Por Salazar Ochoa

“Telarañas” es de esos libros que uno intuye traen dinamita dentro. Aquí no van a encontrar ninguna alusión al título del libro porque estoy algo desvelado y ahora no encuentro una conexión ¿Qué importa si la hay? Casi nunca me meto a escribir reseñas de libros porque requiere mucho tiempo y no es que sea mi mayor agrado hacerlas. Cada vez que don Oscar me pide hacer una no puedo evadir el llamado y tengo que meterme a ello. No obstante hoy es distinto y esta “reseña” la estoy creando por mi cuenta y gana. Este libro de Galindo es el material literario guatemalteco del año o por lo menos es de lo mejorcito sobre lo que he escuchado en estos escasos dos meses del 2016. Entre tanta corrupción, desfachatez y mojigatería, “Telarañas” irrumpe en la escena y nos eructa suavemente al oído un poquito de tanta verdad.

Uno debería comprarse un libro de vez en cuando pero no para presumir una biblioteca fornida y ver como las polillas y el polvo hacen de las suyas sino para vivir la experiencia de tener de cerca las historias, los sentimientos y pensamientos de alguien más y sorberlos despacito cada vez que así se desee. Si fuera vos movería las piernas rumbo a la librería más cercana y lo compraría a ciegas. Aquí no hay arrepentimientos, Regina escupe poesía al hueso y sin misericordia devolviéndonos con cada letra percutida por el teclado todo el amor que la ciudad de Guatemala y sus alrededores le han regalado.

Quiero ser la bomba lacrimógena que te hace llorar
la guerrillera que mina tus pasos
la puta indecente que te provoca
la cuca peluda no siempre dispuesta
la mano viajera que a cada poco te suelta
la corriente de llanto que a veces te ahoga

Quiero ser piedra en tu zapato
pestaña en tu ojo
roncha en tu espalda
ladilla en tu vientre

tu montaña rusa
tu carrito chocón

Quiero ser la madre imperfecta de tu hija perfecta
el cuerpo tatuado de tus deseos
tu viciosa compañera de vida

jamás tu musa
jamás tu paz

No conocía esta faceta de Regina José Galindo hasta que “Telaraña” cayó ante mí y su pólvora me quemó las manos. Uno se topa en muy contadas ocasiones con escritores a los que no les tiembla el pulso para escupirte la cara con palabras llenas de honestidad. Una crítica rabiosa y a la vez sabrosa del maldito tedio que nos toca vivir en ciudad de Guatemala en medio de toda esta atmósfera de violencia.

Dar el celular sin mirar a quién
dejarse matar sin preguntar por qué

Ser complaciente en todo
si violan a tu lado, silencio
si torturan frente a ti, huida

si tu padre le pega a tu madre, apoyarlo
si tu hermano te mete mano, callarlo
si tu jefe te mira las piernas, abrirlas más

Trabajar para otros
tener muy poco

Que sumen fortunas a costa tuya
que te muestren como mono en feria
que te hagan caminar a ras del suelo
por alambre de púas
láminas calientes


poné las mejillas
arrastrate
sé gusano
bicho rastrero
rata de laboratorio
conejo sin ojos

Que sólo los sumisos van al cielo
allá arriba es donde te espera el reino
donde vas a estar vivo
donde verás a dios

Quizá lo más recomendable sea nunca leer el prólogo que hizo Juan Carlos Lemus (puede uno llenarse de expectativas o prejuicios) o volver a él solo para satisfacer el morbo y descubrir si Lemus atinó a explicar qué podíamos encontrar en la obra de Galindo. “Telarañas” en apresurada conclusión es un atentado terrorista a la mojigatería conservadora guatemalteca.

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