de la muerte en la cristiandad

En el Génesis bíblico se muestra con claridad que el castigo impuesto por el Dios, judeocristiano a la desobediencia cometida por Adán y Eva, fue la muerte de estos y de todos sus congéneres. Y mandó Jehová Dios al hombre, diciendo: De todo árbol del huerto podrás comer; más del árbol de ciencia del bien y del mal no comerás; porque el día que de él comieres, ciertamente morirás. (Génesis 2:16-17) En el paraíso terrenal los seres humanos no morirían, siempre y cuando cumplieran con las indicaciones de Dios.

¿Qué sería de la historia humana si Adán y Eva no hubieran desobedecido el mandato de Dios?, seguramente vivirían como corderos en el Paraíso sin tener conciencia de lo que es el mal y el bien y de lo que representa la muerte. Es más, la muerte no sería. Dentro de la tradición judeocristiana el pecado cometido por Adán y Eva representa un antes y un después en cuanto a la finalidad que los humanos tienen a partir de su creación que marcó sus vidas.

Los seres humanos se hicieron éticos a partir de la desobediencia, pero qué pasó con el hecho de morir. Con seguridad, que el temor a la muerte determinaría que las personas se comportaran bien aún si sus acciones perniciosas no fueran vistas por persona alguna ya que Dios, que todo lo ve y todo lo sabe, sería el omnisciente juzgador. Ese es quizás el origen de las religiones que se asientan en la Biblia.

La ética surge con aquellas personas que pueden discernir lo que es correcto de lo que no lo es. La libertad de escoger el camino a seguir es lo que determina el ethos humano. ¿Si no hay libertad existiría la ética? En tal sentido la desobediencia fue lo que les dio el carácter de humanos a Adán y Eva. Dice Landmann, el hombre es un ser ético, conoce el Bien y el Mal, esto es incluso algo divino en él. Pero, sin embargo, debe eso divino, no a Dios, sino a él mismo. Se lo ha arrebatado a Dios contra la intención de Dios.

Por qué los cristianos esperan una vida eterna, lo que equivale a no morir, ¿será que es por temor a la muerte? Y si así es ¿qué es lo que determina ese temor? Será la idea del infierno, con su eterno suplicio exaltado en la Edad Media, o el miedo a no ser más y no volver a compartir con los seres queridos. Desde esta perspectiva, la creencia en Dios tiene una visión pragmática ya que el premio o el castigo es lo que motiva en las personas ese accionar.

Se deben creer y seguir las enseñanzas divinas ya que es su cumplimiento lo que conduce a la vida eterna o lo que es lo mismo, a vencer a la muerte. Siguiendo con la idea del dualismo creacionista, dentro del cristianismo la muerte representa el fin de lo corpóreo y el inicio de la vida espiritual siempre y cuando se crea en Dios y sus mandamientos. No obstante de ese estado espiritual no se debería de hablar ya que para los humanos mortales eso les es ajeno.

Así, hay algunos que incluso enfermos, sufriendo agonía eterna se resisten a morir, otros en cambio, mueren con resignación porque eso les representa la posibilidad de vida eterna. Para los cristianos por ejemplo, la inmortalidad no es para este mundo, No améis al mundo ni las cosas que están en el mundo. Si alguno ama al mundo, el amor del Padre no está en él. 1 Juan 2; 15. La presencia en el paraíso será en un estado espiritual.

La angustia de morir y la inmortalidad

Toda especie viviente muere, pero como lo señaló en su momento Arthur Schopenhauer, solo los seres humanos son conscientes de ello. Al tomar conciencia de que cada día que pasa representa irremediablemente el encuentro con la muerte, es lo que impulsa a las personas a creer en una vida después de la vida o a caer en estado de vacío existencial donde las posibilidades se hacen imposibles.

Qué es en sí la muerte si no la ausencia de estar, de existir. Al morir se apaga la vida y con ello, las posibilidades de ser se terminan. Especular qué podría haber después de la vida no tiene sentido ya que se haría desde la perspectiva de estar vivos. El plano de la vida es uno, el de la muerte otro muy distinto ya que estos son antagónicos. Pero a pesar de ello, morir es inherente a la vida, se vive con el irremediable destino de la muerte.

