Por redacción Cultura

El escritor y diplomático Fernando González Davison presenta su nuevo libro, donde relata la aventura de las Relaciones Internacionales de Guatemala de 1821 al presente, con sus tensiones, fisuras y perspectivas. Se trata de un valioso aprendizaje para todos los interesados en la historia patria. Además el debate contará con la participación de Luis Alberto Padilla y de Bibi González La presentación tendrá lugar mañana a partir de las 19:00 horas en la librería Sophos, Plaza Fontabella zona 10.

_Cul21_2BSinopsis

La obra muestra las Relaciones Internacionales de Guatemala en un mundo en tensión global y por regiones. Por su vecindad geográfica, Guatemala es parte de Mesoamérica, espacio de gran diversidad étnica y lingüística. Tras la conquista y colonización hispana surgieron Nueva España y la Capitanía General de Guatemala. En 1821 ambas colonias se independizaron de España bajo el conservador Plan de Iguala; y de inmediato se unieron en enero de 1822 para formar el Imperio mexicano de corta duración, pues colapsó en 1823. Así, quedó Centroamérica inmersa en las contradicciones regionales y locales. Para intentar superarlas, los criollos crearon una República Federal en 1823 y se dieron una Constitución al año siguiente. Los conflictos entre ellos culminaron en la victoria bélica de las provincias “liberales”, que, a la cabeza de Francisco Morazán, en 1828 expulsaron a la elite, con sede en Guatemala. Diez años después, en enero de 1839, los mismos la disolvieron. De ahí en adelante surgieron los pequeños estados centroamericanos independientes dirigidos por caudillos rurales, el más importante, Rafael Carrera. Bajo sus auspicios, nació República de Guatemala en marzo de 1847, luego de un consenso entre liberales, conservadores y el estamento militar, surgido de levantamientos campesinos como el mismo Carrera.

Los cambios generados por la Revolución Industrial británica eran muy lejanos pero sus productos baratos afectaron a los artesanos locales. En el siglo XIX fue obvia la rivalidad entre el Imperio Británico y EE.UU., un novísimo actor en ascenso, por el control del istmo centroamericano, dada la posibilidad de construir un canal interoceánico. Las defensas de los pequeños estados latinoamericanos y Centroamérica no tenían ninguna posibilidad de defenderse con éxito ante las metrópolis. La mejor defensa que tuvo el istmo fue dicha rivalidad anglo-estadounidense, pues evitó que una u otra se posesionara de su espacio entre 1850-1860. EE.UU. tomó posesión de casi la mitad del territorio mexicano en 1848 y luego ocupó Nicaragua en 1857, en espera de ocupar el resto del istmo con los “filibusteros”. Sin embargo, fueron expulsados por tropas de Costa Rica y Guatemala, en alianza con Londres, cuya ayuda militar fue clave. Con el apoyo estadounidense y de Benito Juárez, el espacio centroamericano quedó bajo la batuta de Washington desde 1871, cuando secundó la “revolución cafetera” del insurgente Justo Rufino Barrios. A partir de ese año, el régimen forjó una dictadura “progresista”, abierta a la inversión estadounidense y a la expansión del café, mediante la expropiación de tierras de la Iglesia y de los nativos, que creó una nueva oligarquía mestiza. La revolución a inicios del siglo XX en México dio paso a un nuevo capítulo para América Latina. Guatemala en 1944 siguió sus pasos cuando tomaron el poder jóvenes oficiales, universitarios y maestros, acompañados por empresarios que se alzaron contra la secular dictadura. La “primavera democrática” duró hasta 1954, en plena Guerra Fría. El mundo bipolar no permitió nacionalismos en las áreas bajo control de Washington y Moscú.