Por eso, la razón solo puede especular sobre la muerte, a partir del sentimiento que queda por la ausencia de aquel que ha dejado de existir y del dolor e incluso placer que deja su no presencia en los que siguen vivos. La muerte es el fin de la conciencia del pasado, del presente y del futuro. Todo registro termina con el fin de la vida, la memoria, que se ubica en el lóbulo temporal del cerebro, cesa de ser con la muerte. Todo se pierde con la descomposición química-biológica del órgano que hace conscientes a los humanos, que los hace ser lo que son.

La angustia de morir es más bien un sentimiento humano de vida que de muerte, y es que los demás animales no tienen conciencia de eso, para ellos solo existe el presente. Es en los seres humanos, que encaran el futuro y se sumergen en él con pensamientos hipotéticos, donde se vislumbra la muerte y la angustia aparece. Kierkegaard hablaba que, al ser los seres humanos animales de posibilidades que oscilan entre el dolor, la alegría y la angustia, la muerte se convierte en estigma que provoca desconsuelo.

Y qué sucede con aquellos para los que la vida representa un eterno castigo, la muerte constituye la solución a su martirio. Vivir con enfermedades, con dolores y aflicciones, no representa una existencia placentera, mucho menos gozosa. ¿Será que para estos le es permisible la libertad de decidir continuar o dejar de existir?

Por qué entonces pensar en la muerte si como dijo Epicuro, la muerte es una quimera: porque mientras yo existo, no existe la muerte; y cuando existe la muerte, ya no existo yo. Desde la perspectiva de la vida, la muerte no tiene sentido ya que vivir la vida es mejor que vivir la muerte que para Kierkegaard es morir la muerte y que todo se ha terminado.

Más bien por eso se debe pensar en la vida y en todo lo que representa, con sus alegrías, sufrimientos, angustias y dolores. Sin embargo, los seres vivos mueren y el ser humano no es la excepción pero no hay que olvidar que eso sucede porque antes se estuvo vivo, la vida es el ser, la muerte el no ser. El equilibrio y búsqueda de una vida sana es mejor que morir y no ser nada.

Para los materialistas, la inmortalidad es trascendencia y ello no significa engañar eternamente a la muerte, ni soñar con una vida después de ésta en el paraíso. Trascender es permanecer en los que se quedan, en aquellos que todavía no son nada y tienen conciencia de eso. La inmortalidad lo hace el legado que se deja aun no siendo reconocido. Feuerbach dijo: La creencia de la vida celestial es la creencia en la inutilidad e insignificancia de esta vida. Y si eso es así, ¿por qué vivir, qué sentido tiene? El egoísmo es lo que alimenta el deseo de la inmortalidad y el deseo de una vida eterna en las alturas.

El vivir intensamente, con dignidad, valorando todas las sensaciones que eso representa es aceptar con fortaleza e hidalguía el destino final de la muerte. Vivir con templanza, con alegría y con asombro. Con el paso de los años el cuerpo se envejece, lo órganos pierden su vitalidad y con ello, la mente se oscurece, la memoria falla y los dolores se imponen como advertencia para no desear la eternidad: el tiempo de partir ha llegado y la muerte aguarda el final.

No obstante la muerte de los seres queridos que equivale a su ausencia, siempre deja un triste vacío que motiva la esperanza de la trascendencia espiritual en algunos o la inmortalidad a través de legados en otros. Yo también he de morir Marissa y mi trascendencia radicará en parte en lo que he dejado en ti, durante el tiempo que mores en el planeta.


Jairo Alarcón Rodas (Guatemala, 1962). Docente e investigador de la Universidad de San Carlos de Guatemala ha realizado publicaciones en distintas revistas y periódicos del país. Ha publicado “El conocimiento, una segunda mirada al mundo que creemos conocer”, y próximamente el libro “Hacia la superación de nuestras diferencias”.

“¿Qué tan conscientes estamos de lo que significa la muerte?”

¿Cuál sería la reacción de los primeros seres humanos ante el hecho de perder a un ser querido y sufrir su ausencia?

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