En el hemisferio americano se acentuó el “anticomunismo” mientras Moscú enarboló la lucha de clases y contra las potencias coloniales en Asia y África. Por ello EE.UU. fue al rescate de las nuevas naciones amparadas por el derecho a la autodeterminación de los pueblos. La lucha ideológica se amplió a Latinoamérica luego de la revolución cubana de 1959. Washington y Moscú dominaron a sus países satélites y lucharon por controlar los territorios coloniales que luchaban por su independencia. Guatemala, como satélite de Washington, en 1960 formó parte del novedosos Mercado Común Centroamericano, orientado por Washington, para contrarrestar los efectos de la revolución cubana de 1959. Ese mercado común buscó acelerar el desarrollo con inversión de industrias livianas estadounidenses y un mercado protegido a su favor. Y tuvo gran éxito. Las clases medias subieron al treinta por ciento de la población en dos décadas. Pero en los Ochenta el proceso se vino abajo, cuando Centroamérica vivió el infierno de las guerras de “baja intensidad” al final de la Guerra Fría. La Comunidad Europea jugó un papel catalizador al igual que los países latinoamericanos que crearon el Grupo de Río. El presidente Cerezo fue el gestor los Acuerdos de Esquipulas I y II. Tras el colapso de la Unión Soviética, Centroamérica volvió a la paz relativa. Se le dio al Mercado Común un nuevo nombre: Sistema de Integración Centroamericano, SICA. EE.UU. apostó por ese proyecto y se distanció de sus antiguos interlocutores (ejército y empresarios), para ayudar a consolidar la democracia. Europa dio el ejemplo de integración para Centroamérica. La CIA permitió el tráfico de cocaína colombiana en Centroamérica para financiar a los “Contras” que luchaban contra el sandinismo en Nicaragua. Así, cuando Miami fue blindada por la DEA, el narcotráfico se expandió en las dos décadas siguientes pasando por el istmo hacia México y, de ahí, a EE.UU. El narcotráfico comenzó a minar la institucionalidad del istmo.

Al concluir la Guerra Fría en 1991 el mundo cambió por completo. Se pasó del mundo bipolar al multipolar. EE.UU. mantuvo su hegemonía en el mundo pero cambió su política de poder por una más flexible, abierta a las Naciones Unidas, a la democracia, a la justicia. También creo el Consenso de Washington, para liberar las economías en el mundo con la vieja consigna inglesa del siglo pasado de “dejar hacer, dejar pasar”. En los países estatistas de los países que se salieron de la economía planificada fue el caos con las privatizaciones de empresas estatales donde la corrupción campeó como nunca. La democracia era positiva pero no el neoliberalismo privatizador, porque fortaleció la economía de exclusión social y quebró a las nuevas democracias, abriendo más la brecha entre ricos y pobres.

Guatemala y el proceso de integración centroamericano no avanzó como requerido en el plano social, cultural, económico. Las democracias centroamericanas, en medio del auge del narcotráfico, quedaron en manos de elites autistas y de narcotraficantes, un cáncer por la corrupción que generaron al corromper la justicia, el Legislativo y el Ejecutivo. Secuestraron los estados incluyendo el de Guatemala: la clase política se puso a su servicio y el cáncer de la corrupción e hizo naufragar al Estado.

No obstante, la economía continuó con relativa autonomía, el comercio exterior dependiente del comportamiento económico de EE.UU. y de las remesas de cinco mil millones de dólares al año de los emigrantes a sus familias. Ese monto sólo lo supera México. Eso y el dinero circulante del narcotráfico, de igual monto, le dieron estabilidad a la economía. Empero la pobreza creció más por la falta de una buena redistribución del ingreso. Guatemala y los países centroamericanos son parte de los ciento cincuenta estados pequeños con población menor a los veinte millones de habitantes del mundo. De ahí la necesidad que los vecinos se unan para intensificar su comercio y cooperación. Crece la interacción entre México, Estados Unidos y los Centroamericanos sabiendo que tienen que superar viejas contradicciones y desconfianzas. Y verse como socios para enfrentar los desafíos de la globalización y la integración hemisférica.

Este trabajo da un recuento de los esfuerzos de Guatemala y las sociedades mesoamericanas y sus problemas comunes. La cooperación internacional entre sí es un imperativo categórico para salir de los males del subdesarrollo, la pobreza, la corrupción, causados una clase política que secuestró las sociedades de la región. Esa lucha contra la impunidad se concretizó en el hecho histórico de llevar a proceso y a prisión a la Vicepresidente y al Presidente de Guatemala en 2015. La pésima imagen externa de ambos afectaron al país pero cambió por la proyección de los guatemaltecos dignos que manifestaron sin cesar contra la corrupción durante cuatro meses casi sin parar, hasta que el binomio presidencial fue procesado por corrupción, como se dijo. Es la sociedad la que supervisará como nunca antes tanto la política interna como la exterior a partir de 2016.

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